lunes, 28 de diciembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 29 de Diciembre - MARTES – Octava de Navidad Santo Tomás Becket




29 de Diciembre  - MARTES –
Octava de Navidad
Santo Tomás Becket

EVANGELIO
Luz para alumbrar a las naciones

Evangelio: Lc 2, 22-35
  C

uando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
     Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
     Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
     «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
     Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre:
     - «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

     1.- Es evidente que este episodio se realiza, todo él, en Jerusalén (Lc. 2, 22-25.28), la ciudad santa y la capital del pueblo elegido. Más aún, el ámbito que envuelve todo el relato está delimitado por el templo, el espacio sagrado. Y, junto al templo y asociada a él, la ley (Lc. 2, 22. 23. 24. 27. 39) (F. Bovon.). Es decir, aquí se vincula y se funde a Jesús con la religión, con la observancia de la ley religiosa, el espacio sagrado, el ritual prescrito. Y todo ello, legitimado y justificado por el Evangelio. Con lo que el lector “cristiano” de este texto, inevitablemente, se siente y se ve a sí mismo como un continuador (prolongación) de un hipotético lector “judío”, que pudiera leer este mismo relato.

     2.- Normalmente, los exegetas, los teólogos, los predicadores, que explican este evangelio, no se fijan en que, al pensar en lo que aquí se dice, y al explicarlo como aquí se dice, lo que en realidad hacen es presentar a Jesús y su Evangelio, asociado y fundido de tal manera con la religión, el templo, la ley sagrada, los rituales sacrosantos, de tal forma que, en definitiva, lo que se nos da a entender es que lo de Jesús y el Evangelio no es sino una prolongación, en línea de continuidad, con la religión de Israel. Como cumplimiento de lo que se esperaba y deseaba en aquella religión. Pero, entonces, ¿cómo se explica que el mismo Jesús que se ve aquí como plenitud de aquella religión, cuando fue adulto dijo allí mismo que aquello era una “cueva de bandidos”? (Mc. 11,17 par).

     3.- La Iglesia, que ha hecho del Evangelio un componente más de la religión (con sus templos, sus sacerdotes, sus ritos…), no puede entender así el Evangelio. Ni puede explicarlo. Ni puede vivirlo. Como hizo Jesús, tenemos que sacar el Evangelio del templo. Y tenemos que ponerlo en los caminos por los que la gente anda y busca trabajo, felicidad y vida. Como hizo Jesús.

Santo Tomás Becket

Becket, Thomas, o Santo Tomás de Canterbury (1118-1170).

 Prelado y político    británico,          canciller de Inglaterra (1155-1162) y arzobispo de Canterbury (1162-1170). Nació en Cheapside (Londres) probablemente el 21 de diciembre de 1118 (aunque no hay seguridad en esta fecha) y murió en la catedral de Canterbury (Kent) el 29 de diciembre de 1170, asesinado por cuatro caballeros vasallos del rey inglés, Enrique II. Hombre de profundos principios, su devenir vital representa un caso paradigmático de las tensas relaciones mantenidas en la Europa medieval entre la jerarquía eclesiástica y estamento regio. A su vez, la imagen piadosa de Tomás Becket ha prevalecido como ejemplo de obediencia a los preceptos de la iglesia, a lo que ayudó sobremanera su precoz canonización, en 1173, apenas transcurridos dos años de su fallecimiento. Su festividad, que cuenta con una riquísima tradición en tierras anglosajonas, se celebra el 29 de diciembre.
El día de Navidad de 1170, Becket pronunció una homilía en la catedral de Canterbury en la que excomulgaba a Roger de York y a Gilbert Foliot, a la vez que mantenía la amenaza de excomunión sobre Enrique II. Cuando en la corte se tuvo conocimiento de este hecho, el monarca, delante de todos los cortesanos, prorrumpió en gravísimas amenazas contra Becket. El 29 de diciembre, cuando el arzobispo se preparaba para su misa diaria, cuatro hombres de armas del rey irrumpieron en el espacio sagrado y le asestaron diversos tajos con sus armas. Según recogió en su crónica Edward Grim, secretario y más fiel colaborador de Becket, sus últimas palabras fueron "acepto mi muerte en servicio de la Iglesia de Jesucristo".



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