viernes, 28 de abril de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE ABRIL - SÁBADO 2ª - SEMANA DE PASCUA – A SANTA CATALINA DE SIENA




29 DE ABRIL   - SÁBADO
2ª - SEMANA DE  PASCUA – A

Evangelio según san Juan 6, 16-21
   Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Era ya noche cerrada y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte y el lago se iba encrespando.
   Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo:
   "Soy yo, no temáis".
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra enseguida, en el sitio a donde iban.

1. A primera vista, se tiene la impresión de que este episodio, que pone a Jesús andando sobre el mar, es un incidente extraño que nada tiene que ver ni con la multiplicación de los panes, que ha precedido, ni con el discurso de la eucaristía, que viene a continuación. Sin embargo, se trata de un hecho central para entender la profundidad del relato de los panes y de la explicación de la eucaristía.
Este relato se ha conservado en dos versiones: Mc 6, 45-52 y Jn 6, 16-21. ¿Dónde está la clave para comprender este episodio y lo que el IV evangelio quiere decir?

2. En ambas redacciones del mismo episodio, se repite un dato: el "miedo" de los discípulos y la respuesta de Jesús a ese miedo:  "Soy yo, no temáis".
En ambos casos se utiliza el verbo "phobéomai", que significa "tener miedo".
Se trata del verbo que se utiliza para expresar el temor reverencial ante las manifestaciones del poder, concretamente del poder divino, el "Mysterium tremendum" (R.  Otto).
Se pone así de manifiesto el anhelo de protección y auto-conservación frente a los poderes superiores (H. Balz). Cosa que se repite en los evangelios como reacción ante los hechos prodigiosos de Jesús (Mc 4,41; Lc 8, 25; Mt 8,27; Jn 6, 19; Mc 14, 26; Lc 8, 35; Mt 9,8; Lc 5, 26...).

3. Ahora se comprende todo. La multiplicación de los panes expresa que en Jesús se hace presente un poder que supera lo humano, lo que lógicamente suscita el "miedo reverencial" ante la cercanía de un poder que nos impresiona, nos inspira reverencia, quizá temor, ya que supera todo lo humano.
Pero, al mismo tiempo, la afirmación de Jesús: "Soy yo", se traduce en un mandato:
"No tengáis miedo".
Jesús es la manifestación de "lo divino" en "lo humano".
Cuando somos tan humanos, que nos comportamos en la perfección de lo humano, se palpa entonces un poder que sobrepasa lo humano.  Eso fue la vida de Jesús. Pero, al mismo tiempo, se encuentra una humanidad que nos tranquiliza, nos sosiega y nos da paz.
Era necesario dejar constancia de este hecho, tan profundo, para poder comprender cómo y por qué en la Eucaristía se funde lo más humano   (comer y beber) con lo más divino (la  cercanía de
Dios que, en el lugar del miedo ante el Misterio, produce el sosiego y la paz que nos une a los seres humanos).

SANTA CATALINA DE SIENA

Virgen y doctora de la Iglesia
    Santa Catalina de Siena Nacida en 1347, Catalina (nombre que significa "Pura") era la menor del prolífico hogar de Diego Benincasa. Allí crecía la niña en entendimiento, virtud y santidad. A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles, que le sonreía, impartiéndole la bendición.
Su padre, tintorero de pieles, pensó casarla con un hombre rico. La joven manifestó que se había prometido a Dios. Entonces, para hacerla desistir de su propósito, se la sometió a los servicios más humildes de la casa. Pero ella caía frecuentemente en éxtasis y todo le era fácil de sobrellevar.
Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía dieciséis años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de "la gran mortandad", pereció más de la tercera parte de la población de Siena.
A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los veinticinco años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia.
Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado Diálogo de la divina providencia, donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus trescientas setenta y cinco cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua italiana.
Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de treinta y tres años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es, además, patrona de Italia y protectora del pontificado.
El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó doctora de la Iglesia.
Ella, Santa Teresa de Ávila y Santa Teresita de Lisieux son las tres únicas mujeres que ostentan este título.




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