viernes, 19 de agosto de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 20 de agosto – sábado – 20ª – Semana del T. O.- C San Bernardo de Claraval




20 de agosto – sábado –
20ª – Semana del T. O.- C
San Bernardo de Claraval

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
 «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

 1-        Hace años le oí a un sacerdote decir que el predicaba solamente aquello que vivía. Le escuché con atención y quise entender lo que quería decir. Pero pensé entonces y pienso ahora que, si predico sólo lo que vivo, lo que ya he hecho vida, del Evangelio, entonces probablemente mis predicaciones serían brevísimas y muy poco numerosas. Exagerando un poco, podría decir que con una o dos al año y de tres o cuatro minutos cada una, ya tendría suficiente para predicar lo que vivo. ¡Me queda tanto! ¡Son tantas mis imperfecciones, mis lagunas! ¡Son tan pocas mis fuerzas! Quizá los que leen estos comentarios estén ya muy adelantados en el camino del seguimiento. Por mi parte, lo sigo intentando todos los días con la conciencia de que aún queda mucho por vivir.

   2.-   Pero lo que también hago todos los días, es dar gracias a Dios porque, como dice san Pablo, aunque sea en vasijas de barro, llevamos el evangelio en nuestras manos (2 Cor 4,7). Y eso es lo más grande y lo mejor que nos ha podido pasar. Si Jesús se dirigiese a los lectores de estos comentarios, les diría también lo mismo que decía a sus oyentes de los fariseos: haced lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen. Y tendría toda la razón del mundo. No me podría criticar mi buena voluntad, ciertamente, pero sí que se daría cuenta con relativa facilidad de las muchas inconsistencias y contradicciones que hay en mi vida.

   3.-     Digo todo esto, porque a veces tenemos una idea muy negativa de los fariseos. Como si ellos fueran los malos de la película. Todos unos hipócritas, sólo preocupados por guardar las apariencias. Algunos serían así, desde luego. Pero muchos otros eran buena gente, personas de buena voluntad, deseosos de cumplir en todo momento la voluntad de Dios. Quizá había terminado equivocando ese deseo con la búsqueda de la seguridad a través del cumplimiento exhaustivo de unas normas cuya letra terminó siendo más importante que su contenido y motivación.

      Conclusión: no hay que desautorizar al predicador porque no sea totalmente coherente con lo que predica. Al fin y al cabo, Jesús no dice en ningún momento “no hagáis lo que dicen”. Recomienda más bien a sus oyentes que “hagan lo que dicen pero que no hagan lo que hacen.” Perfecto. Está claro. En realidad, el predicador es un vocero del Evangelio. No es dueño ni responsable del mensaje. Todos estamos a la escucha de la palabra de Jesús. Todos tenemos que ir haciéndola vida. Todos estamos en camino. También el que predica. Y todos, con mucha humildad, oramos unos por otros, para que vayamos siendo más fieles y más capaces de amar hasta dar la vida, como él hizo.

San Bernardo de Claraval

 
Nació en el castillo de Fontaine-les-Dijon, en Borgoña, Francia en el año 1090 con el nombre de pila de Bernard de Fontaine. Fue el tercero de siete hermanos. Su padre era caballero del duque de Borgoña y lo educó en la escuela clerical de Châtillon-sur-Seine. Después de la muerte de su madre, entró en la Orden del Císter.
Esta orden había sido fundada pocos años antes por Roberto de Molesmes bajo la regla de san Benito. Sólo tenía un monasterio, y por la dureza de la vida que llevaban, tenía pocos miembros. Tal monasterio se encontraba cercano a su casa paterna. Odón, duque de Borgoña, su benefactor, contribuyó con la construcción de este primer monasterio, igualmente, le donó tierras y ganados.
Cuando a los 23 años, en el año 1113, ingresó como novicio en la orden del Císter, le acompañaban 4 hermanos, un tío y algunos amigos (hasta 30 personas según otras fuentes). Previamente los había probado durante seis meses, asegurándose de su lealtad y formando un grupo muy unido. El convencer a tantos fue una labor ardua, especialmente a su hermano Guido, que estaba casado y tenía dos hijas, y que finalmente dejó a su familia y entró en la orden.
Posteriormente entrarían en la orden su padre y su hermano menor.
El año 1115, Stephen Harding, el abad de Císter, ante el doble problema de la masiva presencia del clan de los Fontaine y el repentino hacinamiento que habían provocado en su monasterio, decidió enviar a Bernardo a fundar el monasterio de Claraval, una de las primeras fundaciones cistercienses. Fue designado abad del nuevo monasterio, puesto que desempeñó hasta el final de su vida. Fue el obispo de Chalons-sur-Marne, el filósofo Guillermo de Champeaux quien le ordenó sacerdote y le bendijo como abad.
El inicio de Claraval fue muy duro. El régimen impuesto por Bernardo era muy austero y afectó su salud. Guillermo de Champeaux debió intervenir, delegado por el capítulo general del Císter, para vigilar la salud de Bernardo suavizando la falta de alimentación y la mortificación implacable que se imponía a sí mismo. Este se vio obligado a dejar la comunidad y trasladarse a una cabaña que le servía de enfermería y donde era atendido por unos curanderos.
A lo largo de su vida fundó 68 monasterios distribuidos por toda Europa. Los inicios fueron lentos. En los 10 primeros años sólo se establecieron tres nuevas fundaciones: Tres Fontanas (1118), Fontenay (1119) y Foigny (1121). A partir de 1130 se extienden las primeras abadías por Alemania, Inglaterra y España (Moreruela, 1132).

