1 DE
JUNIO - VIERNES –
8ª
- SEMANA DEL T. O. – B –
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (4,7-13):
El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues,
moderados y sobrios, para poder orar. Ante todo, mantened en tensión el amor
mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente
hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga
al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de
Dios. El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al
servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será
glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y
el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Queridos hermanos, no os extrañéis de ese
fuego abrasador que os pone a prueba, como si os sucediera algo extraordinario.
Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se
manifieste su gloria, reboséis de gozo.
Palabra de Dios
Salmo: 95,10.11-12.13
R/. Llega el Señor a regir la tierra
Decid a los pueblos: El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente. R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (11,11-26):
Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió
hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba
algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos.
Entonces le dijo:
«Nunca jamás coma nadie de ti.»
Los discípulos lo oyeron. Llegaron a
Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí,
volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y
no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía,
diciendo:
«¿No está escrito: "Mi casa se
llamará casa de oración para todos los pueblos." Vosotros, en cambio, la
habéis convertido en cueva de bandidos.»
Se enteraron los sumos sacerdotes y los
escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su
doctrina, buscaban una manera de acabar con él.
Cuando atardeció, salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en
la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha
secado.»
Jesús contestó:
«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice
a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino
con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá.
Por eso os digo: Cualquier cosa que
pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando
os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también
vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.»
Palabra del Señor
1. Después de su entrada en Jerusalén,
montado en un borrico, lo primero que
relata el evangelio de Marcos es el famoso incidente del templo. El relato es
sobrio y rápido. Pero es un relato con una fuerza y una actualidad que mucha
gente no imagina. No se trata de la "purificación" del templo, sino
de la "supresión" del templo.
En realidad, desde entonces, los cristianos no volvieron a tener templos
hasta el siglo IV.
O sea, pasaron 300 años sin "lugares
sagrados". Los cristianos de
tiempos del Imperio se reunían en casas. Y sabemos que Jesús le dijo a una
mujer samaritana que había llegado la hora de adorar a Dios, no en sitios
determinados, sino "en espíritu y verdad" (Jn 4, 21-23).
Y es que, cuando la religión se sirve de
"lo sagrado" para ganar dinero, un templo es una cueva de
bandidos. Los privilegios económicos,
que obtiene la Iglesia, a costa de "lo sagrado", son un robo.
2. El
segundo incidente, que se nos recuerda en esta narración, es la maldición de la
higuera, que se secó de inmediato. - ¿Por
qué? Porque en ella había
"apariencia" de hojas con su color verde pero allí no había
"frutos" que pudieran alimentar a un ser humano. Por eso el tema de los frutos, que cada cual
produce, es capital en la mentalidad de Jesús.
Al
cristiano se le conoce por los frutos que produce (Mt 7, 16 par, Lc 6, 44,
par). Y los frutos son lo que se hace en bien de los demás, lo que nos hace más
felices o simplemente lo que nos quita el hambre, como le ocurrió al propio
Jesús.
3. El
tercer dato importante de este episodio es lo de "la fe que traslada montañas".
Esta afirmación, así, no la dijo nunca Jesús.
Cuando Jesús les habló a los discípulos de la eficacia de la oración, no se
refería a cualquier montaña, si "a este monte" (to órei toúto). - ¿De qué monte hablaba Jesús? Se ha discutido si se podía referir al Monte
de los Olivos o al Monte del Templo.
Viniendo desde Betania, el monte que se veía
delante era sin duda alguna, el del Templo (Joel Marcus, S. E. Dowd, W. R.
Telford).
Lo
que desemboca en una conclusión tremenda: la fe firme en Jesús acaba con el
templo, con "lo sagrado", con el monte sobre el que se levanta.
A Dios lo encontramos, no ya en "lo
sagrado", sino en "lo humano", lo verdaderamente humano.
SAN JUSTINO
Mártir - Año 165
San Justino No fue sacerdote, sino simplemente un
laico, y fue el primer apologista cristiano. Se llama apologista al que escribe
en defensa de algo. Y Justino escribió varias apologías o defensas del
cristianismo. Sus escritos ofrecen detalles muy interesantes para saber cómo
era la vida de los cristianos antes del año 200 y cómo celebraban sus
ceremonias religiosas.
El mismo Justino cuenta que él era un Samaritano, porque nació en la
antigua ciudad de Siquem, capital de Samaria (ciudad que en su tiempo se
llamaba Naplus). Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron una
excelente educación, instruyéndolo lo mejor posible en filosofía, literatura e
historia.
Durante algún tiempo se dedicó a estudiar la ciencia que enseñaban
los que seguían la corriente llamada "estoicismo", pero luego dejó
esa religión porque se dio cuenta de que no le enseñaban nada seguro acerca de
Dios.
Un día que paseaba junto al mar, meditando acerca de Dios, vio que se
le acercaba un venerable anciano, el cual le dijo: - Si quiere saber mucho
acerca de Dios, le recomiendo estudiar la religión cristiana, porque es la
única que habla de Dios debidamente y de manera que el alma queda plenamente
satisfecha. El anciano le recomendó que le pidiera mucho a Dios la gracia de
lograr saber más acerca de Él, y le recomendó la lectura de la S. Biblia.
Justino se dedicó a leer la S. Biblia y allí encontró maravillosas
enseñanzas que antes no había logrado encontrar en ningún otro libro. Tenía
unos treinta años cuando se convirtió, y en adelante el estudio de la Sagrada
Escritura fue para él lo más provechoso de toda su existencia.
