9 de Abril
DOMINGO DE RAMOS
Lectura del libro de
Isaías (50,4-7):
Mi Señor me ha dado
una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor
me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que
me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro
ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo 21,8-9.17-18a.19-20.23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean
la cabeza:
«Acudió al Señor,
que lo ponga a salvo;
que lo libre, si
tanto lo quiere.» R/.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda
de malhechores;
me taladran las
manos y los pies,
puedo contar mis
huesos. R/.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi
túnica.
Pero tú, Señor, no
te quedes lejos;
fuerza mía, ven
corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la
asamblea te alabaré.
Fieles del Señor,
alabadlo;
linaje de Jacob,
glorificadlo;
temedlo, linaje de
Israel. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó
hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):
C. En aquel tiempo,
uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les
propuso:
S. «¿Qué estáis
dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba
buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice:
Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El
Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar
al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y
lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio
diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza,
derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más
del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el
reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito:
"Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero
cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres
veces.»
C. Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les
dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a
entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero
no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en
la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas
palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya
está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce,
acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta
contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de
los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la
oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que
no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de
ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene
que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A
diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los
profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los
que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde
se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta
el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados
para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno
buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo
encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente,
comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo
en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan
contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo
de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho.
Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a
la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo
sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la
blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon,
diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le
dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con
juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de
Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo
afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y,
atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas,
el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y
devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos,
diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó.
Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de
sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero
para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de
Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las
treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los
hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había
ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le
preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no
contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy
extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente
quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente
acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman
el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba
sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando
con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que
pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba
formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud,
diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a
Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron
y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se
la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando
ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la
cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo
llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado
Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado
Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con
hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron
su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su
cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los
judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la
izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a
ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban
también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel?
Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo
quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde
el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región.
A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en
vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan,
y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la
tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos
de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de
las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión
y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba,
dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y
María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer,
llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de
Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se
lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana
limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó
una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la
otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana
siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos
sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida,
anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que
vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben
el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La
última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como
sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la
vigilancia del sepulcro.
(Pasión según san Mateo)
Lo que ofrezco a
continuación:
No es un comentario piadoso, al estilo de la Pasión según san Mateo de Juan
Sebastián Bach, donde el coro y los solistas van intercalando sus afectos y
sentimientos en el texto evangélico. Los evangelios no están escritos con ese
espíritu, sino con enorme sobriedad. Aunque es exagerada la idea de que el
relato de la Pasión parece escrito por un enemigo de Jesús, en ningún momento
pretenden los evangelios fomentar el sentimentalismo.
Tampoco es un comentario exclusivamente
histórico, que intenta reconstruir lo ocurrido a partir de los cuatro evangelistas.
Como ocurre en otros momentos de la vida pública, los evangelios no coinciden
en todos los detalles de la pasión.
Concretamente, el evangelio de Mateo no cuenta tres episodios conocidos por
Lucas: Jesús ante Herodes (Lc 23,6-12); Jesús y las mujeres de Jerusalén (Lc
23,27-31); la actitud de los dos ladrones (Lc 23,39-43). Por su parte, Mateo
contiene tres episodios que no aparecen en Marcos y Lucas: anuncio previo de la
crucifixión (26,1-2); final de Judas (27,3-10); los guardias en la tumba
(27,62-66).
Además, incluso cuando coinciden, se advierten también notables diferencias
entre los evangelios. Por ejemplo, ninguno de los evangelios contiene las
"siete palabras" de Jesús en la cruz. Marcos y Mateo sólo refieren
una: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,34; Mt
27,46). Lucas recoge tres: "Padre, perdónalos..." (Lc 23,34);
"Hoy estarás conmigo en el paraíso" (23,43); "Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46). Juan, otras tres: "Mujer, ése es
tu hijo... ésa es tu madre" (Jn 19,26); "Tengo sed" (19,28);
"Todo está terminado" (19,30).
Esto demuestra que los evangelistas no han querido reproducir fielmente lo
ocurrido en la cruz, sino presentar cada uno su punto de vista y su manera de
interpretar el sentido de la muerte de Jesús y su actitud última.
Finalmente, no es un comentario exhaustivo. Me detendré sólo en
las escenas principales, omitiendo algunas otras.
El
relato de Mateo podemos dividirlo en siete secciones, tomando básicamente como
punto de partida los lugares donde se sitúan las diversas escenas. 1)
Preámbulos. 2) Las Pascua. 3) En el monte de los Olivos. 4) En casa de Caifás.
