13 de abril
JUEVES SANTO
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a
Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de
los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea
de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su
familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que
se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada
uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un
año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la
asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las
dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la
carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo
comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la
mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus
primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de
Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde
estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga
exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros
memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las
generaciones."»
Salmo 115,12-13.15-16bc.17-18
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la
sangre de Cristo
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los Corintios (11,23-26)
Yo he recibido una tradición, que procede del
Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo
mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva
alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria
mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis
la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de
Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo. Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote,
el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo
en sus manos, que venía de Dios ya Dios volvía, se levanta de la cena, se quita
el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se
pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se
había ceñido.
Llegó a Simón Pedro
y este le dijo:
"Señor,
¿lavarme los pies tú a mí?"
Jesús le replicó:
"Lo que yo
hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde".
Simón Pedro le dijo:
"No me lavarás
los pies jamás".
Jesús le contestó:
"Si no te lavo,
no tienes nada que ver conmigo".
Simón Pedro le dijo:
"Señor, no solo
los pies, sino también las manos y la cabeza".
Jesús le dijo:
"Uno que se ha
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio.
También vosotros estáis limpios, aunque no todos" (Porque sabía quién lo
iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios").
Cuando acabó de lavarles
los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
"¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "El Maestro" y
"El Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis".
1. El
lavatorio de los pies se ha reducido en la Iglesia a un mero rito litúrgico que
una vez al año, en los oficios del Jueves Santo, el sacerdote oficia como una
ceremonia más. Y sin más consecuencias, ni en la vida de la gente, ni en
el sistema organizativo de la Iglesia.
Es verdad que, en la misa de este día, se
suelen predicar fervorosos sermones y homilías
que elogian la humildad, la caridad y otras virtudes semejantes. Pero el hecho
es que este ritual no modifica ni la vida de los fieles, ni la ejemplaridad de
la Iglesia.
2.
Seguramente, lo peor que hemos hecho los cristianos con este ejemplo, que
nos dejó Jesús, ha sido organizar con él un rito religioso. Y, haciendo eso, quizá
nos imaginamos que estamos cumpliendo el mandato del Señor. Pero lo que hizo
Jesús no fue un ritual litúrgico. Si Pedro no estaba dispuesto a aceptar el
lavatorio, es que se dio cuenta de que aquello era algo muy serio y con lo
que él no estaba de acuerdo. Porque lavar los
pies era trabajo de esclavos. Por eso, ¿cómo se podía tolerar que el Maestro y
Señor se convirtiera en "esclavo"? Eso equivalía a trastornar todo el
orden establecido, el sistema económico, la organización de la sociedad.
3. Dice
san Pablo que Dios, en Jesús, "se vació de sí mismo", lo que
significa que cambió la "condición divina" por la "condición de
esclavo" (Fil 2, 7).
Esto se sabía unos 30 años antes de que se
redactara el IV evangelio. El lavatorio de los pies es la forma concreta de
representar a Dios, revelado en Jesús, en la sociedad de todos los tiempos,
también (como es lógico) en la actual. ¿Qué nos dice esto?
Que este mundo tiene arreglo en la medida en
que hay gente que se niega a hacer de "señor" de los demás; y acepta
ir por la vida como "esclavo" de todos.
4. El
Jueves Santo es el día en que los cristianos recordamos (y celebramos) la
"memoria peligrosa" del mandato que nos dejó Jesús:
"Haced esto para que os acordéis de
mí".
Este mandato no se puede reducir a una ceremonia.
Es un mandato que se cumple, en la medida (y solo en la medida), en que se hace
actual, presente y visible la forma de vida que
llevó Jesús.
Jesús se hizo esclavo de todos, sobre todo de
aquellos que no son servidos por nadie, sino que
tienen que ser servidores de todo el
mundo.
Cuando vivimos así, entonces -y solo entonces-
es cuando cumplimos el mandato de Jesús en la Cena de despedida.
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