miércoles, 3 de agosto de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 4 DE AGOSTO - JUEVES 18ª ~ SEMANA DEL T.O.-C San Juan María Vianney, presbítero




4 DE AGOSTO - JUEVES
18ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
San Juan María Vianney, presbítero

       Evangelio según san Mateo 16, 13-23
   En aquel tiempo, llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe y preguntaba a sus discípulos:
        “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”
       Ellos contestaron:
       “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros Jeremías o uno de los pro fetas”.
       Él les contestó:
       “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
       “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
       Jesús le respondió:
       “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás,
porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
       Ahora te digo yo:
       Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
       Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
        Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que era el Mesías.
       Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
       Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
       “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”.
       Jesús se volvió y dijo a Pedro:
       “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”.
      
       1. Este evangelio (y los otros dos sinópticos) relatan dos episodios, relacionados uno con el otro y colocados de forma que componen un “quiasmo”.  Lo que significa que la enseñanza del segundo relato (Mt 16, 21-23; Mc 8, 31- 9, 1; Lc 9, 22-27) no se puede comprender nada más que teniendo en cuenta la enseñanza del primera, lo mismo: lo que se dice en el primer episodio (Mt 16, 13-20; Mc 8, 27-30; Lc 9, 22-27)no se puede comprender si no se tiene presente lo que se dice en el segundo.
       Aquí la inversión, que comporta el “quiasmo”, consiste en que se juntan el mayor elogio de Pedro (“tú eres la “Roca”) con el mayor rechazo de Pedro (“tú eres “Satanás”).
De ahí, la verdad estremecedora que ha formulado Gerhard Lohfink: “el problema no es si Jesús fundó la Iglesia, sino si la Iglesia está fundada en Jesús”.
       Esto debió ser un problema muy preocupante para la Iglesia naciente, dado que los tres evangelios unen, en Pedro, el “mayor elogio” con el “mayor rechazo”.

       2. En el relato de Mateo se dice que Jesús “edificará su Iglesia sobre la roca” (16, 18), de la que muchos han dicho que es Pedro.
       Aparte de que cada día es más seguro que Jesús no dijo eso (U. Luz, W. Kümmel...), el problema que se ha montado sobre este texto, está en que Jesús habla aquí de la “estabilidad” de la Iglesia (“edificada sobre roca”) (Mt 7, 24), no del “poder” sobre la Iglesia.

       3.   Por eso Jesús aclara las cosas diciendo que darle estabilidad a su proyecto mediante el éxito, el triunfo y el poder, eso es un proyecto de Satanás, un escándalo.
       Jesús veía todo esto al revés de como lo veía Pedro.
       Su proyecto tiene que ir adelante pasando por la persecución, la condena y el fracaso.
       Lo que le esperaba en Jerusalén.
       La Iglesia tendrá estabilidad y consistencia, NO mediante la fuerza del poder absoluto, SINO mediante la ejemplaridad de la bondad sin límites.

San Juan María Vianney, presbítero

Cura de Ars, nacido en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de Mayo de 1786; muerto en Ars el 4 de Agosto de 1859.; hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió una escuela para aspirantes a eclesiásticos, y Juan Bautista María Vianney fue enviado a ella. Aunque era de inteligencia mediana y sus maestros nunca parecen haber dudado de su vocación, sus conocimientos eran extremadamente limitados, limitándose a un poco de aritmética, historia, y geografía, y encontró el aprendizaje, especialmente el estudio del latín, excesivamente difícil. Uno de sus compañeros, Matthias Loras, después primer obispo de Dubuque, le ayudaba en sus lecciones de latín.
Pero ahora se presentó otro obstáculo. El joven Vianney fue llamado a filas, al haber obligado la guerra de España y la urgente necesidad de reclutas a Napoleón a retirar la exención que disfrutaban los estudiantes eclesiásticos en la diócesis de su tío, el Cardenal Fesch. Matthieu Vianney intentó sin éxito procurarse un sustituto, de modo que su hijo se vio obligado a incorporarse. Su regimiento pronto recibió la orden de marchar. La mañana de la partida, Juan Bautista María fue a la iglesia a rezar, y a su vuelta a los cuarteles encontró que sus camaradas se habían ido ya. Se le amenazó con un arresto, pero el capitán del reclutamiento creyó lo que contaba y lo mandó tras las tropas. A la caída de la noche se encontró con un joven que se ofreció a guiarle hasta sus compañeros, pero le condujo a Noes, donde algunos desertores se habían reunido. El alcalde le persuadió de que se quedara allí, bajo nombre supuesto, como maestro. Después de catorce meses, pudo comunicarse con su familia. Su padre se enfadó al saber que era un desertor y le ordenó que se entregara, pero la cuestión fue solucionada por su hermano menor que se ofreció a servir en su lugar y fue aceptado.
Juan Bautista María Vianney reanudó entonces sus estudios en Ecully. En 1812 fue enviado al seminario de Verrieres; estaba tan mal en latín que se vio forzado a seguir el curso de filosofía en francés. Suspendió el examen de ingreso al seminario propiamente dicho, pero en un nuevo examen tres meses más tarde aprobó. El 13 de Agosto de 1815 fue ordenado sacerdote por Monseñor Simon, obispo de Grenoble. Sus dificultades en los estudios preparatorios parecen haberse debido a una falta de flexibilidad mental al tratar con la teoría como algo distinto de la práctica - una falta justificada por la insuficiencia de su primera escolarización, la avanzada edad a la que comenzó a estudiar, el hecho de no tener más que una inteligencia mediana, y que estuviera muy adelantado en ciencia espiritual y en la práctica de la virtud mucho antes de que llegara a estudiarla en abstracto. Fue enviado a Ecully como ayudante de M. Balley, quien fue el primero en reconocer y animar su vocación, que le instó a perseverar cuando los obstáculos en su camino le parecían insuperables, que intercedió ante los examinadores cuando suspendió el ingreso en el seminario mayor, y que era su modelo tanto como su preceptor y protector. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de párroco en esta remota aldea francesa en las que el "cura de Ars" se hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a las niñas de "La Providencia" en el catecismo, y estas enseñanzas catequéticas llegaron a ser tan populares que al final se daban todos los días en la iglesia a grandes multitudes. "La Providencia" fue la obra favorita del "cura de Ars", pero, aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque el santo cura pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la oposición de mucha buena gente. Su cierre fue una pesada prueba para él.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. El Venerable Padre Colin se ordenó diácono al mismo tiempo, y fue su amigo de toda la vida, mientras que la Madre Marie de la Providence fundaba las hermanas auxiliadoras de las ánimas del purgatorio por su consejo y con su constante aliento. Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial.

En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra el 4 de Agosto.

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