5) Ante Pilato. 6) En el Gólgota. 7) El sepulcro.
I. LOS PREÁMBULOS (26,1-16)
Este
primer apartado lo forman cuatro breves episodios: Jesús anuncia su crucifixión
(26,1-2); complot de las autoridades para matarlo (26,3-5); la unción de
Betania (26,6-13); Judas trata con las autoridades (26,14-16). Mateo sigue
básicamente a Marcos, pero con dos cambios importantes. Añade el primer episodio
y enfoca de modo especial el último.
Conciencia de Jesús de que va a la pasión
En
Marcos, el relato comienza con la confabulación de las autoridades para matar
a Jesús. Sin embargo, Mateo introduce unas palabras del Señor que demuestras su
conocimiento de lo que va a ocurrir. Este detalle es fundamental para
comprender el sentido de la pasión y muerte de Jesús. No se trata de algo que a
Jesús le ocurre sin darse cuenta. Es consciente de lo que va a pasar. Ya lo
había anunciado a lo largo de su vida. Ahora lo afirma una vez más, cuando
están cerca los acontecimientos.
Al mismo tiempo, estas palabras suponen en Jesús una decisión de aceptar su
destino. En casos normales, cualquier persona que sabe que le va a ocurrir una
desgracia hace lo posible por evitarla. Jesús, no. Se limita a constatarla.
Curiosamente, las palabras que Mateo le pone en la boca no hablan de
resurrección ni descienden a detalles. Se centran en lo esencial: la muerte de
cruz.
Traición de Judas
El cuarto episodio, Judas vende a Jesús
(26,14-16), adquiere matices muy importantes en Mateo. Según Marcos, Judas
acude a los sumos sacerdotes para entregarlo, pero no pide una recompensa por
ello; son los sacerdotes quienes se ofrecen a darle dinero. En Mateo, Judas
busca desde el comienzo una recompensa, que los sacerdotes fijan en treinta
monedas.
¿Por qué ofrece Mateo estos matices? Creo que por dos motivos. El primero, muy
de acuerdo con la mentalidad profética que advertimos en su evangelio, para
denunciar la corrupción que provoca el afán de riqueza. Numerosos textos
proféticos dejan clara la validez de la frase de Quevedo: "poderoso
caballero es don Dinero". Toda la gente se vende a su poder. Y son muchas
las víctimas de la ambición. A esa larga lista se añade ahora Jesús. La
parábola del sembrador decía que "el afán de dinero ahoga la palabra de
Dios y queda estéril". Ahora nos encontramos con que no sólo ahoga la
palabra de Dios, sino que la mata.
Pero, junto a esto, Mateo ha querido ver en este episodio un nuevo cumplimiento
de algo anunciado en el Antiguo Testamento. Este detalla está muy relacionado
con el episodio de la muerte de Judas, y entonces lo comentaré.
II. CELEBRACIÓN DE LA PASCUA
(26,17-29)
La
segunda sección consta de tres episodios: los preparativos de la Pascua
(26,17-19), el anuncio de la traición de Judas (26,20-25) y la institución de
la Eucaristía (26,26-29).
III. EN EL MONTE DE LOS
OLIVOS (26,30-56)
Tres episodios principales constituyen esta
sección: el anuncio de la traición de los discípulos y la negación de Pedro
(vv.31-35), la oración del huerto (vv.36-46), el arresto de Jesús (vv.47-56).
En el segundo
episodio (la oración del huerto), Mt sigue a Mc con cambios muy pequeños. En
ninguno de estos dos relatos aparece el sudor de sangre ni el ángel
consolándolo, que son exclusivos de Lucas. El relato no pretende sólo contar lo
ocurrido, sino que es también de gran valor pedagógico para los cristianos.
En el conjunto del evangelio, donde raras veces se habla de los sentimientos de
Jesús, llama la atención la insistencia del relato en este aspecto. Es el único
momento en que se dice que Jesús se llena de tristeza y angustia, y que él
mismo lo reconoce. En este momento, no huye física ni psicológicamente, sino
que se refugia en la oración. Mc dice que oró en tres ocasiones, interrumpidas
por el diálogo con Pedro, pero sólo en el primer caso pone palabras en boca de Jesús.
Mt nos indica el contenido de los dos primeros momentos. En el primer rato de
oración, las palabras de Jesús son: "Padre, si es posible, que se aleje de
mí este trago. Sin embargo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú". En el segundo, las palabras son: "Padre mío, si no es posible
que yo deje de pasarlo, hágase tu voluntad".
