jueves, 4 de agosto de 2016

Párate un momento: El evangelio del día 5 DE AGOSTO – VIERNES - 18ª ~ SEMANA DEL T.O.-C Nuestra Señora de las Nieves Dedicación de la Basílica de Sta. María la Mayor




5 DE AGOSTO – VIERNES -
18ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
Nuestra Señora de las Nieves
Dedicación de la Basílica de
Sta. María la Mayor

       Evangelios según san Mateo 16, 24-28
   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
       “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi; la encontrará.
       ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si malogra su vida?
       ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
       Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del Hombre con majestad”.

       1.   Este texto es continuación del “quiasmo” que presentan los tres evangelios sinópticos al presentar la promesa a Pedro y el rechazo de Pedro, en el amplio relato de Mt 16, 13-23 par.
       Jesús explicó y amplió este tema capital. Porque aquí se encuentra el centro, la clave y el corazón mismo del Evangelio.
       En efecto, Jesús empieza diciendo que quien quiera “irse con él” o “estar con él”, tiene que “seguirle”, imperativo del verbo “seguir” a Jesús, asumiendo su forma de vida y sus costumbres.

       2.   El asunto capital, que aquí se nos plantea a los cristianos, tiene su razón de ser, su secreto y sus raíces, en un hecho que la teología de la Iglesia no ha tenido todavía ni la lucidez, ni la valentía, de asumir como su tarea determinante y el eje de todo lo demás.
       Se trata de comprender lo que Johann B. Metz y, antes que él, D. Bonhoeffer, supieron formular de manera admirable, a saber: “Solo siguiendo a Cristo saben los cristianos a quién se han confiado”.
       Esto quiere decir que “el saber cristológico no se constituye ni se transmite primariamente en el concepto, sino en estos relatos de seguimiento”.
       Es decir, los discípulos de Jesús no aprendieron “cristología” leyendo libros, estudiando tratados, asistiendo a cursos sobre exégesis bíblica o investigando sobre las teorías de los que saben estas cosas. No.
       Los discípulos de Jesús se enteraron de quién es Jesús y de lo que quiere Jesús compartiendo la vida con Jesús.

       3.   Aquí y en esto está la piedra dura en la que los teólogos, siglo tras siglo, se vienen partiendo los dientes porque no pueden con semejante piedra rocosa e indigerible, para los que se imaginan que, a fuerza de analizar datos y teorizar ideas abstractas, que casi nadie entiende, con eso, ¡por fin!, nos van a dejar claro lo que significa Jesús para los seres humanos. Y para la Iglesia.
       Solamente quienes tienen la libertad y el coraje de ponerse a vivir —al menos de alguna manera patente y que no necesita muchas explicaciones— como vivió Jesús, esos son los que se saben la cristología que brotó del mismo Jesús.
       La cristología que se explica de tal forma que enseguida se entiende por qué tuvo que enfrentarse a los hombres de la religión. Por qué fue visto como un escandaloso, un blasfemo, un subversivo al que era necesario y urgente eliminar (in 11,47-53).
       Así se comprende que “llevar la cruz”, no es la “negación de sí mismo”, ni “va contra la búsqueda de sí mismo”, sino contra la auto-conservación (en el fondo angustiosa) de quien vive fijado en su propio yo (E. Drewermann).

Dedicación de la Basílica de
Sta. María la Mayor

 
Hoy se celebra la dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Si quiere conocer más sobre esta magnífica Basílica aquí le dejamos lo más destacado de su milenaria historia.   Construcción de la Basílica: Como respuesta a la petición de la Virgen Santísima, en la aparición conocida como Nuestra Señora de las Nieves, el Papa mandó construir la basílica y él mismo dio el primer golpe con el pico. El Papa Liberio consagró el santuario de Nuestra Señora en el año 360. Un mosaico sobre la entrada recuerda el milagro de la nieve.   El milagro: En tiempo del papa Liberio, segunda mitad del siglo IV, existía en Roma un matrimonio sin hijos. Lo mismo Juan que su esposa pertenecían a la más alta nobleza. Eran excelentes cristianos y contaban con una gran fortuna que las numerosas limosnas a los pobres eran incapaces de agotar. Se hacían ancianos los nobles esposos y, pensando en el mejor modo de emplear su herencia, pedían insistentemente a la Madre de Dios que les iluminase.   He aquí que la Virgen les declara de forma maravillosa sus deseos. A Juan Patricio y a su esposa se les aparece en sueños, y por separado, la Señora para indicarles su voluntad de que se levante en su honor un templo en el lugar que aparezca cubierto de nieve en el monte Esquilino. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más calurosos de la canícula romana.   Van los dos esposos a contar su visión al papa Liberio. Este había tenido la misma revelación que ellos. El Sumo Pontífice organiza una procesión hacia el lugar que había señalado la Madre de Dios. Todos se maravillaron al ver un trozo de campo acotado por la nieve fresca y blanca. La Virgen acababa de manifestar de este modo admirable su deseo de que allí se levantase en su honor un templo. Este templo es hoy día la basílica de Santa María la Mayor.   La basílica actual, de construcción posterior en el mismo sitio, sigue siendo la más grande dedicada a la Madre de Dios en Roma y la más esplendorosa en Italia después de Loreto. Debido a su enorme tamaño y esplendor, pero sobre todo por ser la más antigua dedicada a la Virgen, recibió el título de Basílica de Santa María la Mayor. (Hay cuatro basílicas mayores, las otras tres siendo: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo extramuros).  Por ser la más importante basílica dedicada a la Virgen, el Papa la visita con frecuencia.   En esta basílica el Papa proclamó a la Virgen como Reina de los cielos y de la tierra.
En el siglo IV d.C. vivía en Roma una piadosa pareja. Él se llamaba Juan Patricio mientras que el nombre de su esposa se desconoce. Habían sido bendecidos con abundancia de bienes y también de fe. Sin embargo, su gran dolor era no tener hijos con los que pudieran compartir sus dones. Durante años habían rezado por un hijo y heredero. En esta situación pasaron muchos años sin ningún resultado. Por fin decidieron nombrar como heredera a la Santísima Virgen y le rezaron con devoción para que los guiara en la asignación de la herencia.

Nuestra Señora de las Nieves


     Nuestra Señora les agradeció sobremanera y la noche del 4 de agosto, se le apareció a Juan Patricio y a su esposa, diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que ella señalaría con una nevada. También se le apareció al Papa Liberio con el mismo mensaje. En la mañana siguiente, el 5 de agosto, mientras brillaba el sol en pleno verano, la ciudad quedó sorprendida al ver un terreno nevado en el Monte Esquilino. La pareja, feliz, se apresuró al lugar y el Papa Liberio marchó hacia el mismo en solemne procesión. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser utilizado para la basílica y desapareció una vez señalado el lugar. Pronto se construyó la Basílica de Santa María la Mayor.


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