martes, 25 de abril de 2017

Párate un momento. El Evangelio del dia 26 DE ABRIL - MIÉRCOLES 2ª - SEMANA DE PASCUA SAN ISIDORO DE SEVILLA





26 DE ABRIL - MIÉRCOLES
2ª - SEMANA DE PASCUA
SAN ISIDORO DE SEVILLA

Evangelio según san Juan 3, 16-21
   Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente, detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

1. Dios no entregó a su Hijo al mundo para hacer justicia, sino para dar amor. Por tanto, es falsa la idea de la redención como "satisfacción": el hombre, pecador y ofensor, tenía que "satisfacer" al ofendido de infinita dignidad que
es Dios. De ahí, la necesidad de una satisfacción humana (de Jesús-hombre) e infinita (de Jesús- Hijo de Dios). Aquí conviene recordar que esta explicación fue un invento de Anselmo de Canterbury, un monje-teólogo del s. XI. Pero, en
esta teoría, el tema de la "satisfacción" no es un concepto propio de la Biblia, sino que está tomado del Derecho Romano (Tertuliano). No es, por tanto, un concepto religioso, sino jurídico. Esto sería hacer de la relación de Dios con los
humanos una relación justiciera y no una relación amorosa.

2. Jesús no vino a condenar al mundo, sino a traer salvación, vida y esperanza a este mundo tan atormentado y tan necesitado de una luz de esperanza. El texto del evangelio no habla   propiamente de "condenar", sino de "juzgar" (kríno), que, en los textos del IV evangelio significa exactamente que Jesús no vino al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo (Jn 3, 17; cf. 8, 15; 12, 47) (M. Rissi).
Por tanto, Jesús no vino para "condenar", ni siquiera para "juzgar". Todas las representaciones de Cristo como juez (al estilo del magnífico fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina) son falsas.
Jesús no amenaza a nadie por nada. Ni el Padre, que nos reveló Jesús, es un "patrono de poder", sino un "padre de bondad".

3.  Entonces, ¿hay   condenación? Sí. Pero el evangelio de Juan no habla de una condenación futura, sino de un juicio que ya se ha realizado (kékritai, perfecto pasivo de kríno) en la vida de cada uno.
¿En qué consiste esa condenación? En que se vive y se actúa de tal manera que, en lugar de ser luz, se produce oscuridad, tinieblas. Más concretamente, se trata de los que hacen las cosas de forma que no se vea lo que hacen y, en consecuencia, no puedan ser condenados por sus obras.
Viven, por tanto, en tinieblas aquellos cuya vida no es transparente, los que tienen mucho que ocultar, los que hacen cosas inconfesables, todos los que llevan una vida confusa y oscura. Eso es estar ya condenados.  
¿Qué mayor condenación que la de tener que vivir siempre a escondidas, huyendo de la luz, la claridad y la transparencia?
Si hay o no hay condenación en la otra vida, de eso aquí no habla el Evangelio.

SAN ISIDORO DE SEVILLA
San Isidoro Arzobispo de Sevilla (año 636)

Isidoro significa: "Regalo de la divinidad (Isis: divinidad. Doro: regalo).
Nació en Sevilla en el año 556. Era el menor de cuatro hermanos, todos los cuales fueron santos y tres de ellos obispos. San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina se llamaron sus hermanos.
Su hermano mayor, San Leandro, que era obispo de Sevilla, se encargó de su educación obteniendo que Isidoro adquiriera el hábito o costumbre de dedicar mucho tiempo a estudiar y leer, lo cual le fue de gran provecho para toda la vida.
Al morir Leandro, lo reemplazó Isidoro como obispo de Sevilla, y duró 38 años ejerciendo aquel cargo, con gran brillo y notables éxitos.
Isidoro fue el obispo más sabio de su tiempo en España. Poseía la mejor biblioteca de la nación. Escribió varios libros que se hicieron famosos y fueron muy leídos por varios siglos como por ej. Las Etimologías, que se pueden llamar el Primer Diccionario que se hizo en Europa. También escribió La Historia de los Visigodos y biografías de hombres ilustres.
San Isidoro es como un puente entre la Edad Antigua que se acababa y la Edad Media que empezaba. Su influencia fue muy grande en toda Europa y especialísimamente en España, y su ejemplo llevó a muchos a dedicar sus tiempos libres al estudio y a las buenas lecturas.
Fue la figura principal en el Concilio de Toledo (año 633) del cual salieron leyes importantísimas para toda la Iglesia de España y que contribuyeron muy fuertemente a mantener firme la religiosidad en el país.
Se preocupaba mucho porque el clero fuera muy bien instruido y para eso se esforzó porque en cada diócesis hubiera un colegio para preparar a los futuros sacerdotes, lo cual fue como una preparación a los seminarios que siglos más tarde se iban a fundar en todas partes.
Dice San Ildefonso que "la facilidad de palabra era tan admirable en San Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas".
Su amor a los pobres era inmenso, y como sus limosnas eran tan generosas, su palacio se veía continuamente visitado por gentes necesitadas que llegaban a pedir y recibir ayudas. De todas las ciencias la que más le agradaba y más recomendaba era el estudio de la Sagrada Biblia, y escribió unos comentarios acerca de cada uno de los libros de la S. Biblia. Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón públicamente por todas las faltas de su vida pasada y suplicó al pueblo que rogara por él a Dios. A los 80 años de edad murió, el 4 de abril del año 636.
La Santa Sede de Roma lo declaró "Doctor de la Iglesia".




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