Hay una diferencia importante de matiz. En el primer caso, parece que Jesús
todavía entrevé la posibilidad de verse libre de la muerte: "si es
posible". En el segundo, parece más consciente de que no cabe otra
solución: "Si no es posible..." Y, en ambos momentos, lo que domina
todo es la aceptación de la voluntad de Dios: "no se haga lo que yo
quiero, sino lo que quieres tú", "hágase tu voluntad". Esta
actitud de Jesús empalma perfectamente con lo que enseña en la tercera petición
del Padrenuestro, no en un contexto genérico, sino en unas circunstancias
concretas y muy difíciles.
Indudablemente, los evangelistas han querido reflejar en esta oración de Jesús
la actitud que debemos tener en los momentos difíciles de nuestra vida y
ayudan a comprender las palabras del Sermón del Monte sobre la oración. Allí se
dice: "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán ...
Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros niños,
cuanto más vuestro Padre del cielo se las dará a los que se las pidas".
Estas palabras, mal interpretadas, pueden llevar a pensar que Dios tiene que
darnos todo lo bueno que le pidamos, y nosotros decidimos lo que es bueno. La
oración de Jesús en el huerto nos enseña a descubrir algo bueno detrás de algo
aparentemente absurdo como el sufrimiento y la muerte.
En el fondo de todo esto queda un misterio incomprensible: el de la voluntad
de Dios, que no encaja fácilmente con nuestros gustos, ni siquiera con los de
Jesús. Esto puede llevarnos a la idea de un Dios cruel, que se complace en el
sufrimiento y la muerte de Jesús. La verdad es muy distinta. No se trata de que
a Dios le complazca el sufrimiento y la muerte de Jesús, sino que Jesús debe
identificarse plenamente con nuestro destino. El sufrimiento y la muerte son
hechos inevitables en nuestra vida. Todos, en mayor o menor medida, sufrimos. Y
todos tenemos que pasar por el trago de la muerte. En estas circunstancias, si
Jesús no hubiese pasado la misma experiencia, nunca podría habernos comprendido
plenamente, y nunca nos sentiríamos identificados con él. En este sentido es
necesaria la muerte de Jesús, y sólo en este sentido la quiere Dios.
Palabras contra la violencia
El tercer episodio (arresto de Jesús) también sigue de cerca a Mc, excepto en
los versos 52-54, que son exclusivos de Mateo. La escena es conocida. Se
presenta Judas con los guardias enviados por los sacerdotes y senadores, da la
contraseña, el beso (al que Jesús responde en Mateo con unas palabras ambiguas;
nada en Mc; claro reproche en Lc: "con un beso entregas al Hijo del
Hombre), lo prenden, y uno de los que están con Jesús hiere con su espada al
siervo del sumo sacerdote cortándole la oreja.
Aquí es donde Mt introduce sus versos propios, que son una instrucción a los
discípulos sobre la violencia, pero de una violencia muy peculiar, la que se
ejerce para defender a Jesús. En primer lugar, la denuncia como muy peligrosa
humanamente: "el que a espada mata, a espada muere". Además, en este
caso, el recurso a la violencia impediría el cumplimiento de las Escrituras.
Es curioso que esta instrucción sólo se encuentre en el evangelio de Mateo;
probablemente indica que era un problema candente en su comunidad. Frente a los
ataques y críticas de los judíos, algunos podían sentirse animados a usar la
violencia para defender "los derechos" de Jesús. Ni siquiera en este
caso, que puede parecer tan justificado, es lícito el uso de la violencia.
IV. EN CASA DE CAIFÁS
(26,57-75)
Dos
episodios forman esta sección: el juicio ante el Sanedrín y las negaciones de
Pedro.
El
Sanedrín
Antes
de entrar en el juicio diré algo a propósito del Sanedrín. En tiempos de Jesús
estaba formado por tres grupos: los ancianos (que representaban la aristocracia
laica), los sumos sacerdotes (antiguos sumos sacerdotes y sus familias) y los
escribas (pertenecientes la mayoría de las veces al partido fariseo). Su número
de miembros era 71. Su autoridad en tiempos de Jesús estaba limitada a los
once distritos de Judea propiamente dicha.
Competencias. El Sanedrín era el foro competente para tomar
decisiones judiciales y medidas administrativas de todo orden, excepto lo que
fuera competencia de los tribunales inferiores o estuviera reservado al
gobernador romano. El Sanedrín era ante todo el tribunal competente para
decidir en última instancia sobre cuestiones relacionadas con la ley judía. En
los casos en los que los tribunales inferiores no llegaban a un acuerdo, las
personas afectadas podían acudir al Sanedrín de Jerusalén.