Visión de san Bernardo,
María se aparece a san Bernardo.
Filippino Lippi,
Badia Fiorentina, Florencia.
Espiritualmente fue un místico y se le considera uno de los fundadores de la mística medieval. Tuvo una gran influencia en el desarrollo de la devoción a la Virgen María.
Bernardo fue un inspirador y organizador de las órdenes militares, creadas para acoger y defender a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa y para combatir el islam. Así, tuvo gran influencia en la creación y expansión de la Orden del Temple, redactó sus estatutos e hizo reconocerla en el Concilio de Troyes, en 1128.
En 1130, el Cisma del antipapa Anacleto lo apartó de la vida monástica en clausura y comenzó una intensa actividad pública en defensa de Inocencio II. Estuvo movilizado de 1130 a 1137 e hizo del abad uno de los políticos más influyentes de su tiempo.
Participó en las principales controversias religiosas de su época. Sostenía que el conocimiento de las ciencias profanas es de escaso valor comparado con el de las ciencias sagradas. Sus sentimientos frente a los dialécticos se revelaron en los enfrentamientos que mantuvo con Gilberto de la Porré y Pedro Abelardo.
La predicación en la Iglesia medieval era esencial y Bernardo fue uno de sus grandes predicadores. Reclamado constantemente por la clerecía local, realizó numerosos viajes por el sur de Francia, Renania y otras regiones. También predicó las excelencias espirituales de la vida monástica y convenció a muchos para que ingresasen en la orden cisterciense. Se le conocía como Doctor melifluo (boca de miel), por su suavidad y dulzura.
Se desplazaba habitualmente a pie, acompañado de un monje, que hacía de secretario y escribía a su dictado durante los desplazamientos.
Bernardo predicó en el Languedoc en 1145 a los cátaros o albigenses, siendo elogiado, pero en Verfeil, cerca de Toulouse, se le abucheó. Años después de la muerte de Bernardo, en 1209, los cátaros fueron declarados herejes, y varios cistercienses se pusieron al frente de la cruzada que reprimió este movimiento.
En 1145, Eugenio III fue nombrado papa. Es el primer papa cisterciense y discípulo de Bernardo. Había coincidido con él en uno de sus viajes y le siguió desde Italia hasta Claraval. Allí pasó 10 años de vida monástica. En 1140, Bernardo lo había enviado de vuelta a Italia como abad de Tre Fontane, la 34.ª fundación de Claraval.
Su mayor y más trágica empresa fue la Segunda Cruzada, cuya predicación fue por completo obra de Bernardo. Allí apareció con toda su fuerza y con toda su debilidad su ideal religioso. Su fracaso afectó negativamente a su influencia y a su figura carismática, excepcional hasta entonces tanto con el poder religioso como político.
En 1153, enfermó del estómago -no retenía la comida y las piernas se le hinchaban-, quedó muy débil y murió.
Fue canonizado el 18 de junio de 1174 por el papa Alejandro III, siendo declarado Doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830. Su fiesta litúrgica se celebra el 20 de agosto en el aniversario de su muerte, siendo el santo patrón de Gibraltar,19 de Algeciras,20 21 de los trabajadores agrícolas y del Queen’s College de Cambridge. Sus atributos iconográficos son la pluma, el libro, el perro, el dragón, la colmena y la figura de la Virgen María.


No hay comentarios:

Publicar un comentario