10 DE AGOSTO – MIÉRCOLES –
19ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
SAN LORENZO, Diácono, Mártir,
Evangelio según san Mateo 18,
15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
“Si tu hermano
peca, repréndelo a solas
entre los dos. Si te hace caso,
has salvado a tu hermano. Y si no te hace caso, llama a otro o a otros dos,
para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o
tres testigos. Si no les hace
caso, díselo a la comunidad, y si no hace ni siquiera a la
comunidad, considéralo como un
pagano o un publicano.
Os aseguro que todo
lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en
la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además,
que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo
dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos”.
1. Jesús plantea aquí
directamente el problema del “perdón de los pecados”.
Lo primero es caer en la cuenta de lo que significa “cometer un
pecado”.
El “pecado” no es una
“mancha” (sentido “mágico”, no teológico). Ni es el mero sentimiento de “culpa”
(experiencia humana que todos tenemos desde que venimos a este mundo).
-¿Es una “ofensa” que le hacemos a Dios? Responde Tomás de Aquino:
“Dios no se
siente
ofendido por nosotros, si no es porque actuamos contra nuestro propio bien”
(Sum. contra gent., III, 122).
El ser humano no tiene capacidad para ofender al Trascendente. Los
humanos pecamos solo en tanto en cuanto nos hacemos daño o hacemos mal a alguien.
2. ¿Qué solución tiene el
pecado?
Si pecar es hacer mal a alguien, el perdón lo
tiene que
conceder el ofendido. Por eso es absurdo ofender a tu vecino, a tu mujer, a tu marido... Y luego ir a pedir perdón al sacerdote.
El perdón del pecado se concede cuando los que se ofenden se
perdonan mutuamente. Y ese perdón mutuo es el que Dios ratifica.
Eso justamente es lo que significa el dicho de Jesús: “Os aseguro que
todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18, 18).
De no ser así, se produce el “sin-sentido” de los que se ofenden y
se sienten perdonados por el cura, pero siguen peleados.
El presunto perdón
sacramental solo ha servido para justificar que sigan peleados y en la paz de
la buena conciencia.
3. El sacramento de la
penitencia está cayendo en desuso porque, sobre todo, la
gente tiene
la convicción de que ese no es el camino del perdón. El camino del perdón es el
camino de la bondad con todos y siempre.
Dos personas que se quieren. no pueden dormir si saben que están
divididas o enfrentadas. Solo el amor es lo que une a los humanos. Y eso es lo
que Dios quiere y espera de nosotros: que vivamos unidos.
Por eso es exacto lo que se ha dicho: “Donde están dos o tres
reunidos en mi nombre, allí, en medio de ellos, estoy yo” (Mt 18, 20).
En esto está “el centro cristológico de todo el capítulo” (H.
Frankemólle).
Por lo demás, el cap. y de la Ses. XIV, sobre “la confesión” del
concilio de Trento (DS 1679-1683), no es ni puede ser, “doctrina de fe”.
Porque históricamente es falso que la Iglesia siempre lo enseñara así.
Y porque el confesor no actúa “como juez” que dicta sentencia, sino como padre que
perdona (D. Fernández, K. J. Becker, A. Amato).
SAN LORENZO, Diácono, Mártir,
Su
nombre significa: "coronado de laurel".
Los
datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta
Prudencio.
Lorenzo
era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de
confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues
estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
En
el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual
ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6
de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de
Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del
emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.
La
antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a
matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San
Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás".
Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.
Entonces
Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todo el dinero y demás bienes
que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los
cálices de oro, copones y candelabros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes
más necesitadas.
El
alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a
Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y
patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen
candelabros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los
trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a
empezar".
Lorenzo
le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la
Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos,
huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con
sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde
diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro
que son más valiosos que los que posee el emperador".
Llegó
el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante
colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le
dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la
iglesia de Cristo!"
El
alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea
que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca
todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir,
lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron
una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que
el gran deseo que el mártir tenía de ir junto
a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
Los
cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y
sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni
sentían nada de eso.
Después
de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez:
"Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para
quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se
quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó:
"La carne ya está lista, pueden comer". Y con una tranquilidad que
nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la
religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de
agosto del año 258.
El
poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la
conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre
convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en
la ciudad.
San
Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se
encomendaban a San Lorenzo.
El
santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica
de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
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