A pesar del dominio romano, el Sanedrín conservaba un grado notable de
independencia. No sólo ejercía la jurisprudencia civil conforme a la ley judía,
sino que participaba también en grado notable en la administración de la
justicia criminal. Contaba con una fuerza independiente de policía y
consecuentemente con el derecho a practicar detenciones. Podía juzgar así mismo
casos no capitales. Es objeto de debate si era competente para ordenar la
ejecución de sentencias capitales prescritas por la ley judía sin que fueran
confirmadas sus sentencias por el gobernador romano. La más seria restricción
que sobre él pesaba consistía en que en determinados momentos podían tomar la
iniciativa las autoridades romanas y actuar independientemente.
Las sesiones. Los días festivos no había sesión, y mucho menos en
sábado. Dado que en los casos criminales no podía dictarse sentencia hasta el
día siguiente al del juicio, tales casos no se juzgaban en víspera de sábado o
de día festivo. No es posible determinar que todos estos detalles de la Misná
se remonten a tiempos de Jesús. Los juicios sólo podían celebrarse durante las
horas del día (por consiguiente, la de Jesús debió de ser una investigación
preliminar).
Los miembros se sentaban en semicírculo. Delante de ellos se situaban los dos
secretarios del tribunal, uno a la derecha y otro a la izquierda. Frente a los
jueces había tres filas de estudiantes. El acusado debía adoptar una postura
humilde, llevar el cabello suelto y vestir ropas de color negro. En casos que
pudieran implicar la pena de muerte estaban prescritas formas especiales. Se
debía iniciar la vista con el argumento de la defensa, al que seguía el alegato
de la acusación. Nadie que hubiera hablado a favor del acusado podía
pronunciarse luego en su contra, pero lo contrario estaba permitido. Los
estudiantes podían hablar a favor, pero no en contra del acusado.
Las sentencias absolutorias debían pronunciarse el mismo día en que se
celebraba el juicio, pero las condenatorias tenían que diferirse hasta el día
siguiente. Los votos empezaban por el miembro más joven del tribunal, mientras
que en algunos casos que no implicaban la pena de muerte, la norma era que la
votación empezara por el miembro más experimentado. La mayoría simple era
suficiente para una sentencia absolutoria; para una sentencia condenatoria se
requería una mayoría de dos por lo menos. Cuando doce votaban en favor y once
en contra, el acusado quedaba libre. Doce en contra y once a favor, había que
aumentar el número de jueces en dos más, hasta que se llegaba al número de
votos necesarios para la absolución o la condena. El máximo de jueces al que
podía llegarse era de 71.
Juicio
de Jesús
El
primer episodio comienza con dos noticias muy breves. La primera sobre Jesús,
que es llevado a casa de Caifás (v.57), y la segunda sobre Pedro, que lo sigue
(v.58). Luego se pasa directamente al juicio. El relato del juicio podemos
dividirlo en dos partes. En la primera, se presentan numerosos testigos falsos
cuyo testimonio no sirve para nada y deja el problema sin resolver. En la
segunda, toma la palabra el sumo sacerdote y es él quien interroga y acusa,
llegándose a la condena a muerte de todo el Sanedrín.
La primera parte supone un esfuerzo descarado por condenar a Jesús a base de
acusaciones falsas que no se concretan, hasta que dos testigos declaran:
"Este ha dicho que puede derribar el santuario de Dios y reconstruirlo
en tres días". Es posible que estas palabras u otras parecidas fuesen
pronunciadas por Jesús en algún momento de su vida; curiosamente, reaparecen
en la cruz (Mt 27,39-40), y san Juan también las trae, aunque en sentido alegórico
(Jn 2,19). Para una persona normal, estas palabras sólo servirían para acusar
a Jesús de loco. Sin embargo, el tribunal "espiritual" podía ver aquí
algo más grave que la locura: la pretensión de atribuirse una autoridad y un
poder divinos, como de hecho hará Caifás (en la formulación de Mc, la acusación
resulta más clara y grave: "Puedo destruir este santuario construido por
manos humanas y en tres días edificar otro no hecho por manos humanas").
En medio de estas acusaciones, Mateo pone de relieve el silencio de Jesús,
incluso cuando Caifás le invita a defenderse. De nuevo se hace presente la
imagen del Siervo de Yahvé que, "como oveja llevada al matadero,
enmudecía y no abría la boca" (Is 53).
