8 DE ABRIL -
SÁBADO –
5ª - SEMANA DE CUARESMA – A
Evangelio según san Juan
11, 45-57
En aquel tiempo,
muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo
que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron
al Sanedrín y dijeron:
"Qué estamos haciendo? Este hombre
hace muchos milagros. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él y vendrán los
romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación”.
Uno de ellos, Caifás, que era sumo
sacerdote aquel año, les dijo:
"Vosotros no entendéis ni palabra:
no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la
nación entera”.
Esto no lo dijo por propio impulso, sino
que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente anunciando que
Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para
reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por
eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la
región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba el tiempo con
los discípulos.
Se acercaba la Pascua
de los judíos, y muchos de aquella región subieron a Jerusalén, antes de la
Pascua, para purificarse.
Buscaban a Jesús y, estando en el
templo, se preguntaban:
“¿Qué os parece? ¿No vendrá a la
fiesta?".
Los sumos sacerdotes y fariseos habían
mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
1. Este relato
es de una excepcional importancia histórica. Porque en él se nos dice dónde estuvo
la clave de la condena a muerte que dictó el Sanedrín contra Jesús.
La decisión no la tomó el pueblo judío. La tomaron los
dirigentes de la religión de aquel pueblo, Y la tomaron el día que tomaron
conciencia
clara
de que Jesús tenía tal fuerza de atracción, que les quitaba a ellos la
clientela.
Los dirigentes religiosos, en aquella religión y en
todas las religiones, toman sus decisiones por motivos de poder. Más exactamente,
en función de
lo
que favorece o amenaza el poder sacerdotal.
2. ¿Qué amenaza para su poder vieron los dirigentes
religiosos judíos en Jesús?
Vieron que la gente perdía la fe en ellos y la ponía
en Jesús. ¿Por qué?
La gente busca en la religión solución a problemas
que, según las creencias de cada tiempo y de cada persona, solo la religión les
puede aportar.
Pues bien, por este relato evangélico vemos que la
gente vio en Jesús solución a problemas que los sacerdotes y sus ceremonias no
les solucionaban.
En concreto, a continuación del singular relato de la
resurrección de Lázaro, es evidente que allí estaba en juego el problema
fundamental de todo ser humano: la vida.
Tener vida, gozar de la vida, recuperar la vida cuando
uno se ve perdido y sin solución posible.
3. La mejor
religión que podemos practicar es la que practicó Jesús: la religión que da vida,
que da sentido a la vida, plenitud a la vida, felicidad y ganas de vivir.
Esa es la fe que arrastra. Y la religión que seduce
incluso a los más alejados y a los que se ven sin salida en este mundo.
SAN DIONISIO
San Dionisio, Obispo Año 265
Entre
los muchos santos que han llevado el nombre de Dionisio, el santo de hoy fue
llamado "El Grande", o Dionisio Magno. San Atanasio lo llamó "Maestro
de la Iglesia Católica", por su gran sabiduría y el notable ascendiente
que tuvo entre los católicos de su tiempo.
Nació y
vivió en Alejandría, Egipto. Al principio era pagano, pero después de haber
tenido una visión, y al dedicarse a estudiar la S. Biblia se dio cuenta de que
la verdadera religión es la católica y se convirtió.
En aquellos tiempos
la escuela de teología más famosa que tenía nuestra Santa Iglesia era la de
Alejandría. Allá iban a enseñar o a aprender los más destacados intelectuales
del clero y Dionisio brilló allí como un alumno especialmente dotado de gran
inteligencia y de prodigiosa memoria, y poco después de graduarse fue nombrado
como director de tan famosa escuela, cargo que ejerció durante 15 años con
aplauso de todos.
En el
año 247 Dionisio fue elegido obispo de Alejandría, pero luego empezaron las
persecuciones. Al principio eran los sacerdotes paganos que incitaban al
populacho contra los seguidores de Cristo. Luego estalló la terrible
persecución de Decio, y lo primero que hizo el gobernador de Alejandría fue
mandar llevar preso a Dionisio. Los perseguidores lo buscaron por todas partes,
menos en su casa, pues se imaginaban que había salido huyendo. Pero él no se
había movido de su habitación.
A los
cuatro días Dionisio dispuso huir con todos sus ayudantes pero la policía los
atrapó y se los llevó presos a todos, menos a uno de los empleados que logró
huir a contar la noticia. El fugitivo se encontró con un enorme grupo de
personas que se dirigían a celebrar unas bodas y les narró lo sucedido.
