jueves, 18 de agosto de 2016

Párate un momento: El evangelio del día 19 de Agosto - VIERNES – 20ª – Semana del T.O.- C San Juan Eudes, presbítero



19 de Agosto - VIERNES –
20ª – Semana del T.O.- C
San Juan Eudes, presbítero

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
 «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

1-     De la teoría a la práctica hay siempre una distancia considerable. Una cosa es decir que queremos seguir a Jesús, que queremos ser como él, imitarle en sus actitudes y estilo de vida y otra ponernos realmente en camino, andar cada paso, subir las cuestas y sudar cuando el sol está alto o cuando la lluvia arrecia y el viento dificulta caminar. 
      En el Evangelio de hoy aparecen los fariseos. Se oponen a Jesús. Imagino que sentirían que les quitaba la parroquia de seguidores. Y le tratan de vencer a través de las ideas. Por eso, sacan a su Goliat particular: uno de ellos que era más experto que los demás en la Ley, que sabía más que todos, que tenía buena lengua, que era más listo. Estarían convencidos de que Jesús no sabría responder a su pregunta: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?”

  2.-    No era una cuestión baladí. Entre las normas que hay en los libros del Antiguo Testamento y los comentarios que se habían ido haciendo, las normas se habían multiplicado y ser un judío devoto era más una cuestión de manual, de cumplir fielmente una multitud de normas que de corazón. De tanto fijarse en las normas, en las leyes, en las reglas, en lo que no se podía hacer y en lo que había que hacer, se habían olvidado el porqué de todas esas normas y leyes. Y estaban cayendo en el peligro de cumplir por cumplir. Son poner el corazón en ello. 
      A nosotros los cristianos nos puede pasar algo parecido cuando, por ejemplo, vamos a misa los domingos porque es obligatorio. Y terminamos estando allí como palos de escoba. Porque hay que estar. Y se nos olvida que la eucaristía es la fiesta de la comunidad que escucha la Palabra, que comparte el Pan, que celebra su fe y su fraternidad abierta a todos. Y que, sin esto, lo de estar presente como un pasmarote no vale para mucho.
      Pero Jesús no era hombre que se callase. Además, tenía las ideas muy claras. Sabía que mandamiento no hay más que uno. Lo demás son todo comentarios accidentales. El gran mandamiento es el amor. No hay más. Dios es amor. Y, si nos queremos parecer a él, ser como él, cumplir su ley, lo que tenemos que hacer es amar. En todo momento. En todo lugar. A todos. Sin dejar a nadie fuera. Lo demás, ya digo, son corolarios. Están bien pero nunca pueden hacer que se nos olvide lo fundamental: amar.

3-      Claro que amar no es esa especie de cuestión romántica, de sentimiento. Amar es el compromiso real y concreto por el bien de los hermanos. Amar es dar la vida. Se concreta de muchas maneras: desde preparar la comida a la familia con cuidado y cariño hasta sacar la basura cuando toca, pasando por ayudar al hermano necesitado o participar en la vida pública promoviendo la justicia para todos. Todo esto es amar. Y es lo único que tenemos que hacer. 


San Juan Eudes, presbítero


Este santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así:
"Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias".
Nació en un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus padres no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.
Ya desde pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la escuela lo golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le presentó la otra mejilla.
Estudio en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.
Al descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar misiones populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan Eudes".
Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".
San Juan Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio. En Francia, su patria, fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al resurgimiento religioso de la nación.
Con los mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la Congregación de Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso bien en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la predicación.
En sus misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a varias de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión: "Usted se vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se volverán a su vida de pecado; es necesario que les consiga casas donde se puedan refugiar y librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El santo aceptó este consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio para encargarse de las jóvenes en peligro. De esta asociación saldrá mucho después la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que tienen ahora en el mundo 585 casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a las jóvenes en peligro y rehabilitar a las que ya han caído.
Este santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de María, y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado Corazón.
Otro de sus Libros se titula: "La devoción al Corazón de Jesús". Por eso el Papa San Pío X llamaba a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones".
Redactó también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen Confesor", y "El predicador apostólico".
Murió el 19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su comportamiento se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre celestial me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".





No hay comentarios:

Publicar un comentario