Entonces toma las riendas del juicio Caifás. Su pregunta está cargada de
matices políticos, y para comprenderla a fondo debemos recordar algo de este
personaje. Un judío de este siglo, Josef Klausner, dice así: "El hecho de
que fuera sumo sacerdote durante cerca de dieciocho años, mientras que sus
predecesores, en tiempos de Grato, no habían estado en funciones más de un año,
prueba que era un hábil diplomático y conocía bien la manera de manejar tanto
al pueblo como al gobernador romano. Un hombre así temía sin duda a un nuevo
"Mesías", pues los saduceos en general no tenían simpatía por las
ideas mesiánicas a causa de su influencia perturbadora y del peligro que
entrañaban para el orden público".
La pregunta de Caifás la introduce Mt de forma muy solemne: "Te conjuro
por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios".
Nosotros podemos darle especial importancia al segundo título: "Hijo de
Dios", pero no es más que una simple explicitación del primero: "el
Mesías", igual que en tiempos antiguos se aplicaba al rey el título de
"hijo de Dios".
La respuesta de Jesús es más ambigua de lo que puede parecer en la traducción
de la Nueva Biblia Española. Mientras Marcos pone en boca de Jesús las
palabras: "Yo soy", Mateo escribe: "Tú lo has dicho". Y
cuando Jesús sigue hablando sobre el Hijo del Hombre, lo hace en tercera
persona, sin identificarse expresamente con este personaje.
Sin embargo, Caifás capta o quiere captar la intención profunda de las palabras
de Jesús y lo acusa de blasfemo. Según Bonnard, "hay que reconocer que, en
el fondo, las pretensiones de Jesús eran blasfemas para los oídos judíos
ortodoxos, tanto más que nada atestiguaba en su persona insignificante la
dignidad mesiánica tal como se concebía entonces" (o.c., 582).
A la condena a muerte siguen las burlas. Es la primera de tres escenas
centradas en este tema. Mientras Mt no se detiene en describir los mayores sufrimientos
físicos de Jesús (flagelación, crucifixión), si prestan mucho interés a estas
escenas burlescas: la primera después de la condena del Sanedrín, la segunda
cuando Pilato lo condena a muerte, la tercera en la cruz. Es posible que esta
insistencia en el sufrimiento moral más que en el físico corresponda a la
situación de los primeros cristianos, donde las persecuciones, insultos y
burlas podían constituir un problema más real que el de los sufrimientos
físicos.
Mateo, modificando a Mc, da a entender que todos los miembros del Sanedrín
participan en la burla, escupiéndole en la cara y golpeándolo. Y la burla está
de acuerdo con el contexto. Si Jesús ha sido condenado por sus pretensiones
mesiánicas, que haga de Mesías y adivine ahora quién le ha pegado.
Conviene hacer un alto para tratar brevemente tres cuestiones: las irregularidades
del proceso desde el punto de vista judicial, las causas de la condena de Jesús
y el enfoque personal de Mateo.
1) Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente sobre los procesos del Sanedrín se
advierten numerosas irregularidades: a) la sesión se celebra de noche; b) no
existe un abogado defensor; c) la condena a muerte está decidida de antemano;
d) se dice que intervienen muchos falsos testigos; e) la condena a muerte se
emite sin esperar al día siguiente.
Algunos de estos problemas se resolverían considerando esta sesión nocturna
como mera vista previa de la causa. La auténtica reunión habría tenido lugar por
la mañana. Y, si aceptamos que Jesús celebró su última cena el martes o
miércoles, habría tiempo para un proceso regular, por lo que respecta al
tiempo. Sin embargo, esto no resuelve el problema de los testigos falsos ni el
de la justicia de la condena.
2) Las causas de la condena de Jesús. Para una persona con afición a la
historia es una pena que los evangelistas no hayan consignado esas muchas
acusaciones que se formulaban contra Jesús. Aunque fuesen falsas, serían de
enorme interés. Tal como las presentan Mc y Mt parecen exclusivamente religiosas,
mientras en Juan adquiere mucho relieve el matiz político (ver Jn 11,47-48:
"Ese hombre realiza muchas señales; si dejamos que siga, todos van a creer
en él y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación").
Sin embargo, el matiz político no está ausente en Mc y Mt, sino que adquiere un
relieve especial en la pregunta de Caifás a Jesús sobre si él es el
Mesías. Probablemente, las autoridades judías veían en Jesús un individuo
peligroso desde el punto de vista religioso y político al mismo tiempo, sin
que podamos deslindar claramente ambos aspectos. De hecho, política y religión
estaban más estrechamente unidas en Israel que en la actualidad.
