26 DE ABRIL - MIÉRCOLES
2ª - SEMANA DE PASCUA
SAN ISIDORO DE SEVILLA
Evangelio según san Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al
mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que
creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en él,
no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios.
Esta es la causa de la condenación: que la
luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus
obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente, detesta
la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio,
el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras
están hechas según Dios.
1. Dios no entregó a su Hijo al mundo para hacer
justicia, sino para dar amor. Por tanto, es falsa la idea de la redención como "satisfacción":
el hombre, pecador y ofensor, tenía que "satisfacer" al ofendido de
infinita dignidad que
es
Dios. De ahí, la necesidad de una satisfacción humana (de Jesús-hombre) e
infinita (de Jesús- Hijo de Dios). Aquí conviene recordar que esta explicación
fue un invento de Anselmo de Canterbury, un monje-teólogo del s. XI. Pero, en
esta
teoría, el tema de la "satisfacción" no es un concepto propio de la
Biblia, sino que está tomado del Derecho Romano (Tertuliano). No es, por tanto,
un concepto religioso, sino jurídico. Esto sería hacer de la relación de Dios
con los
humanos
una relación justiciera y no una relación amorosa.
2. Jesús no vino a condenar al mundo, sino a traer
salvación, vida y esperanza a este mundo tan atormentado y tan necesitado de
una luz de esperanza. El texto del evangelio no habla propiamente de "condenar", sino de
"juzgar" (kríno), que, en los textos del IV evangelio significa
exactamente que Jesús no vino al mundo para juzgarlo, sino para salvarlo (Jn 3,
17; cf. 8, 15; 12, 47) (M. Rissi).
Por tanto, Jesús no vino para "condenar", ni
siquiera para "juzgar". Todas las representaciones de Cristo como
juez (al estilo del magnífico fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina) son
falsas.
Jesús no amenaza a nadie por nada. Ni el Padre, que
nos reveló Jesús, es un "patrono de poder", sino un "padre de
bondad".
3. Entonces,
¿hay condenación? Sí. Pero el evangelio
de Juan no habla de una condenación futura, sino de un juicio que ya se ha realizado
(kékritai, perfecto pasivo de kríno) en la vida de cada uno.
¿En qué consiste esa condenación? En que se vive y se
actúa de tal manera que, en lugar de ser luz, se produce oscuridad, tinieblas.
Más concretamente, se trata de los que hacen las cosas de forma que no se vea
lo que hacen y, en consecuencia, no puedan ser condenados por sus obras.
Viven, por tanto, en tinieblas aquellos cuya vida no
es transparente, los que tienen mucho que ocultar, los que hacen cosas
inconfesables, todos los que llevan una vida confusa y oscura. Eso es estar ya
condenados.
¿Qué mayor condenación que la de tener que vivir
siempre a escondidas, huyendo de la luz, la claridad y la transparencia?
Si hay o no hay condenación en la otra vida, de eso
aquí no habla el Evangelio.
SAN ISIDORO DE SEVILLA
San Isidoro Arzobispo de Sevilla (año
636)
Isidoro
significa: "Regalo de la divinidad (Isis: divinidad. Doro: regalo).
Nació
en Sevilla en el año 556. Era el menor de cuatro hermanos, todos los cuales
fueron santos y tres de ellos obispos. San Leandro, San Fulgencio y Santa
Florentina se llamaron sus hermanos.
Su
hermano mayor, San Leandro, que era obispo de Sevilla, se encargó de su
educación obteniendo que Isidoro adquiriera el hábito o costumbre de dedicar
mucho tiempo a estudiar y leer, lo cual le fue de gran provecho para toda la
vida.
Al
morir Leandro, lo reemplazó Isidoro como obispo de Sevilla, y duró 38 años
ejerciendo aquel cargo, con gran brillo y notables éxitos.
Isidoro
fue el obispo más sabio de su tiempo en España. Poseía la mejor biblioteca de
la nación. Escribió varios libros que se hicieron famosos y fueron muy leídos
por varios siglos como por ej. Las Etimologías, que se pueden llamar el Primer
Diccionario que se hizo en Europa. También escribió La Historia de los
Visigodos y biografías de hombres ilustres.
San
Isidoro es como un puente entre la Edad Antigua que se acababa y la Edad Media
que empezaba. Su influencia fue muy grande en toda Europa y especialísimamente
en España, y su ejemplo llevó a muchos a dedicar sus tiempos libres al estudio
y a las buenas lecturas.
Fue la
figura principal en el Concilio de Toledo (año 633) del cual salieron leyes
importantísimas para toda la Iglesia de España y que contribuyeron muy
fuertemente a mantener firme la religiosidad en el país.
Se
preocupaba mucho porque el clero fuera muy bien instruido y para eso se esforzó
porque en cada diócesis hubiera un colegio para preparar a los futuros
sacerdotes, lo cual fue como una preparación a los seminarios que siglos más
tarde se iban a fundar en todas partes.
Dice
San Ildefonso que "la facilidad de palabra era tan admirable en San
Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos
quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus
enseñanzas".
Su amor
a los pobres era inmenso, y como sus limosnas eran tan generosas, su palacio se
veía continuamente visitado por gentes necesitadas que llegaban a pedir y
recibir ayudas. De todas las ciencias la que más le agradaba y más recomendaba
era el estudio de la Sagrada Biblia, y escribió unos comentarios acerca de cada
uno de los libros de la S. Biblia. Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón
públicamente por todas las faltas de su vida pasada y suplicó al pueblo que
rogara por él a Dios. A los 80 años de edad murió, el 4 de abril del año 636.
La
Santa Sede de Roma lo declaró "Doctor de la Iglesia".
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