16 de Agosto -Martes -
20ª semana del Tiempo Ordinario
San Roque
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,23-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los
cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja
que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»
1.- Otra vez a vueltas
con el tema de la riqueza. Parece que es una de las obsesiones de Jesús. Hasta
llegar a una expresión tan exagerada como la del Evangelio de hoy: “Es más
fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino
de Dios.” Dicha la frase, la entrada de un rico en el reino es algo que sería
mejor no intentarlo porque realmente parece que es imposible. Tan imposible
como que un camello pase por el ojo de una aguja.
Los discípulos se preocupan y tienen razón para preocuparse. Por
la sencilla razón de que el dinero es algo necesario en la vida. A veces tanto
despreciar a las riquezas supone un poco despreciar la vida de tantas y tantas
personas que trabajan muy duro muchas horas al día, siete días a la semana y
todas las semanas del año apenas para conseguir lo justo para sobrevivir ellos
y su familia. Y siempre con la amenaza de perder el trabajo o de no conseguir
lo suficiente. Muchas personas en nuestro mundo el dinero lo consiguen con
mucho esfuerzo, con mucho sacrificio. Y les es absolutamente necesario para
llegar al día siguiente.
2.- Decir que no hay que dar importancia al dinero, que hay que ser
pobres y desprendidos, que no hay que preocuparse tanto por ganarlo, es como
dar una bofetada en la cara de tantos y tantas que viven con lo justo y con un
poco menos de lo justo. Sólo los ricos se pueden permitir el lujo de hablar de
“desprendimiento” y cosas así.
Por eso, los discípulos se preguntan si alguien puede salvarse.
Entre los que tienen mucho y los que los desean para sobrevivir, casi estamos
todos los que formamos esta gran familia que es la humanidad.
Diría que hay que entender bien lo que dice Jesús. No dice que la
riqueza sea mala en sí misma. Las cosas, el dinero, lo que tenemos y unos ganan
con tanta facilidad y otros con tanto trabajo y esfuerzo, son siempre medios.
Este es el mensaje fundamental. Medios, ¿para qué? Sencilla respuesta si nos
ponemos en la perspectiva de Jesús: son medios para el Reino, para el servicio
de la fraternidad, para construir la justicia.
Es decir, el objetivo central, la prioridad absoluta, es el
Reino. Todo lo demás son medios que hay que saber poner al servicio del Reino.
Y, por ende, y si la ocasión lo exige, también hay que saber renunciar a
ellos.
3,- El hombre y
la mujer que trabajan duramente para sacar adelante a su familia están
trabajando al servicio del Reino. El rico que pone sus bienes a disposición de
los pobres, que trabaja para crear más riqueza, para crear puestos de
trabajo... también está trabajando al servicio del Reino.
El que tiene y trabaja para atesorar, para contar y recontar lo
que tiene, para lucirlo en frente de los demás, y que lo que tiene le sirve
para despreciar a los demás, ése sería mejor que se convirtiese porque si no le
va a ser más difícil entrar en el Reino que a un camello pasar por el ojo de
una aguja. Y se va a perder lo mejor de la vida: el Reino.
San Roque
Sus
primeros años y el deseo de ser pobre.
Según el
gran historiador de vidas de santos, Martirià Brugada, uno de los textos más
fidedignos que nos narra la vida de este buen amigo es el "Acta Brevoria",
un escrito anónimo y posiblemente redactado en la zona italiana de la Lombardía
hacia el 1430. Para este sacerdote gerundense, de este texto derivan las
narraciones posteriores, en las que según ellas, el nacimiento de Roque habría
sido fruto de un voto hecho por sus padres que sufrían por no tener hijos.
