8 DE AGOSTO - LUNES
19ª ~ SEMANA DEL T.O.-C
Santo Domingo de Guzmán, Sacerdote
Evangelio según san Mateo 17,
21-26
En aquel tiempo, mientras Jesús
y los discípulos recorrían juntos la Galilea, les dijo Jesús:
“Al Hijo del Hombre
lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al
tercer día”.
Ellos se pusieron
muy tristes.
Cuando llegaron a
Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro
y le preguntaron: “¿Vuestro maestro no paga las dos dracmas?”
Contestó:
“Sí”.
Cuando llegó a
casa, Jesús se adelantó a preguntarle:
“¿Qué te parece,
Simón”? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos
o a los extraños?”.
Contestó:
“A los extraños”.
Jesús le dijo:
“Entonces, los hijos
están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al lago, echa el
anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda
de plata. Cógela y págales por mí y por ti”.
1. Lo que aquí salta a la
vista, es que Jesús, ni estaba exento de pagar impuestos, ni quería estarlo.
Jesús quiso, para él y para sus seguidores, que fueran buenos ciudadanos,
sin ninguna clase de privilegios. Eso, por lo menos, es lo que está fuera de
duda, a la
vista de este relato. Y sabemos que Jesús daba limosna a los pobres (Jn 12,
5-6; 13,
29).
Pero, si era necesario, se deja robar por el fisco, con tal de no
portarse como un ciudadano que gozaba de privilegios fiscales.
2. El impuesto, por el que
le preguntan a Pedro, no era el impuesto civil, que se paga al Estado. En vida
de Jesús, ese impuesto de “las dos dracmas” (didrachma) era el impuesto
religioso que los judíos pagaban al Templo (Josefo, Filón).
Pero, después del año 70 (cuando se redactó este evangelio), al no
existir el destruido templo de Jerusalén, se sabe que los judíos, por decisión
del emperador Vespasiano, tenían que pagar el impuesto religioso al templo de
Júpiter capitolino (Josefo, Dión Casio).
Este impuesto tenía un significado punitivo, que indicaba la
superioridad del
Imperio
sancionado por Júpiter (W. Carter).
La respuesta de Pedro, a la pregunta que
le hacen
sobre el impuesto, apunta claramente a que Jesús pagaba el impuesto del templo
de Jerusalén. Y también indica que los cristianos de los años posteriores al 70
también pagaban el impuesto al templo de Júpiter.
3. ¿Por qué los cristianos
pagaban este impuesto que obligaba a los judíos?
No es fácil encontrar una respuesta indiscutible. Y sabemos que
sobre este asunto
hay
múltiples opiniones entre los estudiosos de los evangelios. La explicación que ofrece
el texto de Mateo sobre quiénes pagaban el impuesto y quiénes no, admite
explicaciones muy diversas. Lo único cierto que sabemos es que ni Jesús ni los primeros
cristianos aceptaron privilegios fiscales.
Probablemente influyó, en este comportamiento, el empeño de la
Iglesia naciente por integrarse en el Imperio y no dar argumentos para ser
enjuiciada como una secta de subversivos rebeldes. En cualquier caso, lo que
está fuera de duda es que ni Jesús ni los primeros cristianos toleraron
privilegios económicos.
¿Cuándo aprenderá esto la Iglesia?
Santo Domingo de Guzmán, Sacerdote
Nació
en Caleruega (Burgos) en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente
y muy encumbrada. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza,
parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal,
descendían de los condes-fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos, Antonio y
Manés.
De
los siete a los catorce años (1177-1184), bajo la preceptoría de su tío el
Arcipreste don Gonzalo de Aza, recibió esmerada formación moral y cultural. En
este tiempo, transcurrido en su mayor parte en Gumiel de Izán (Burgos),
despertó su vocación hacia el estado eclesiástico.
De
los catorce a los veintiocho (1184-1198), vivió en Palencia: seis cursos
estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y
otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia.
Al
terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo
Regular en la Catedral de Osma. Fue en el año 1191, ya en Palencia, cuando en
un rasgo de caridad heroica vende sus libros, para aliviar a los pobres del
hambre que asolaba España.
Al
concluir la Teología en 1194, se ordenó sacerdote y es nombrado Regente de la
Cátedra de Sagrada Escritura en el Estudio de Palencia.
Al
finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio universitario, con veintiocho
años de edad, se recogió en su Cabildo, en el que enseguida, por sus relevantes
cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de
la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario
General de la misma.
En
1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma,
Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las
bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes,
siempre acompañando al obispo Diego a Dinamarca y a Roma, decidiéndose durante
ellos su destino y clarificándose definitivamente su ya antigua vocación
misionera. En sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que
en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio
III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como
predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans,
Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.
Para
remediar los males que la ignorancia religiosa producía en la sociedad, en 1215
establece en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores, cedida a
Domingo por Pedro Sella, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra.
En
septiembre del mismo año, llega de nuevo a Roma en segundo viaje, acompañando
del Obispo de Tolosa, Fulco, para asistir al Concilio de Letrán y solicitar del
Papa la aprobación de su Orden, como organización religiosa de Canónigos
regulares. De regreso de Roma elige con sus compañeros la Regla de San Agustín
para su Orden y en septiembre de 1216, vuelve en tercer viaje a Roma, llevando
consigo la Regla de San Agustín y un primer proyecto de Constituciones para su
Orden. El 22 de diciembre de 1216 recibe del Papa Honorio III la Bula
“Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.
Al
año siguiente retorna a Francia y en el mes de Agosto dispersa a sus frailes,
enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Allí se
manifiesta su poder taumatúrgico con numerosos milagros y se acrecienta de modo
extraordinario el número de sus frailes. Meses después enviará los primeros
Frailes a Bolonia.
Habrá
que esperar hasta finales de 1218 para ver de nuevo a Domingo en España donde
visitará Segovia, Madrid y Guadalajara.
Por
mandato del Papa Honorio III, en un quinto viaje a Roma, reúne en el convento
de San Sixto a las monjas dispersas por los distintos monasterios de Roma, para
obtener para los Frailes el convento y la Iglesia de Santa Sabina.
En
la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden,
celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones.
Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará
la creación de ocho Provincias.
Con
su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en
funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de
agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia,
donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el
Papa Gregorio IX, lo canonizó.
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