3) El enfoque personal de Mateo. Comparando el relato de Mt con el de Mc, se
advierte que Mt acentúa la culpabilidad de las autoridades judías en diversos
momentos de la pasión. Indico esos detalles, anticipando algunos episodios: 1)
Mc dice que en el Sanedrín buscaba un "testimonio" contra Jesús; Mt
añade que buscaba "un testimonio falso"; en Mt, el tribunal está
desde el comienzo en contra de Jesús. 2) Cuando llevan a Jesús ante Pilato, Mc
dice que las autoridades "prepararon su plan", y lo llevaron al
prefecto romano; Mt dice que "hicieron un plan para condenar a muerte a
Jesús". 3) El episodio del suicidio de Judas, exclusivo de Mt, también
subraya el cinismo y culpabilidad de las autoridades judías, como veremos. 4)
En el juicio ante Pilato, Mt insiste en el deseo de los sacerdotes y senadores
de matar a Jesús. 5) Al final de este mismo episodio, Mt añade los vv.24-25,
que acentúan la culpabilidad de los judíos en la muerte de Jesús.
Todos estos detalles confirman algo que hemos venido notando en el evangelio de
Mateo: la tremenda polémica con los judíos. Al mismo tiempo, nos hace caer en
la cuenta de que Mt no es el testigo más imparcial a la hora de reconstruir la
realidad histórica del proceso de Jesús.
Sin embargo, sin caer en la injusticia de condenar a los judíos como deicidas,
tampoco debemos ser tan ingenuos como para considerar a Caifás y sus compañeros
unos santos. Procesos injustos los ha habido en todos los países y épocas,
saltándose las normas más elementales del derecho. Sería muy raro que no
hubiese ocurrido algo semejante en el de Jesús, cuando la acusación que estaba
por medio comprometía a toda la nación. En cualquier caso, lo que los
evangelistas pretenden subrayar es que la condena a muerte de Jesús fue
absolutamente injusta. Y en esto debemos darles la razón, a no ser que pensemos
que siempre, en cualquier momento, es preferible que muera uno por todo el
pueblo.
V. JESÚS ANTE PILATO
(27,1-31)
Esta
larga sección está compuesta por cinco episodios: 1) Jesús llevado ante Pilato
(27,1-2); 2) muerte de Judas (27,3-10); 3) interrogatorio ante Pilato
(27,11-14); 4) Jesús y Barrabás (27,15-26); 5) burlas de los soldados
(27,27-31). De ellos, el de la muerte de Judas es exclusivo de Mateo.
Suicidio de Judas
La segunda escena (suicidio de Judas) es exclusiva de Mateo. El evangelista
quiere subrayar cuatro cosas: la inocencia de Jesús, reconocida por el mismo
que lo traicionó (v.4); la tragedia de Judas, que termina ahorcándose; el
cinismo de los sacerdotes, que no se andan con escrúpulos de condenar a un
inocente y sí sobre la forma de emplear el dinero; el cumplimiento de una
profecía.
Desde un punto de vista histórico, resulta muy difícil admitir que esto
ocurriese en el momento en que lo sitúa Mateo, cuando los sumos sacerdotes y
senadores han llevado a Jesús ante Pilato. Sin embargo, desde un punto de vista
literario, el episodio está muy bien situado: antes de que Pilato emita su
veredicto, el testimonio de Judas podría haber bastado para salvar a Jesús.
Pero las autoridades han tomado ya su decisión.
Por otra parte, la versión que ofrece Hech 1,16-20 sobre la muerte de Judas
difiere mucho de la de Mateo.
Interrogatorio ante Pilato
La escena ante Pilato (11-14) es muy breve. Una
pregunta sencilla y directa, con una respuesta clara. Luego el silencio de
Jesús, subrayado por dos veces (sólo una en Mc), cuando lo acusan las
autoridades y cuando lo interroga reiteradamente Pilato. La escena resulta algo
extraña, por el aparente deseo de Pilato de actuar con justicia y su paciencia
con un reo que no ayuda nada a su absolución. Mateo ofrece más adelante la
explicación de que Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia (v.18).
Incluso en esta hipótesis, su actitud, en una persona como él, famosa por su
injusticia, sólo se explicaría por el deseo de llevar la contraria a las
autoridades, cosa nada extraña. De todos modos, la perspectiva de Mateo será
la de culpar a las autoridades judías haciendo caer sobre ellas toda la
responsabilidad de lo sucedido.