Cuenta la
historia que Roque habría nacido por el año 1.300 en la ciudad francesa de
Montpellier. Quedó huérfano muy pronto y vendió toda la herencia familiar para
entregar los beneficios a los pobres. De alguna manera, nuestro santo habría
hecho realidad aquella cita del evangelio de Mateo que dice: "Vende lo que
tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en el cielo y luego
vente conmigo". Con este deseo de seguir en la pobreza a Jesús y también
de enseñar la fe cristiana, inició su peregrinación a Roma.
En la zona
de la Toscana, Roque se hospedó en la ciudad de Acquapendente y, en el
hospital, se puso a servir a todas aquellas personas que estaban infectadas de
la peste, logrando, cómo no, curaciones admirables e inexplicables.
Seguramente, San Roque aprendió nociones de Medicina en su ciudad natal, que
puso luego en práctica durante sus peregrinaciones. Recordemos, amigo
cibernauta, que Montpellier es una de las ciudades más prestigiosas de Europa
en temas médicos, allí hay la reconocida Universidad de Montpellier, que fue
fundada en el siglo XIII. Se cuenta que en la ciudad italiana de Cesanea, antes
de llegar a Roma, nuestro santo curó a un cardenal, y que este lo presentó
luego al Papa.
Cuando se
dispuso a regresar a su país, pasó por Rímini, hoy convertida en una de las
grandes zonas "pijas" de veraneo de Italia. Allí, Roque no se dedicó
a tomar el sol en la playa, ni a tomar helados, ni tampoco a tomar copas en una
terraza de un bar, sino que predicó el evangelio y continuó curando de la peste
a aquellas personas que podía. Tantas curaciones y tanto contacto con los
infectados, propició que en la ciudad de Piacenza él mismo quedara contagiado y
se viera obligado a retirarse en un bosque de las afueras de la ciudad.
El perro y
San Roque
Seguro que
tus padres o tus abuelos te habrán ya contado la preciosa narración del perro
de San Roque. Si te fijas en la estampa, nuestro santo va acompañado de un
simpático chucho. ¿Quién fue este perro?. Pues ... fue su salvador. Cuando hoy
en día, sobre todo en verano, se abandonan por las calles tantos perros que nos
han mostrado su cariño a lo largo del año, bueno será explicarles a aquellos
que hacen este tipo de salvajadas la historia de este animal que le salvó la
vida a un santo tan importante como fue Roque.
Se explica,
que cuando nuestro santo se trasladó al bosque para no infectar de esta manera
a los vecinos de Piacenza, recibía cada día la visita de un perro que le
llevaba un panecillo. El animalito lo tomaba cada día de la mesa de su amo, un
hombre bien acomodado llamado Gottardo Pallastrelli, el cual, después de ver la
escena repetidamente, decidió un día seguir a su mascota. De esta forma,
penetró en el bosque donde encontró al pobre moribundo. Ante la sorpresa, se lo
llevó a casa, lo alimentó y le hizo las curaciones oportunas. El mismo
Gottardo, después de comprobar la sencillez de aquél hombre y de haber
escuchado las palabras del evangelio que le enseñó, decidió peregrinar como él.
La curación definitiva de Roque fue gracias a un ángel que se le apareció. Cabe
decir que otras versiones populares afirman que fue el mismo perro quien le
curó, después de lamerle la herida de su pierna varias veces cuando el santo
estaba en el bosque. También cabe añadir, que, para algunos historiadores, el
redactor de la "Acta brevoria" sería el mismo Gottardo.
Una vez
curado, Roque decidió volver definitivamente a Montpellier, pero en el norte de
Italia, en el pueblo Angera, a orillas del lago Maggiore, unos soldados,
acusándolo de espía, lo arrestaron. Fue encerrado y moriría en prisión entre
los años 1376 y 1379. Algunos cuentan que tenía 32 años de edad.
Cabe decir
que San Roque había pertenecido a la Tercera Orden de los franciscanos, una
rama de esta congregación reservada a las personas laicas que quieren vivir
bajo la espiritualidad de San Francisco de Asís. Así lo reconoció el Papa Pío
IV en 1547.
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