viernes, 26 de agosto de 2016

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 DE AGOSTO - SÁBADO 21~ SEMANA DEL T.O.-C Santa Mónica





27 DE AGOSTO - SÁBADO
21~ SEMANA DEL T.O.-C

Santa Mónica


       Evangelio según san Mateo 25, 14-30
   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
       “Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
       El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.
       El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
       En cambio, el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
       Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
       Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco diciendo:        “Señor, cinco talentos me diste; mira, he ganado otros cinco”.
º Su señor le dijo:
       “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; pasa al banquete de tu Señor”.
       Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
       “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.
        Su señor le dijo:
       “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu Señor.
        Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo:
       “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
        El Señor le respondió:
       “Eres un empleado negligente y holgazán, ¿conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recogerlo mío con los intereses.
       Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.
       Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas: allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

       1.   Esta parábola resulta incomprensible cuando se interpreta como el ejemplo de las “exigencias” de Dios y las “responsabilidades” del hombre en el juicio definitivo.
       Pero, por suerte para nosotros, la parábola no se refiere ni a lo que Dios nos da, ni a lo que Dios nos va a exigir el día del juicio.
       El asunto va por otro camino muy distinto.

       2.   No se puede presentar a Dios como un “negociante” que busca ganancias. Y que pide cuentas a sus hijos, para que cada uno le explique lo que su vida ha rendido de ganancias celestiales.
       Eso sería anular el Evangelio.
       La clave está en el miedo. El miedo que tuvo el último de los empleados, el que recibió solo un talento.
       Precisamente, la perdición de aquel desgraciado fue su miedo. Y la parábola viene a decir que quien se relaciona con Dios desde el miedo, está perdido. Porque el miedo bloquea, paraliza y condena a la esterilidad.     Además, el miedo deforma por completo nuestra relación con Dios.
       Si decimos que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8. 16), entonces es exacto lo que ha escrito J. Dupont: “El amor no tiene miedo al riesgo”.
       Y el que va por la vida asustado por el riesgo, es que no cree en Dios.
       En el Dios de Jesús.

       3. Pero lo más práctico y directo de la parábola se refiere a la gestión que la Iglesia hace de las cosas de Dios.
       Para la Iglesia, es tan importante el miedo, que, si no fuera por la “mentalidad del miedo” que transmite a sus fieles, la Iglesia no podría funcionar como funciona.
       La Iglesia predica un Dios que da miedo, una moral del miedo, un juicio que asusta.
        Así, la Iglesia somete a la gente y la obliga a obedecer.
       Pero, ¡atención!, en el cambio cultural, que estamos viviendo, el poder del “miedo” baja, mientras que el poder de la “seducción” sube.      Si la Iglesia no modifica su teología y su pastoral, la Iglesia se irá hundiendo más y más.

Santa Mónica

Santa Mónica: Sigue rogando por las madres y por sus hijos, por las esposas y sus maridos y por todos los pobres pecadores que necesitamos convertirnos.
Mónica significa dedicada a la oración y a la vida espiritual.
Santa Mónica es famosa por haber sido la madre de San Agustín y por haber logrado la conversión de su hijo.
Mónica nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa, pero de muy fuerte disciplina.
Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad (como su nombre lo indica) pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero terriblemente malgeniado, y además mujeriego, jugador y sin religión ni gusto por lo espiritual.
La hizo sufrir lo que no está escrito y por treinta años ella tuvo que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar la mano contra ella.
Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por docenas de años.

Fórmula para no pelear
En aquella región del norte de África, donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero no la golpeaba nunca, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando me grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues…no peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en la casa.
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras. y quizás por eso mismo logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo lo hiciera la suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautismo, murió santamente Patricio, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba por sus progresos espirituales. Solo le importaba que sacara buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos, pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada. Y esto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores.
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida poco santa. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó el propósito de hacerlo. Finalmente, se hizo socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y le cerró las puertas, porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.

Una visión
Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía :"tu hijo volverá contigo " y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá ira a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437.

Faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.
Por muchos siglos ha sido muy comentada la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el Hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.
Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases. Ya era todo un doctor. Mamá se propuso irse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde) Al llegar junto al mar le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola, pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomó otro barco y se dirigió a Roma.

La conversión del hijo
En Milán; Mónica se encontró con el Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él se encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con profundo cariño y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.
Y sucedió que, en el año 387, Agustín, al leer unas frases de San Pablo sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejó sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo estrellado platicando con Agustín acerca de cómo serán las alegrías que tendrían en el cielo ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales que los podían esperar. En determinado momento exclamó entusiasmada: "¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco después le invadió una fiebre, y en pocos días se agravó y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad.
Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.



No hay comentarios:

Publicar un comentario