16 DE MAYO
– MIÉRCOLES –
7ª – SEMANA
DE PASCUA – B
San Simón Stock
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,28-38):
En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de
Éfeso:
«Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha
encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su
propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos
feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros
deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta:
acordaos que, durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar
con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de
Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte
en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien
sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros.
Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los
necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en
dar que en recibir.”»
Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se
echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era
lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.
Palabra de Dios
Salmo: 67,29-30.33-35a.35b.36c
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh
Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo
de Jerusalén
traigan los
reyes su tributo. R/.
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el
Señor,
que avanza
por los cielos,
los cielos
antiquísimos,
que lanza su
voz, su voz poderosa:
«Reconoced el
poder de Dios.» R/.
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder,
sobre las nubes.
¡Dios sea
bendito! R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para
que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre
a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la
perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en
el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu
palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo.
No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu
palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al
mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Palabra del Señor
1. Jesús
pide aquí tres cosas para su comunidad de discípulos. Ante todo, pide unidad. Y no cualquier forma de unidad. Jesús le ruega al Padre: "Que sean uno,
como nosotros". La unidad de los
creyentes ha de ser, según el deseo de Jesús, la reproducción visible en el
mundo de la unidad invisible que existe en Dios, tal como Jesús nos ha enseñado
que es Dios: unión de seres que supera todas las desuniones que puede haber en
esta vida. Es lo primero por lo que se tienen que afanar quienes dicen o piensan
que siguen a Jesús.
2. En
segundo lugar, Jesús pide alegría. Jesús lo dice con una expresión fuerte:
"Que ellos mismos tengan mi alegría cumplida". La gran preocupación
de Jesús es que se sientan felices, que en ellos se reproduzca la experiencia
de gozo profundo, que supera los peores momentos, de forma que el clima humano
habitual en ellos no sea el miedo, la culpa, la ansiedad o la oscuridad, sino
una alegría tan fuerte, que resulte difícil de explicar.
3. En
tercer lugar, que vivan en la verdad. Es cierto que el concepto de
"verdad" es muy difícil de explicar. Y seguramente más aún cuando
hablamos de
la
"verdad" en el IV Evangelio. En cualquier caso, la verdad aquí no es
la que pueden enseñar los filósofos. Ni algo que se sitúa en el plano de las
teorías y de los conocimientos. Vivir en la verdad es vivir en la fidelidad,
que nos es posible, a la Palabra, que es Jesús mismo.
Nace en el
condado de Kent (Inglaterra) en el año 1165. Su apellido Stock hace alusión a
un "hueco de tronco" donde de pequeño y de joven, Simón pasaba largas
horas en oración como un ermitaño.
Cuando
llega el primer carmelita a Inglaterra ingresa a la Orden. Lleva allí una vida
ejemplar y piadosa.
En un
capítulo general reunido en Aylesford fue nombrado general de la Orden del
Carmelo. Desempeñará este servicio hasta su muerte.
Era muy
devoto de la Virgen María, por lo que se le ha llamado "el amado de
María". A Ella le componía himnos, que luego recitaba.
Rezaba así
San Simón Stock cada día pidiendo por su Orden:
Flor del
Carmelo Viña floridal esplendor del cielo; Virgen fecunda y singular; oh Madre
dulce de varón no conocida; a los carmelitas, proteja tu nombre, estrella del
mar.
Una de sus
mayores preocupaciones era la difusión de los carmelitas en Inglaterra y toda
Europa; por ello funda diversos conventos en las principales ciudades
universitarias como por ejemplo Oxford (Inglaterra), Cambridge (Inglaterra),
Boloña (Italia) y París (Francia).
A él se le
aparece el 16 de julio de 1251 la Virgen (en ese entonces Superior de la Orden
del Carmen) y le entrega un escapulario mientras le dice: "Toma este
hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno". Llevar el
escapulario constituye una promesa de morir en gracia y salir del purgatorio lo
antes posible (a más tardar el sábado siguiente a la muerte). No es un amuleto
o protector mágico sino es un compromiso a vivir en forma mariana o sea
imitando las virtudes de la Santísima Virgen. Esta devoción se divulgó
rápidamente.
Muere en
Burdeos (Francia) el 16 de mayo de 1265, haciendo una visita pastoral. Es
enterrado allí. En el año 1951 es trasladado a Aylesford.
Aunque es
venerado por los Carmelitas desde por lo menos 1564 nunca ha sido oficialmente
canonizado, aunque el Vaticano aprueba que los carmelitas celebren esta fiesta.
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