11 DE ABRIL
MARTES SANTO
SAN ESTANISLAO
Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente
conmovido, dijo:
"Os aseguro que uno de vosotros me
va a entregar'. Los discípulos se miraron unos a otros, por no saber de quién
lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba en la mesa a su
derecha. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
"Señor, ¿quién
es?"
Le contestó Jesús:
"Aquel a quien yo le dé este trozo
de pan untado".
Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo
de Simón Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás.
Entonces Jesús le dijo:
"Lo que tienes que hacer hazlo
enseguida".
Ninguno de los comensales entendió a qué
se refería.
Como Judas guardaba la bolsa, algunos
suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo
a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió
inmediatamente.
Era de noche. Cuando salió dijo Jesús:
"Ahora es glorificado el Hijo
de/Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es glorificado en él, también
Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará)".
Simón Pedro le dijo:
"Señor, ¿a dónde vas?"
Jesús le respondió:
"Adonde yo voy no me puedes acompañar
ahora, me acompañarás más tarde".
Pedro replicó:
"Señor, ¿por qué
no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida
por ti".
Jesús le contestó:
"¿Conque darás tu vida por mí? Te
aseguro que no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces".
1. Este relato
resulta más impresionante cuando se recuerda que esto sucedió en la cena de despedida,
precisamente cuando Jesús iba a entrar en la agonía del miedo a la muerte, en
Getsemaní, en el dolor de la traición, y con la seguridad de que le esperaba el
juicio, la condena y la ejecución con que, en el Imperio, se castigaba a los
peores delincuentes.
El evangelio de Juan, al difundir lo que allí sucedió,
puso en evidencia el contraste —incluso la contradicción— entre la Iglesia y el
Evangelio.
En la Iglesia, preocupa mucho la "imagen pública"
de sus dirigentes (Papa, obispos, sacerdotes...). Por eso, la Iglesia oculta
tantas cosas. No sea que, si la gente se entera, se dañe la buena imagen del
clero.
La Iglesia tapa y esconde asuntos de dinero, manejos de
poder, ambiciones disimuladas, rivalidades vergonzosas, por no hablar de los
conocidos
escándalos relacionados con el sexo...
2. El Evangelio
no oculta cosas que ahora, sin duda, se habrían ocultado. Los evangelios, sin embargo,
nos informan de las terribles miserias de los primeros apóstoles: el
"ecónomo", Judas, que (por codicia de dinero) fue un traidor. Y el
primer eslabón del "papado", Pedro, que (por cobarde) negó a Jesús y
renegó de su fe, cuando más tenía que confesarla. Nada de esto se oculta. Se
cuenta tal como ocurrió.
De Pedro, se nos informa que se opuso a Jesús y este
le llamó "Satanás" (Mc 8, 32-33 par); que le faltó la fe hasta
hundirse delante de Jesús
(Mt
14, 29-31 par); como sabemos que entre los apóstoles hubo rivalidades y
apetencias de estar los primeros, situaciones que Jesús tuvo que cortar en
seco
(Mc 10, 35-45 par; Mt 18, 1-5 par; Lc 22, 24-27).
3. Los
evangelistas pensaban que, en la vida, es más importante la "transparencia"
que la "buena apariencia".
Cuando en un grupo humano o en una
institución
se le da más importancia al "parecer" que al "ser", ese
grupo pierde toda credibilidad y, por tanto, carece de autoridad.
Nunca nos tenemos que avergonzar de lo que somos y
cómo somos.
SAN ESTANISLAO
San Estanislao, nació en Szczepanow, cerca de
Cracovia el día 26 de julio de 1030. Fue hijo único. Su nacimiento puede
considerarse como un prodigio, pues vino al mundo después de treinta años de
casados sus padres.
Los padres, Wielislaw y Bogna, de noble
alcurnia, llevaban vida austera y piadosa, siendo muy estimados por sus grandes
virtudes.
En el hogar paterno Estanislao recibió una
esmerada cultura, tanto moral como intelectual; sus estudios superiores los
realizó en Cracovia y en París.
Fue ordenado sacerdote por el obispo de
Cracovia, Lamberto, siendo elegido sucesor de esta sede el día 2 de febrero de
1072. Gobernó valientemente la diócesis durante ocho años, al cabo de los
cuales fue martirizado.
El día 17 de septiembre de 1253 quedó canonizado
en Asís por el papa Inocencio IV. El papa Clemente VIII extendió su culto para
toda la Iglesia en el año 1605.
La muerte de San Estanislao en el pensamiento
polaco significa lo mismo que la muerte de los valores con los cuales él vivía,
por los que luchaba y por los que murió como mártir. Con la muerte de estos
valores desaparecía también Polonia; por el contrario, con el desarrollo de
estas virtudes se reavivaron las almas de los polacos, y sus méritos colmaban
la nación de beneficios especiales.
Esta idea tan acertada —es un lema de la
existencia de Polonia— y de actualidad siempre en la vida del pueblo polaco, el
papa Pío XII la subrayó en una carta dirigida al cardenal primado de Polonia,
monseñor Esteban Wyszynski, el día 16 de julio de 1953.
No cabe duda. La figura del Santo constituye
para todo el pueblo polaco, en su marcha histórica, ideológica y natural, un
magnífico ejemplar y seguro guía.
Por otra parte, la grandeza de San Estanislao
consiste en saber vivir y realizar el ideal de nuestra religión, tantas veces
subrayado por San Pablo: christianus sum. Este ideal le hizo hombre de gran
virtud, fundada en la confianza en Dios, que, por honrarle, por la religión
verdadera, por la justicia, por la libertad y salvación de su pueblo, llegaba a
despreciar todas las penas, dificultades, cruces y sufrimientos, guardando
siempre en los momentos más importantes y duros de su vida el equilibrio de su
espíritu, su fervorosa piedad y un alma inquebrantable.
