22 DE ABRIL –
SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA
Evangelio según
san Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día
de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado
siete demonios.
Ella fue a anunciárselo a sus compañeros que
estaban tristes y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que
lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos
de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los
demás, pero no les creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando
estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón
porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo:
"Id al mundo entero y predicad el
Evangelio a toda la creación".
1. Este texto
—según la interpretación más
generalizada— fue añadido, al evangelio original de Marcos, algunos años
más tarde, seguramente en la primera
mitad del s. II. Se sabe que es un texto añadido porque no aparece en los
códices y papiros más antiguos a los que se atribuye mayor autoridad. Sea lo
que sea de este asunto, se trata en este caso de un relato aceptado como auténtico
por la Iglesia. Y no parece que existan motivos razonables para dudar de la
verdad de lo que aquí se cuenta.
2. En la forma como
este relato presenta la experiencia de la resurrección, se destaca con claridad
la resistencia de los discípulos a creer en que efectivamente la resurrección
ocurrió realmente. Por eso el texto dice que Jesús les echó en cara su
"incredulidad" y su "dureza de corazón".
Esta resistencia a creer en la resurrección ya se había
puesto de manifiesto en la comunidad de
Corinto
a la que Pablo llega a decir que, si Cristo no ha resucitado, "entonces nuestra
predicación no tiene contenido ni nuestra fe tampoco" (1 Cor 15, 14).
Es más, Pablo añade que "si la esperanza que tenemos en Cristo es solo para esta vida,
somos los más desgraciados de los hombres" (1 Cor 15, 19).
¿Por qué?
3. La fe en la resurrección no es fácil. Porque sobre
ella podemos tener una seguridad que nos libre de dudas y oscuridades. La fe en
la resurrección es la convicción de que la muerte no tiene la última palabra en
nuestra vida. Y, además, es el modelo de lo que debe ser nuestra humanización.
Eso se produce cuando, en nuestra vida, lo más humano va dominando y venciendo la
inhumanidad
que a todos nos rompe por dentro.
Una persona así, además de ser un ser humano cabal, es
una persona con esperanza y con futuro. En esto se manifiesta la grandeza y la autenticidad
de la fe en el Resucitado.
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