domingo, 9 de abril de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 DE ABRIL LUNES SANTO SAN MIGUEL DE LOS SANTOS



10 DE ABRIL
LUNES SANTO

Evangelio según san Juan 12,1-11
    Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselo a los pobres?"
    (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando).
Entonces Jesús dijo:
"Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis".

1.  Hay dos maneras de relacionarse con la religión y, en general, con las experiencias religiosas:
1) Para expresar, mediante gestos simbólicos y poéticos, los sentimientos más hondos y más nobles del ser humano.
2) Para utilizar la religión (y las experiencias que conlleva) en provecho propio.
La primera manera manifiesta la belleza de lo más noble que hay en nosotros. La segunda pone en evidencia lo más detestable que tenemos (y ocultamos) los mortales.

2.  María, perfumando los pies de Jesús con esencia de nardo, del bueno y del caro, expresaba el amor más bello y más noble, el sentimiento más sublime, del que se habla en la Biblia: los encantos del esposo y de la esposa (Cant 1, 12.
14; 5, 1. 5).
Judas, invocando la ayuda a los pobres, para disimular su ambición por el dinero, pone al descubierto la bajeza vergonzosa del que se sirve del sufrimiento humano para enriquecerse sin pudor.
3.  Da pena pensar cómo y hasta qué punto estas dos maneras de relacionarse con la religión siguen teniendo actualidad.
La primera, la más noble y la más hermosa, la hemos mezclado y hasta la hemos confundido con la relación puramente erótica. Y hemos olvidado, no solo el Cantar de los Cantares y la espléndida experiencia mística que en él se dibuja, sino hasta lo que ya intuyeron los griegos cuando, en las Bacanales de Eurípides, el coro entona un himno al dios Dioniso en el que "la felicidad de la bacanal" conduce a "poner las almas en común" (M. Daraki).
La belleza y el goce nos unen a los humanos.  Por el contrario, la seducción del dinero se disfraza de ideas sociales (saqueando, por ejemplo, a cualquier ONG) o atesorando joyas y vanidades en la ornamentación de sagrarios, altares y capillas, por poner otro ejemplo.
¡Qué peligrosa es la religión!
El Evangelio, sin embargo, hace brotar en nosotros los sentimientos de mayor humanidad.  Lo que, entre otras cosas, representa que el Evangelio hecho vida nos humaniza. Nos hace profundamente humanos.

SAN MIGUEL DE LOS SANTOS


Nació en Vic (Cataluña), no lejos de Barcelona, el 29 de septiembre de 1591, de Enrique Argemir y Margarita Monserrada. Quedó huérfano de padre a la edad de once años. Sintiéndose llamado a la vida religiosa, debió superar mucha oposición familiar antes de poder realizar sus aspiraciones, y en agosto de 1603 es recibido en el convento de los Trinitarios de Barcelona, donde tuvo de maestro al venerable Pablo Aznar. Emitió la profesión religiosa el 30 de septiembre de 1607. Poco tiempo despùés conocía la reforma realizada en la Orden de la Santísima Trinidad por san Juan Bautista de la Concepción, y aprobada por el papa Clemente VIII en el año 1599, y obtiene permiso de transferirse; repetido el noviciado, hizo la nueva profesión entre los Trinitarios Descalzos.
En seguida se manifiestan en el joven religioso fenómenos místicos. En la iglesia, en el coro, e incluso en el refectorio, Miguel era preso imprevistamente del Espíritu del Señor y caía en éxtasis. Una sola palabra, una simple mirada al crucifijo bastaba para enajenarlo. Los superiores lo enviaron a Sevilla para hacerlo examinar por sacerdotes, expertos conocedores de almas, y su juicio fue de lo más favorable. Los superiores creían justamente que un religioso así, lleno de amor de Dios, podría hacer un óptimo apostolado, tanto dentro como fuera del convento. Fue primero elegido vicario del convento de Baeza y después superior de Valladolid, donde en ese momento se encontraba la corte del Rey de España.
En Baeza Miguel consiguió muchas conversiones. Su vida santa y los éxtasis daban a las palabras que él dirigía a los estudiantes de la universidad, a los caballeros, y a los pecadores públicos en el confesionario y el púlpito, el valor de un mensaje de Dios. En la corte de Valladolid fue muy estimado, y favorito del rey Felipe III, el cual, con toda su familia, lo consultaba ante problemas espirituales.
Murió el 10 de abril de 1625, a la edad de treinta y tres años. El 8 de junio de 1862 -fiesta de Pentecostés aquel año- fue canonizado por Pío IX junto con el grupo de mártires japoneses. Había realizado los estudios en las célebres universidades de Baeza y Salamanca, bajo la dirección de los más grandes teólogos; escribió también un tratado titulado «La tranquilidad del alma», y un cántico espiritual en verso sobre la vía unitiva, juzgados muy positivamente por maestros de espiritualidad y letras.



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