miércoles, 10 de agosto de 2016

Párate un momento: El Evangelio del Día 11 DE AGOSTO – JUEVES - 19ª ~ SEMANA DEL T.O.-C SANTA CLARA, Virgen




11 DE AGOSTO – JUEVES -
19ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
SANTA CLARA, Virgen

Evangelio según san Mateo 18, 21-19,1
En aquel momento, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
“Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le contesta:
“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”: Y les propuso esta parábola:
“Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus
empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
 “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella
deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión
de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”
Y el señor, indignado, lo entregó a
los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre
del Cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
 Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

1.   Para entender la enseñanza —¡tremenda!— de esta parábola, la clave está en
tener siempre presente que “el perdón de Dios puede ser arruinado por el desamor humano” (Utrich Luz).
Es la “seria amenaza de que Dios puede retirar su gracia” (Episcopius, 116), su amor y su perdón. Es decir, te quedas sin el perdón de Dios desde el momento en que tú no perdonas a alguien, ya sea un perdón por algo importante o por una pequeñez.

2.   Como mejor se comprende esta enseñanza de Jesús es recurriendo a los textos
tremendos del sermón del monte sobre este asunto capital.
Dice Jesús: “Si perdonáis sus culpas a los demás, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas” (Mt 6, 15-15).
Y de nuevo Jesús insiste: “No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros; y la medida que uséis la usarán con vosotros” (Mt 7, 1). 3.     
La enseñanza de Jesús no admite dudas. Por favor, ¡escudriña en lo más hondo
de tu corazón!
Si hay alguien a quien no has perdonado, por muchas absoluciones que hayas recibido (de sacerdotes, obispos o papas), esas absoluciones no te han servido de nada.
Dios te perdona en la medida en que tú perdones.
La bondad del corazón de Dios se mide por la bondad de tu corazón.
Si tú no eres bueno hasta el fondo, le atas las manos a Dios para perdonar la maldad que llevas dentro de ti.

SANTA CLARA, Virgen

 
Clara significa: "vida transparente"
Nació en Asís en 1194, poco se conoce de su infancia y adolescencia.
Cuando Clara tenía 18 años, San Francisco predicó en Asís los sermones cuaresmales en la Iglesia de San Jorge. Las palabras del "poverello" encendieron el corazón de la joven, quien fue a pedirle, en secreto, que la ayudase a vivir según el Evangelio. San Francisco la alentó en su deseo de dejarlo todo por Cristo. El día de Ramos de 1212, Clara asistió a la bendición de las palmas en la catedral. Todos los fieles se acercaban a recibir una rama de olivo, pero Clara se quedó en su sitio, presa de la timidez. Al ver esto, el obispo llevó la rama hasta el lugar en que se hallaba. Esa noche, Clara huyó de su casa y se dirigió al pueblo de Porciúncula, que distaba dos kilómetros de donde vivía San Francisco con su comunidad.
Ahí cambió Clara sus finos vestidos por un hábito de penitente, que consistía en una túnica de tela burda y una cuerda de cinturón. San Francisco le cortó el cabello. Como éste no había fundado un convento para religiosas, consiguió alojamiento provisional para Clara en el claustro de las benedictinas de San Pablo, cerca de Bastia. Los parientes de Clara ya habían planeado para ella un matrimonio y en cuanto supieron lo que había pasado, decidieron sacarla del convento. Se cuenta que Clara se aferró con tal fuerza al altar, que desgarró los manteles cuando la arrancaron de ahí. La joven se descubrió la cabeza para que viesen sus cabellos cortados y dijo a sus amigos que Dios la había llamado a su servicio y que ella estaba dispuesta a responder. Al poco tiempo, fue a reunirse con Clara su hermana Inés, lo cual desencadenó una nueva persecución familiar. Más tarde, San Francisco trasladó a Clara e Inés a una casa contigua a la iglesia de San Damián, en las afueras de Asís, y nombró superiora a Clara.
Al cabo de algunos años, había ya varios conventos de las clarisas en Italia, Francia y Alemania. La Beata Inés fundó una orden en Praga, donde tomó el hábito. Santa Clara y sus religiosas practicaban austeridades hasta entonces desconocidas en los conventos femeninos. No usaban calzado y dormían en el suelo, no comían carne nunca y sólo hablaban cuando era necesario o por caridad. Santa Clara imitó a la perfección el espíritu de pobreza de San Francisco. Gregorio IX acabó por conceder a las clarisas, en 1228, el "Privilegium Paupertatis" para que nadie pudiese obligarlas a tener posesiones.
Además, Santa Clara como verdadera intérprete del espíritu y tradición franciscanos, redactó por su cuenta una regla que los refleja con fidelidad y que prohíbe toda forma de propiedad individual o común. Inocencio IV no aprobó esta regla sino dos días antes de la muerte de la santa.
Santa Clara murió el día de la fiesta de San Lorenzo, a los 60 años de edad, de los cuales 40 los consagró a la vida religiosa. Fue sepultada el 12 de agosto, en el cual la Iglesia celebra su fiesta. El Papa Alejandro IV la canonizó en Agnani en 1255.



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