lunes, 22 de agosto de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 23 DE AGOSTO - MARTES 21~ SEMANA DEL TIEMPO ORDINA Santa Rosa de Lima




23 DE AGOSTO - MARTES
21~ SEMANA DEL TIEMPO ORDINA
Santa Rosa de Lima

       Evangelio según san Mateo 23, 23-26
    En aquel tiempo habló Jesús diciendo:        “¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad!
       Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.
       ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el  camello!
       ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!
       ¡Fariseo ciego! ¡Limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera!”.

       1.   Como es lógico, los fariseos se caracterizaban, entre otras cosas, por su mentalidad religiosa observante.
       Una forma de pensar que desarrolla una voluntad ejemplar, en gran medida inexplicable y en muchas cosas contradictoria. Por supuesto, una persona, que se entrega a este tipo de vida, denota una gran generosidad. Pero, al mismo tiempo, con esa generosidad, se produce una desviación chocante que consiste en que el sujeto pone enorme empeño en el cumplimiento exacto de cosas sin importancia, al tiempo que ni se da cuenta de las contradicciones, a veces enormes, en que vive.
       Por ejemplo, en los conventos o en las prácticas litúrgicas concede una importancia exagerada a la observancia de la puntualidad, el silencio, el cumplimiento de determinados rituales... Y, al mismo tiempo, esa persona —que cumple todo eso al detalle— ni se para a pensar en el sistema económico que la sustenta y que le da seguridad...
       O en las vinculaciones políticas que, en realidad, son las convicciones que determinan su vida.

       2.   También es frecuente, en este tipo de personas, cuidar sobre todo de la apariencia externa, o sea, lo que la gente ve, lo que se sabe y se comenta. Mientras “los trapos sucios se lavan en casa”, no hay motivo de especial preocupación.  Lo malo es cuando ciertas cosas trascienden a la calle.
       Esto es lo que explica, por ejemplo, que durante tanto tiempo, no se haya ni sospechado nada de los escándalos de pederastia, de venta de niños, de denuncias que han hecho determinados clérigos para que se meta en la cárcel a los “pecadores” comunistas, de izquierdas, anarquistas y socialistas, etc.
        El texto del evangelio de Mateo dice que se puede llegar al exceso de “robos” y “desenfrenos”.
        Dos palabras duras y torpes, que indican una maldad de graves consecuencias.

       3.   Estas cosas sucedían en tiempo de Jesús. Han seguido sucediendo en las generaciones posteriores, en ambientes religiosos, en instituciones que gozan de enorme prestigio, entre personas estimadas como lo más respetable de este mundo.
Y ocurre que, quienes se lamentan del daño que así se le hace a la fe, a la religión y a la Iglesia, son los que hacen estas cosas con la extraña conciencia del que sabe armonizar la mejor imagen pública con la más oscura realidad de vida.
       Es evidente que la actualidad del Evangelio es mucho más fuerte que los discursos de protesta y denuncia de los oradores o escritores más atrevidos.
       Se comprende por qué, entre los cristianos, hay tanta gente que le tiene tanto miedo al Evangelio de Jesús.

Santa Rosa de Lima

   Santa Rosa de Lima nació en Lima el 30 de abril de 1586, y fue bautizada con el nombre de Isabel Flores de Oliva . Sus padres fueron Gaspar Flores (soldado español) y María de Oliva (costurera indígena).
Según su madre, a los tres meses de nacida, su rostro se iluminó como una rosa, por lo que la empezó a llamar Rosa. Tuvo 12 hermanos.
Creció en su casa natal del barrio de Monserrate. Desde su niñez se sintió atraída por la vida religiosa. Oraba, ayunaba y hacía sacrificios identificándose con la pasión de Cristo. Creía que así ayudaba a reparar los pecados de la humanidad.
Cuando tenía 10 años de edad su padre la llevó a Quives, en la sierra de Lima. Aquí don Gaspar trabajó cinco años como administrador de un obraje de indígenas. En ese pueblo Rosa fue testigo del sufrimiento de los indígenas. A los 11 años recibió el sacramento de la Confirmación por parte de Santo Toribio de Mogrovejo.
De regreso en Lima, su hermano Hernando le ayudó a construir una ermita de adobe en el patio de su casa. Aquí oraba, meditaba y cantaba alabanzas a Dios, Jesús y la Virgen María. A los 20 años ingresó como Terciaria a la Orden de los Dominicos y pasó a llamarse Rosa de Santa María. Vistió hábitos blanquinegros, pero no hizo vida conventual.
En su casa incrementó sus penitencias. Se alimentaba poco, bebía agua con hiel de carnero, dormía en cama de troncos y su almohada era de adobe. Usaba una corona con púas que disimulaba con el hábito. También trabajaba haciendo hermosos bordados y acudía a los hospitales para cuidar a los enfermos.
En 1617, Santa Rosa cayó gravemente enferma, al parecer por una tuberculosis. Fue acogida en la casa del contador Gonzalo de la Maza, cuya esposa María de Uzátegui le tenía mucho aprecio a la santa limeña. A pesar de los cuidados que recibió en este hogar, Santa Rosa de Lima falleció el 24 de agosto de 1617, a la edad de 31 años.



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