El santo cuenta que cuando todavía no era cristiano, había algo que
lo conmovía profundamente y era ver el valor inmenso con el cual los mártires
preferían los más atroces martirios, con tal de no renegar de su fe en Cristo,
y que esto lo hacía pensar: "Estos no deben ser criminales porque mueren
muy santamente y Cristo en el cual tanto creen, debe ser un ser muy importante,
porque ningún tormento les hace dejar de creer en El".
Los paganos conocían poco del cristianismo porque había pocos
escritos que defendieran nuestra santa religión. Y Justino se convenció de que
muchos paganos llegarían a ser cristianos si leían un libro donde se les
comprobara filosóficamente que el cristianismo es la religión más santa de la
tierra. Y se convenció de que es una grave obligación de los que están
convencidos de la santidad de nuestra religión, tratar de animar a otros para
que lleguen también a pertenecer al cristianismo. A él le llamaban la atención
aquellas palabras del Libro del Eclesiástico en la S. Biblia: "Tener
sabiduría y guardársela para uno mismo sin comunicarla a los demás, es una
infidelidad y una inutilidad". Por eso se propuso recoger todas las pruebas
que pudo y publicar Biblia sus "Apologías" en favor de la religión de
Jesucristo.
Ataviado con las vestimentas características de los filósofos,
Justino recorrió varios países y muchas ciudades, discutiendo con los paganos,
con los herejes y los judíos, tratando de convencerlos de que el cristianismo
es la religión verdadera y la mejor de todas las religiones.
En Roma tuvo Justino una gran discusión filosófica con un filósofo
cínico llamado Crescencio, en la cual le logró demostrar que las enseñanzas de
los cínicos (que no respetan las leyes morales) son de mala fe y demuestran
mucha ignorancia en lo religioso. Crescencio, lleno de odio al sentirse
derrotado por los argumentos de Justino, dispuso acusarlo de cristiano, ante el
alcalde de la ciudad. Había una ley que prohibía declararse públicamente como
seguidor de Cristo. Y además en el gobierno había ciertos descontentos porque
Justino había dirigido sus "Apologías" al emperador Antonino Pío y a
su hijo Marco Aurelio, exigiéndoles que si en verdad querían ser piadosos y ser
justos tenían que respetar a la religión cristiana que es mejor que las demás.
En sus famosos libros de Apologías (o defensa del cristianismo)
nuestro santo les decía a los gobernantes de ese tiempo: ¿Por qué persiguen a
los seguidores de Cristo? ¿Porque son ateos? No lo son. Creen en el Dios
verdadero. ¿Porque son inmorales? No. Los cristianos observan mejor
comportamiento que los de otras religiones. ¿Porque son un peligro para el
gobierno? Nada de eso. Los cristianos son los ciudadanos más pacíficos del
mundo. ¿Porque practican ceremonias indebidas? Y les describe enseguida cómo es
el bautismo y cómo se celebra la Eucaristía, y de esa manera les demuestra que
las ceremonias de los cristianos son las más santas que existen.
Las actas que se conservan acerca del martirio de Justino son uno de
los documentos más impresionantes que se conservan de la antigüedad. Justino es
llevado ante el alcalde de Roma, y empieza entre los dos un diálogo
emocionante:
Alcalde. ¿Cuál es su
especialidad? ¿En qué se ha especializado?
Justino. Durante mis
primero treinta años me dediqué a estudiar filosofía, historia y literatura.
Pero cuando conocí la doctrina de Jesucristo me dediqué por completo a tratar
de convencer a otros de que el cristianismo es la mejor religión.
Alcalde. Loco debe de
estar para seguir semejante religión, siendo Ud. tan sabio.
Justino. Ignorante
fui cuando no conocía esta santa religión. Pero el cristianismo me ha
proporcionado la verdad que no había encontrado en ninguna otra religión.
Alcalde. ¿Y qué es lo
que enseña esa religión?
Justino. La religión
cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre de todos nosotros, que ha creado
los cielos y la tierra y todo lo que existe. Y que su Hijo Jesucristo, Dios
como el Padre, se ha hecho hombre por salvarnos a todos. Nuestra religión
enseña que Dios está en todas partes observando a los buenos y a los malos y
que pagará a cada uno según haya sido su conducta.
Alcalde. ¿Y Usted
persiste en declarar públicamente que es cristiano?
Justino. Sí declaro
públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte.
El alcalde pregunta
luego a los amigos de Justino si ellos también se declaran cristianos y todos
proclaman que sí, que prefieren morir antes que dejar de ser amigos de Cristo.
Alcalde. Y si yo lo
mando torturar y ordeno que le corten la cabeza, Ud. que es tan elocuente y tan
instruido ¿cree que se irá al cielo?
Justino. No solamente
lo creo, sino que estoy totalmente seguro de que si muero por Cristo y cumplo
sus mandamientos tendré la Vida Eterna y gozaré para siempre en el cielo.
Alcalde. Por última
vez le mando: acérquese y ofrezca incienso a los dioses. Y si no lo hace lo
mandaré a torturar atrozmente y haré que le corten la cabeza.
Justino. Ningún
cristiano que sea prudente va a cometer el tremendo error de dejar su santa
religión por quemar incienso a falsos dioses. Nada más honroso para mí y para
mis compañeros, y nada que más deseemos, que ofrecer nuestra vida en sacrificio
por proclamar el amor que sentimos por Nuestro Señor Jesucristo.
Los otros cristianos gritaron que ellos estaban totalmente de acuerdo
con lo que Justino acababa de decir.
Justino y sus compañeros, cinco hombres y una mujer, fueron azotados
cruelmente, y luego les cortaron la cabeza.
Y el antiquísimo documento termina con estas palabras: "Algunos
fieles recogieron en secreto los cadáveres de los siete mártires, y les dieron
sepultura, y se alegraron de que les hubiera concedido tanto valor, Nuestro
Señor Jesucristo a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos.
Amen".