Aquellas gentes se llenaron de indignación y con palos y piedras atacaron a la
policía y les quitaron a los prisioneros. Dionisio se oponía a esto, y se
entristecía de que ya no podía ser mártir. Pero aquellos hombres no le hicieron
caso a sus ruegos, sino que lo subieron sobre una mula y lo mandaron al
desierto, para que allá quedara libre de los perseguidores. En el desierto
estuvo varios años hasta que terminó la persecución.
Al
volver a Alejandría se encontró con que algunos teólogos se oponían al
Pontífice de Roma y le pedían a él que los apoyara en esta oposición. Dionisio
escribió a Novaciano, que era jefe de los rebeldes: "Es necesario estar
resuelto a sufrir cualquier otro daño, antes que destruir la unidad de la
Iglesia. Hay que estar tan dispuesto a morir a favor de la unidad de la
Iglesia, como estaría uno dispuesto a morir por defender la fe". Y siguió
siendo fiel al Papa de Roma.
El
hereje Novaciano decía que a los que cometen faltas muy graves no se les debe
perdonar nunca. San Dionisio, apoyando lo que enseñaba el Papa San Cornelio,
escribió varias cartas recomendando tener una gran misericordia con los
pecadores, y narraba cómo cuando un pobre que había sido muy pecador en la
vida, estando moribundo pedía el perdón y la comunión, no teniendo más con
quién enviarle la eucaristía, le mandaron la comunión con un niñito, y el pobre
pecador al comulgar exclamó: "Ya he quedado libre de mis pecados. Puedo
partir tranquilo para la eternidad". Y cuenta el santo que aquel hombre
pecador Dios le conservó milagrosamente la vida hasta que llegó el que llevaba
la Sagrada Eucaristía.
Dionisio
que había estudiado y enseñado por 15 años lo referente a la S. Biblia, empleó
con gran maestría una serie de frases muy especiales de la Sagrada Escritura
para combatir a los herejes. Estas respuestas de tan notable sabio sirvieron
mucho en los siglos siguientes para enfrentarse a los que negaban verdades de
nuestra santa religión.
En el
año 257 estalló la persecución de Valeriano. El gobernador de Egipto llamó a
Dionisio y a sus sacerdotes y les exigió que adoraran a los ídolos del imperio.
El santo obispo respondió: "Nosotros los seguidores de Cristo no adoramos
sino al único Dios que existe, que es el Creador de cielos y tierra. Rezamos
por Valeriano y los demás gobernantes, pero en cuanto a la religión sólo
obedecemos a nuestra Santa Iglesia. Ofrecemos oraciones y sacrificios por la
paz, el bienestar y la prosperidad de la patria, pero en cuestiones religiosas
dependemos solamente de Nuestro Señor Jesucristo". Por más que el
gobernador trató de convencerlos para que adoraran a sus ídolos, ellos no
aceptaron, y fueron desterrados al terrible desierto de Libia.
Pero a
los dos años el emperador perseguidor fue hecho prisionero y esclavo por sus
enemigos, y Dionisio y sus sacerdotes pudieron volver a Alejandría. Más allá se
encontraron que por falta de enseñanzas religiosas las gentes se habían vuelto
violentísimas y peleaban y se mataban por cualquier cosa (la mayor parte de
esas gentes eran paganas). No se podía ya ni salir a la calle sin peligro de
ser asesinados. El santo obispo escribía: "Es más peligroso andar tres
cuadras por esta ciudad, que viajar 300 kilómetros por el resto de la
nación". Les faltaba el espíritu cristiano, que es caridad, perdón y paz
con todos.
Y para colmo de
penas llegaron la peste de tifo negro y la disentería. Las gentes morían por
centenares, pero entonces brilló la caridad cristiana. Mientras los paganos
echaban los cadáveres a las calles y desterraban de sus casas a los enfermos,
los cristianos dirigidos por su obispo, sepultaban caritativamente a los
muertos y asistían con gran caridad a los infectados. Esto les atrajo muchas
simpatías en la gran ciudad.
Después de haber
sido obispo de Alejandría por 17 años dando muestra de gran prudencia y
santidad y ganándose la simpatía y la admiración de creyentes e incrédulos, San
Dionisio murió en el año 265.
San
Epifanio cuenta que por muchos años las gentes lo recordaban como un verdadero
padre y maestro, y dedicaron un templo en su honor. Sus virtudes y sus sabios
escritos le dieron fama universal.
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