23 DE AGOSTO - MARTES
21~ SEMANA DEL TIEMPO ORDINA
Santa Rosa de Lima
Evangelio
según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo habló Jesús diciendo: “¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas que pagáis el
diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley:
el derecho, la compasión y la sinceridad!
Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar
aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis
por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y
desenfreno!
¡Fariseo ciego! ¡Limpia primero la copa por dentro y así
quedará limpia también por fuera!”.
1. Como
es lógico, los fariseos se caracterizaban, entre otras cosas, por su mentalidad
religiosa observante.
Una forma de pensar que desarrolla una
voluntad ejemplar, en gran medida inexplicable y en muchas cosas
contradictoria. Por supuesto, una persona, que se entrega a este tipo de vida, denota
una gran generosidad. Pero, al mismo tiempo, con esa generosidad, se produce
una desviación chocante que consiste en que el sujeto pone enorme empeño en el
cumplimiento exacto de cosas sin importancia, al tiempo que ni se da cuenta de
las contradicciones, a veces enormes, en que vive.
Por ejemplo, en los conventos o en las
prácticas litúrgicas concede una importancia exagerada a la observancia de la
puntualidad, el silencio, el cumplimiento de determinados rituales... Y, al
mismo tiempo, esa persona —que cumple todo eso al detalle— ni se para a pensar
en el sistema económico que la sustenta y que le da seguridad...
O en las vinculaciones políticas que, en
realidad, son las convicciones que determinan su vida.
2. También
es frecuente, en este tipo de personas, cuidar sobre todo de la apariencia
externa, o sea, lo que la gente ve, lo que se sabe y se comenta. Mientras “los
trapos sucios se lavan en casa”, no hay motivo de especial preocupación. Lo malo es cuando ciertas cosas trascienden a
la calle.
Esto es lo que explica, por ejemplo, que durante
tanto tiempo, no se haya ni sospechado nada de los escándalos de pederastia, de
venta de niños, de denuncias que han hecho determinados clérigos para que se
meta en la cárcel a los “pecadores” comunistas, de izquierdas, anarquistas y socialistas,
etc.
El
texto del evangelio de Mateo dice que se puede llegar al exceso de “robos” y
“desenfrenos”.
Dos palabras duras y torpes, que indican una
maldad de graves consecuencias.
3. Estas
cosas sucedían en tiempo de Jesús. Han seguido sucediendo en las generaciones
posteriores, en ambientes religiosos, en instituciones que gozan de enorme
prestigio, entre personas estimadas como lo más respetable de este mundo.
Y ocurre
que, quienes se lamentan del daño que así se le hace a la fe, a la religión y a
la Iglesia, son los que hacen estas cosas con la extraña conciencia del que
sabe armonizar la mejor imagen pública con la más oscura realidad de vida.
Es evidente que la actualidad del
Evangelio es mucho más fuerte que los discursos de protesta y denuncia de los
oradores o escritores más atrevidos.
Se comprende por qué, entre los
cristianos, hay tanta gente que le tiene tanto miedo al Evangelio de Jesús.
Santa Rosa de Lima
Santa Rosa de Lima nació en Lima el
30 de abril de 1586, y fue bautizada con el nombre de Isabel Flores de Oliva .
Sus padres fueron Gaspar Flores (soldado español) y María de Oliva (costurera
indígena).
Según
su madre, a los tres meses de nacida, su rostro se iluminó como una rosa, por
lo que la empezó a llamar Rosa. Tuvo 12 hermanos.
Creció
en su casa natal del barrio de Monserrate. Desde su niñez se sintió atraída por
la vida religiosa. Oraba, ayunaba y hacía sacrificios identificándose con la
pasión de Cristo. Creía que así ayudaba a reparar los pecados de la humanidad.
Cuando
tenía 10 años de edad su padre la llevó a Quives, en la sierra de Lima. Aquí
don Gaspar trabajó cinco años como administrador de un obraje de indígenas. En
ese pueblo Rosa fue testigo del sufrimiento de los indígenas. A los 11 años
recibió el sacramento de la Confirmación por parte de Santo Toribio de
Mogrovejo.
De
regreso en Lima, su hermano Hernando le ayudó a construir una ermita de adobe
en el patio de su casa. Aquí oraba, meditaba y cantaba alabanzas a Dios, Jesús
y la Virgen María. A los 20 años ingresó como Terciaria a la Orden de los
Dominicos y pasó a llamarse Rosa de Santa María. Vistió hábitos blanquinegros,
pero no hizo vida conventual.
En su casa incrementó sus
penitencias. Se alimentaba poco, bebía agua con hiel de carnero, dormía en cama
de troncos y su almohada era de adobe. Usaba una corona con púas que disimulaba
con el hábito. También trabajaba haciendo hermosos bordados y acudía a los
hospitales para cuidar a los enfermos.
En
1617, Santa Rosa cayó gravemente enferma, al parecer por una tuberculosis. Fue
acogida en la casa del contador Gonzalo de la Maza, cuya esposa María de
Uzátegui le tenía mucho aprecio a la santa limeña. A pesar de los cuidados que
recibió en este hogar, Santa Rosa de Lima falleció el 24 de agosto de 1617, a
la edad de 31 años.
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