12 de
Diciembre – SÁBADO –
IIª –
Semana de Adviento
Nuestra Señora de Guadalupe
Evangelio: Mt. 17, 10-13
Cuando
bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: - «¿Por qué dicen
los escribas que primero tiene que venir Elías?»
Él
les contestó: - «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha
venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el
Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.»
Entonces
entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
1.- Este diálogo de Jesús con los
discípulos ocurrió al bajar del monte de la transfiguración (Mt. 17,1-13). En aquel monte, junto a Moisés, los discípulos
habían visto al profeta Elías (Mt.17,4). Este profeta tenia una importancia
singular en el judaísmo del tiempo de Jesús. Porque se pensaba que Elías esta
en el cielo “como auxilio en caso de peligro o de necesidad” (J.Lambrecht). Por
eso, cuando Jesús grita en la cruz clamando su desamparo (“Eloi, Eloi”) (Mc
15,34), algunos pensaron que estaba llamando a Elías (Mc 15,35-36).
2.- El tema
de fondo, que contiene este evangelio, está en que nuestra relación con Dios se
puede entender y vivir de dos maneras:
1) Como auxilio en situaciones de peligro o necesidad. 2) Como exigencia ética que determina nuestro
proyecto de vida. Los judíos del tiempo
de Jesús esperaban y deseaban la venida del Mesías según el modelos del “auxilio
en el peligro”. Seguramente esto influyó
en que mucha gente llegara a identificar a Juan Bautista con Elías (Jn.
1,21.25; Mc. 6,15 par; Lc. 9,8; Mc. 8, 28 par; Mt. 16, 14; Lc. 9,19).
3.-
Pero el destino de Juan Bautista y de Jesús tuvieron un paralelismo estricto y
fuerte en el otro sentido: como una exigencia, en su proyecto de vida, que les
llevó al sufrimiento y a la muerte violenta.
Cuando se plantea el “reinado de Dios), Juan, Jesús y los discípulos
asumen el mismo destino: sufrir y morir por el pueblo (cf. Mt. 11,11-14. 16;
14,1-12). El Bautista y Jesús, en la mentalidad de Mateo, proclaman el mismo
mensaje, padecen el mismo destino y tienen los mismos enemigos (U. Luz). La honradez ética de ambos les llevó a los
dos a enfrentarse a los poderosos, a verse perseguidos y encarcelados, para terminar
en el degüello o en la cruz. Es urgente
que la Iglesia y los cristianos nos identifiquemos con un proyecto de vida
equivalente. Usar la religión como
auxilio en el peligro es una forma más de interés y refinado egoísmo. Es la religión de los que van al templos, a
las imágenes y a los santos cuando se ven en apuros. Jesús no quiere que nos quedemos atrapados
por esa religiosidad egoísta. La
religión de Jesús es honradez ética y defensa de la justicia y el derecho.
Nuestra Señora de Guadalupe
Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación
mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto
en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México.
De acuerdo a la tradición oral mexicana, y los
múltiples documentos históricos encontrados alrededor del mundo en distintos
archivos, la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego
Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, y una quinta ocasión en el pueblo de
Santa María, Tulpetlac en el Estado de México en la cual curó a Juan
Bernardino, tío de san Juan Diego. El relato guadalupano conocido como Nican
mopohua, tras la primera aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se
presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego en la
última aparición de la Virgen llevó en su ayate unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco
prosperan en la aridez del territorio― que
cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando
al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos.
Las mariofanías tuvieron lugar en 1531, ocurriendo
la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las
relata fue el mismo Juan Diego que habría contado todo lo que había acontecido.
Posteriormente esta tradición oral fue recogida en un escrito con sonido
náhuatl pero con caracteres latinos (técnica que ningún español sabía hacer y
que solo muy rara vez usaban los indígenas); este escrito es llamado el Nican
mopohua, y es atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605).
Posteriormente en 1648 es publicado el libro Imagen de la Virgen María Madre de
Dios de Guadalupe por el presbítero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar
todo lo que los indígenas sabían acerca de la devoción guadalupana.
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