Jesús o Barrabás
En esta misma perspectiva
se mueve la escena cuarta, cuando hay que elegir entre Barrabás y Jesús. Mt
construye una escena más coherente. Según Mc, mientras se está tratando el
juicio de Jesús aparece un grupo distinto pidiendo la liberación de un preso, y
Pilato aprovecha la ocasión para intentar salvar a Jesús. En Mt, es el mismo
Pilato quien se basa en esta costumbre para plantear la alternativa entre
Barrabás y Jesús. Como detalle propio de Mateo tenemos la misiva de la mujer de
Pilato, que pone de manifiesto la revelación que tiene esta mujer pagana de la
inocencia de Jesús, pero que no tendrá repercusión alguna en los sucesos
posteriores. Inmediatamente luego tenemos otros de esos detalles típicos de Mt
para culpar a las autoridades judías. Mientras en Mc "los sumos sacerdotes
soliviantaron a la gente para que les entregara mejor a Barrabás", Mt es
mucho más duro: "los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la
gente de que pidieran a Barrabás y que muriese Jesús". Los
famosos vv. 24-25, (Pilato se lava las manos, exclusivo de Mt) vuelven a acentuar
la culpabilidad de los judíos y son como una manera de firmar su condena para
el año 70.
VI. EN EL CALVARIO
(27,32-61)
Más que distintas escenas, que serían muy
breves, tenemos aquí pinceladas rápidas que forman un cuadro. En el conjunto,
son fundamentales las tres referencias a Jesús como Hijo de Dios. Los que
pasaban primero (39-40), las autoridades después (41-43) utilizan este título
para burlarse de Jesús. Al final, el capitán romano y los soldados reconocen
que "verdaderamente, este era el Hijo de Dios" (v.54).
Las burlas en la cruz
Y llegamos a un episodio fundamental, el de las burlas en la cruz. Mateo y
Marcos quieren dejarnos la impresión de que todos, la gente que presencia el
espectáculo, las autoridades, incluso los dos ladrones, se burlan de Jesús.
Pero el episodio de Mateo, con un brevísimo añadido ("si eres hijo de
Dios"), podemos leerlo también como las últimas tentaciones de Jesús,
paralelas a las del comienzo de su vida. Aquí no será Satanás quien lo tiente,
sino gente normal y corriente.
La primera tentación procede de toda la gente que pasa por allí. Se basa en la
pretensión de Jesús de destruir el templo y reconstruirlo en tres días, algo
que toman a burla. Y concluyen: "Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de
la cruz". Que se deje de palabras, y demuestre su poder con las obras.
La segunda procede de las autoridades judías: sumos sacerdotes, escribas y
senadores. Supone un nuevo paso, porque parecen reconocer el poder de Jesús
para salvar a otros. Pero se lo niegan para salvarse a sí mismo. "Si es el
Rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él".
La tercera tentación (exclusiva de Mt) proviene de este mismo grupo y llega a
lo más profundo: "¡Había puesto en Dios su confianza! Si de verdad lo
quiere Dios, que lo salve ahora, ya que decía que es Hijo de Dios". Lo que
se pone aquí en crisis no es el poder de Jesús, sino la simple pretensión de
que Dios lo quiera. Esta tentación es la que puede llegar más honda y resultar
más difícil de superar.
Ante estas nuevas tentaciones, Jesús no responde nada. No hay citas bíblicas,
como al comienzo, con las que refutar las sugerencias del diablo.
La palabra de Jesús en la cruz
Parece
como si en su alma ocurriese lo mismo que en el exterior. Una tiniebla profunda
desde la hora sexta hasta la nona (desde la doce del mediodía hasta las tres de
la tarde). Y Jesús pronuncia entonces las palabras iniciales del Salmo 22:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" ¿Qué sentido tienen
en su boca? Unos las mantienen como simple reflejo de la tragedia que Jesús
experimenta en ese momento: la soledad y el abandono de Dios. Otros prefieren
interpretar las cosas de forma menos dramática. Para ellos, Jesús no expresa su
desconcierto, sino que comienza a rezar el Salmo 22, un salmo que habla de los
más terribles sufrimientos, pero que termina en un canto de victoria.
Mc y Mt, los únicos que recogen estas palabras de Jesús, no dan pistas de
solución. Pasan a contar la reacción de los presentes, de forma mucho más
lógica Mt que Mc.
