18 DE ABRIL
- MARTES - DE LA OCTAVA DE PASCUA
Evangelio según san Juan 20,
11-18
En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando.
Mientras lloraba se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco,
sentados, uno a la cabecera y otro a los pies donde había estado el cuerpo de
Jesús. Ellos le preguntaron:
"Mujer, ¿por
qué lloras?"
Ella les contesta:
"Porque se han
llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Dicho esto, da media
vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
"Mujer, ¿por
qué lloras?", ¿a quién buscas?"
¡Ella, tomándolo por
e! hortelano, le contesta:
"Señor, si tú
te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré".
Jesús le dice:
"¡María!"
Ella se vuelve y le
dice: "Rabboní!" (que significa Maestro).
Jesús le dice:
"Suéltame, que
todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: Subo al Padre
mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro".
María Magdalena fue
y anunció a los discípulos:
"He visto al Señor
y ha dicho esto".
1. Es
evidente que María Magdalena se muestra, en este relato, como una mujer profundamente apasionada. Una mujer que se
sentía vinculada a Jesús por una relación muy profunda. De ahí que es la
primera en ir por la mañana, al amanecer, al sepulcro.
Da la impresión de que no puede pasar sin él.
Y, al no encontrarlo, llora. Allí no esperaba encontrar sino un cadáver. Y, aun
así, llora.
Y está empeñada en ir a donde sea necesario
para encontrar ese cadáver que tanto echa de menos, que tanto busca porque es
enorme su cariño y su anhelo de búsqueda.
2. ¿Qué podía unir a aquella mujer con un hombre
al que ella daba por muerto y, por tanto, irrecuperable como ser de este mundo
y en este mundo?
No le podía unir la "presencia", sino
únicamente la "memoria".
Desde este punto de vista, la situación de la
Magdalena era exactamente igual que la nuestra,
en cuanto se refiere a la relación con Jesús:
solo el recuerdo y la memoria nos pueden mantener unidos a él.
Más aún, la memoria es la que restablece la
presencia de Jesús en la historia y en la vida
de los mortales.
3. Por
lo general, nuestra memoria guarda recuerdos y solamente recuerdos, que, lo más
que pueden proporcionar es información, datos, conocimientos.
Eso es bueno, útil, necesario. Pero los meros
recuerdos no determinan comportamientos. Ni modifican la vida. La "memoria
passionis, mortis et resurrectionis" de lo que vivió y es Jesús, eso es
vínculo de unión con él cuando las "creencias" llegan a ser
verdaderas "convicciones" que se traducen en "pautas de
conducta" y en hábitos de
comportamiento (J. Habermas, Ch. S. Peirce).
Esto nos une más a Jesús que la mera presencia
de la mucha gente que lo vio, lo oyó, lo tocó, pero no modificó su vida.
La fe en Jesús es memoria de su vida. Pero una
memoria que se hace convicción y de ahí pasa a ser hábito o costumbre, por la
que se nos reconoce como personas que hemos tomado en serio el Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario