25 DE AGOSTO - JUEVES
21ª~ SEMANA DEL T. O.-C
San Ginés de Arlés
Evangelio
según san Mateo 24, 42-5 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora de la noche viene el
ladrón, estaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso estad también vosotros
preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.
¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga
de dar a la servidumbre la comida a sus horas?
Pues dichoso ese criado, si el amo, al llegar lo encuentra
portándose así.
Os aseguro que le confiará la administración de todos sus
bienes.
Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo
tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los
borrachos, el día y a la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará
pedazos, como se merecen los hipócritas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
1. Jesús
hace aquí un llamamiento a la vigilancia. El texto utiliza el verbo “grégoréo”,
que significa “estar despierto” o “estar vigilante”. Y que, en el N. T., se
utiliza sobre todo para exhortar.
Es importante el sentido de este verbo
para insistir en la necesidad de “estar preparados para la llegada de Jesús”
(Mt 24,42; 25, 13; Mc 13, 3-37; cf. 1 Tes 5, 6; Ap 3, 2. 3; 16, 15) (J. M.
Nützel).
Pero teniendo en cuenta que no se trata
directamente de la vigilancia ante la muerte inesperada. Se trata, más bien, de
lo vigilantes que debemos estar los humanos para tratar debidamente a los demás
(Mt 24, 45-51).
No es, pues, la vigilancia ante el peligro
de posible condenación, sino la vigilancia ética que se refiere al cuidado que
hemos de tener en la mejor relación posible con nuestros semejantes.
2. Jesús,
por tanto, no habla aquí de la vigilancia ante el posible fin del mundo, la llamada
vigilancia “escatológica”. De eso se habla algunas veces en el N. T. (Mc 1 34-37;
1 Tes 5, 6; Hech 16, 15, en Qumran: Q 12, 37). Pero, por lo visto, ese tema no fue
objeto de preocupación especial para Jesús. Lo que a él le interesó de verdad
es que los humanos no nos dediquemos a buscar nuestra buena vida solamente,
sino que nuestro interés determinante sea el cuidado de los demás,
especialmente los que se ven en mayores necesidades.
3. La
vigilancia obsesiva de los que andan siempre pensando en la propia muerte puede
(y suele) ser una forma refinada de egoísmo, que se centra en el propio interés.
Y, además, es una clara manifestación de que uno no se fía de Dios, ni toma en serio
la bondad incondicional del Padre de cielo.
Quizá —a quien esto le ayude— no vendría
mal pedirle a Dios todos los días que nos fiemos tanto de él, que la muerte nos
llegue en condiciones tales que no podamos ni prepararnos a “bien morir”.
Se sabe que el conocido jesuita Tony de
Mello confió, a algún amigo, que su oración
constante a Dios era pedirle una muerte que no
le diera tiempo para prepararse a bien morir. Porque así vivía su convicción de
que la muerte “siempre es buena”, ya que consiste en entregarse al abrazo sin
fin del Padre.
Y así sucedió. Mello murió de repente, a
causa de un infarto, en el aeropuerto de Nueva York.
San Ginés de Arlés
En
Arlés, de la Provenza, san Genesio, mártir, que todavía catecúmeno y
desempeñando el oficio de escribano, al negarse a actuar contra los cristianos
buscó la salvación en la huida, pero, detenido por los soldados, fue bautizado
con su propia sangre (303).
Ginés, nativo de Arlés, fue un soldado que llegó a ser
conocido por su maestría en la escritura, por lo que fue nombrado secretario
del magistrado romano de Arlés.
En
el desarrollo de las funciones de su oficio, le fue dictado para ser copiado el
decreto de persecución de los cristianos.
Indignado
en su ideal de justicia, el joven catecúmeno lanzó las tablillas de cera donde
tomaba sus notas a los pies del magistrado y huyó.
Fue capturado y ejecutado y recibió el bautismo en su
propia sangre.
Su
veneración debe ser muy antigua, y su nombre se halla en el Martyrologium
Hieronymianum. Una iglesia y un altar dedicados a él eran ya conocidos en el
siglo IV. Así, el obispo de la ciudad, San Hilario de Arlés, cuenta que,
mientras se celebraba la solemnidad de San Ginés:
"Iba mucha gente a su iglesia, y tenían que pasar por un puente del
río Ródano, pero cargó tanta multitud que iba al oficio, que se hundió ...
estaba allí el entonces obispo de la ciudad, llamado Honorato, se puso de
rodillas pidiendo a San Ginés alcanzase de Dios remedio para toda aquella gente
que por ir a honrarlo padecía tal desgracia ... no había concluido su petición,
cuando se vio que salían del río cuantos en él habían caído. Ninguno quedó
ahogado, ninguno tullido de pie o mano, ninguno descalabrado.
Mojados todos y todos muy alegres ... Pasaron en barcas
el río y fueron a la iglesia de San Ginés para dar gracias a Dios por lo que
había hecho por la intercesión del Santo".
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