El primer biógrafo y famoso historiador
polaco, Jan DIugosz, confirma: "Estanislao era de carácter dulce y
humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso en reprimir sus propias, faltas
antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se
dejó llevar por la ira, muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran
ingenio y sabiduría, y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda
alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de
corazón abierto".
Todo lo contrario, le ocurría al rey polaco
Boleslao. Era un gran guerrero, muy valiente y audaz; pero también era figura
de grandes vicios y de muy débil voluntad, defectos que le oscurecieron la
inteligencia y le llevaron a la mayor catástrofe de su vida. Agravaron esta
situación suya los éxitos políticos y militares, hasta tal punto que en su
soberbia Boleslao llegó a creer que, a él, el rey, le estaba permitido todo; su
conducta se manifestó entonces totalmente amoral, dando paso a un sinnúmero de
crueldades y abusos que clamaron al cielo.
San Estanislao, viendo un mal tan grande y
pecados tan notorios, no pudo quedarse tranquilo; callar en esta situación
significaba lo mismo que aprobar la conducta del rey. Decidió entonces
intervenir. Varios eran los motivos que tenía San Estanislao para amonestar al
soberano. En primer lugar, era el obispo de la capital de Polonia, vivía cerca
de la corte del rey, era el obispo de la Iglesia de Cristo, que no podía quedarse
mudo frente a un pecador público; era un cristiano que debía amonestar a un
hermano suyo que estaba errando. Además, Estanislao era un alto dignatario de
la Corona y por esto quería demostrar su disconformidad con los tímidos
cortesanos.
Sin embargo, la empresa no era fácil ni sin
grandes peligros, pues Gallus Anonimus, la auténtica historia polaca de aquella
época, llama al rey Boleslao "rex ferox". Se debía, por tanto,
emplear la máxima prudencia.
San Estanislao, en el cumplimiento de este
deber suyo, se mostró a su debida altura. Amonestaba al rey pidiendo y
rogándole que cambiase su postura, que frenase su inmoralidad, el terror y toda
la ilegalidad. Actuaba paternal y pacíficamente, sin ira y sin faltar al
respeto a un soberano.
Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron
vanos. Según Jan Dlugosz, el efecto era contrario. El rey, en vez de prestar
atención a los consejos de su obispo, se llenaba de furia y contestaba con
amenazas, olvidándose de su propio honor. Boleslao no quiso ver en la persona
del obispo de Cracovia sino a un audaz enemigo que se atrevía a reprimir al
rey. En consecuencia, la justa postura del obispo de Cracovia quedó juzgada
falsamente y, herido el corazón del rey, decidió su muerte.
Aprovechando la ocasión de que el obispo
celebraba una misa en las afueras de la ciudad, en la iglesia llamada "Na
Skalce”, invadió el templo con su cuadrilla y le mató personalmente durante el
santo sacrificio.
La leyenda que siempre acompaña a hechos tan
extraordinarios dice que el rey se detuvo ante la puerta de la misma iglesia,
mandando entrar a sus soldados y dar la muerte al santo obispo.
Estos, intentando cumplir la orden, tres
veces llegaron hasta el altar y tres veces, aterrorizados por el miedo, huyeron
del templo. Fue entonces cuando el furibundo rey penetró y, yéndose hasta el
altar, personalmente mató al ilustre prelado. Cometido el crimen, mandó sacar
el cadáver fuera de la iglesia y machacarlo con las espadas.
Satisfecho de su éxito dejó los restos a la
intemperie para que fueran pasto de las fieras. Sin embargo, era Dios mismo,
prosigue la leyenda, quien se preocupó por estos santos restos mortales de un
obispo mártir. En el lugar del sacrilegio aparecieron cuatro grandes águilas
reales que volaron sobre estas reliquias durante el tiempo que tardó en
integrarse el cuerpo de nuevo y hasta que llegaron los sacerdotes para
recogerlo.
Esta leyenda tiene mucha aceptación en
Polonia, pues su símbolo profético era, y es, muy vivo. La maldad desmembró el
cuerpo del obispo Estanislao, la santidad lo unió milagrosamente de nuevo. En
la vida histórica de la nación varias veces la maldad desmembró a Polonia, pero
era la santidad, la penitencia del pueblo, sus sacrificios y la perseverancia
en sus altos valores lo que unía a Polonia de nuevo y la resucitaba. Siempre
que Polonia defendía el reinado de Dios, la Verdad, la justicia y el bien de
las almas era nación grande e invencible; si traicionaba estos valores caía
desmembrada.
Los amigos del rey justificaban al soberano
divulgando que el castigo era justo porque el obispo de Cracovia era un
traidor. Hoy día esta canción la cantan también los enemigos de Polonia. Y
surge la pregunta: ¿A quién debía obedecer el obispo de Cracovia? ¿A Dios o al
rey? ¿Debía, acaso, traicionar su fe y a su Dios y servir a un rey que ha
traicionado todo? San Estanislao se mostró un obispo intrépido, un magno
defensor de los derechos de Dios, de la moral y de la justicia. He aquí su
gloria y su ejemplo para todos los cristianos.
Dios, justo y santo, honró esta postura, pues
tanto durante su vida como después de su muerte muchos milagros —el proceso de
canonización revisó 36 de primera clase— glorificaron la santidad de este
intrépido obispo de Cracovia.
San Estanislao era uno de estos seres a
quienes Dios, queriendo manifestar su omnipotencia, y para que sirvan de
ejemplo a los demás hombres, les concede bienes sobrenaturales, con el fin de
que, por ellos, la verdad de la fe y de la religión brille para la salvación y confortación
de los creyentes.
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