Lo último que cuentan los dos primeros evangelistas es que Jesús dio un gran
grito y exhaló el espíritu. Lucas, con su: "Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu", y Juan con sus palabras: "Todo está consumado",
parecen quitar cierta dureza al terrible dramatismo de Mc y Mt. Sin embargo,
en el relato de Mc, el grito de Jesús al momento de morir es una prueba de su
poder. Una persona que lleva horas colgada en una cruz, respirando dificultosamente,
no puede pegar un grito. Por eso, el centurión, al ver que Jesús muere de esa
forma, dice: "Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios". Mateo
cambia el conjunto, y en él el grito de Jesús parece un simple recuerdo de lo
dicho por Mc.
Según Mc, al morir Jesús tiene lugar un portento: "la cortina del
santuario se rasgó en dos de arriba abajo". Es el símbolo de un mundo que
termina, de que lo invisible se hace visible. A este detalle, Mt añade otros
que pueden parecernos extraños, pero de gran valor simbólico. La muerte de
Jesús supone el culmen de su debilidad. No ha podido salvarse a sí mismo. Y
parece también el culmen del abandono de Dios: no lo ha salvado. Sin embargo,
la muerte de Jesús va a ser una auténtica teofanía, una manifestación tremenda
de poder en dos ámbitos: en la naturaleza, con el terremoto y las rocas que se
rajan; en el ámbito de los muertos, donde muchos cuerpos resucitan y se
aparecen más tarde en la ciudad santa. Estos prodigios resultan desconcertantes
al lector moderno. Pero entran en la lógica de los antiguos judíos. Véase el
texto siguiente, tomado del Talmud de Jerusalén:
«Al
morir Rabí Aha, se vieron estrellas en pleno mediodía. Al morir rabí Hanan, las
estatuas se doblaron. Al morir rabí Yohanan, las imágenes pintadas se
doblaron... Al morir rabí Janini de Berato Horón, el lago de Tiberíades se
dividió... Al morir rabí Isaac ben Eliasib, se derrumbaron setenta dinteles de
casas que se bamboleaban en Galilea; se dice que habían resistido hasta
entonces por el mérito de aquel rabino. Al morir rabí Samuel ben Isaac, fueron
arrancados los cedros de la Tierra santa... durante tres horas, truenos y
relámpagos surcaron la tierra, en testimonio de la buena conducta del
anciano... Al morir rabí Yassa ben Halafta, los arroyos de Laodicea se llenaron
de sangre; se dice que era una alusión a que aquel rabino había arriesgado su
vida por cumplir el precepto de la circuncisión. Al morir rabí Abahu, lloraron
las columnas de Cesarea» (Tratado Abodá Zará 3,1).
La idea de fondo es clara. Cuando muere un personaje importante, que ha tenido
especial relación con Dios, siempre ocurre algún portento. En este contexto
cultural, resulta evidente que los evangelistas no pueden contar la muerte de
Jesús sin añadir algún detalle prodigioso que signifique la importancia de su
persona y simbolice la transcendencia de su obra. En todos estos casos, lo
importante no es lo que se cuenta (pura ficción), sino lo que se quiere dar a
entender (la especial relación de ese hombre con Dios).
Ante esta teofanía, los únicos que perciben su sentido son el centurión "y
los que estaban con él".
La última noticia se refiere a las mujeres que estaban presentes "mirando
desde lejos", y a la sepultura de Jesús. La noticia tiene algo de consolador
y de trágico al mismo tiempo. Consolador, por la presencia; trágico, por la
lejanía. Por otra parte, las mujeres comienzan a adquirir una importancia
capital en el relato: ellas serán las únicas testigos de la muerte y de la
resurrección de Jesús.
VII. EN EL SEPULCRO
(27,62-66)
La última sección está compuesta por dos breves episodios, uno basado en Mc (la
sepultura de Jesús) y otro exclusivo de Mt (los guardias).
Los guardias en la tumba
El
segundo, exclusivo de Mt, se basa en la polémica antijudía, para demostrar la
realidad de la resurrección de Jesús. Sólo aquí aparecen los fariseos en el
relato de la Pasión.
RESUMEN FINAL
1. El
enfoque cristológico: Jesús es consciente de que va a la pasión.
2. El enfoque jurídico: injusticia del proceso y culpabilidad de las
autoridades judías.
3. Otras ideas teológicas: los paganos son los que perciben mejor la inocencia
y dignidad de Jesús. La mujer de Pilato, el centurión en la cruz (que empalma
con la visita de los Magos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario