domingo, 28 de agosto de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 29 DE AGOSTO - LUNES 22ª - SEMANA DEL T. O. - C Martirio de San Juan Bautista




29 DE AGOSTO - LUNES
22ª - SEMANA DEL T. O. - C
Martirio de San Juan Bautista

       Evangelio según san Marcos 6, 17-29
    En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
       El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano
Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
       Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a
Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía.
       Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
       La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
       La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:   “Pídeme lo que quieras, que te lo doy.”
       Y le juró:
       “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
       Ella salió a preguntarle a su madre:       “¿Qué le pido?”.
       La madre le contestó:
       “La cabeza de Juan, el Bautista”.
       Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
       “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista”.
       El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan.
       Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
       Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

        1.   La verdad nos hace libres. Pero cuidado, porque vivir en la verdad tiene sus consecuencias. Con cierta frecuencia dramáticas. En otras, todo hay que decirlo, no. Sin embargo, en el pulso entre el reino de la luz y el de las tinieblas, en apariencia, apareciera que frecuentemente gana la partida el mal. La borrachera de Herodes desencadena que Herodías se cebe con quien no podía tragar por decir la verdad.

        2.   La permisividad y cobardía del rey hacen que ruede la cabeza de Juan. Una vez que la maquinaria del mal se pone en marcha podemos esperar de todo. Hasta un amargo final como fue el caso de Juan.
       Precisamente por eso hay que ser conscientes de que, si decidimos decir la verdad, podemos llegar a arriesgar hasta la propia vida, la fama o la honra.

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

Juan el Bautista era hijo de san Zacarías y santa Isabel. Casi toda su vida transcurrió en el desierto. Allí se preparó con la oración y el ayuno para la misión de precursor que Dios le había escogido ya antes de su nacimiento.
A los treinta años de edad recorrió el valle del Jordán predicando, a fin de preparar la llegada del Mesías. Cuando Jesús se acercó a Juan para que lo bautizase, éste presentó ante sus discípulos al Maestro. Y cuando el Salvador comenzó su vida púbIica, Juan continuó su camino, predicando.
Reinaba entonces en Judea el tetrarca Herodes Antipas, hijo de aquel otro Herodes llamado Ascalonita que ordenó la matanza de los inocentes. Estaban con él Herodías y su hija Salomé. En su madurez, durante un viaje a Roma, capitaI del Imperio, Herodes Antipas había arrancado Herodías a su medio hermano Filipo, para vivir con ella, llevando ambos una vida licenciosa.
El país todo se indignó, pero nadie tuvo el valor de reprochar al tetrarca su conducta escandalosa. Nadie, excepto un hombre: Juan el Bautista, quien, apersonándose repetidamente al rey, le enrostraba: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”. Herodes no se decidía a tomar medidas en contra de él, pero Herodías clamaba a su lado pidiéndole que eliminara a aquel hombre que la humillaba. Por último, abrumado, el tetrarca mandó prenderlo y lo aherrojó a la cárcel.
Al llegar la fiesta de su cumpleaños, Herodes invitó a un banquete a los grandes de su corte, a los jefes de las tropas y a la gente de mayor prestigio social de Galilea.
La magnificencia, eI lujo y el derroche campeaban en el festín. Los esclavos circulaban entre los invitados con bandejas cargadas de pIatos raros y exquisitos vinos procedentes de las regiones más apartadas de] Imperio.
Entró, por último, Salomé, la hija de Herodías; bailó y agradó tanto a Herodes, que éste dijo a Ia joven:
Pídeme cuanto quieras, que te lo daré. Y añadió con juramento: Aunque sea la mitad de mi reino.
Salió entonces ella de la sala y fue a una contigua, donde se hallaba su madre con las otras mujeres.
¿Qué pediré? le preguntó.
Respondió ésta:
La cabeza de Juan el Bautista.
Se entristeció Herodes; más se creyó obligado por el impío juramento. Momentos después, Juan agregaba a sus palabras el testimonio de su sangre, siendo martirizado en la cárcel de Maqueronte. Su cabeza ensangrentada apareció en la sala traída en una bandeja por el verdugo. La tomó Salomé y se la entregó a su madre, quien se ensañó con ella, según refiere san Jerónimo.

Tenía san Juan Bautista treinta y dos años de edad y corría el año 31 de nuestra era.

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