20 de Mayo – DOMINGO –
P E N T E C O S T E S
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11):
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo
lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que
soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de
cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los
pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y
quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es
que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre
nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y
Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de
Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos
como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de
las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios
Salmo: 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34
R/. Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío,
qué grande eres!
Cuántas son
tus obras, Señor;
la tierra
está llena de tus criaturas. R/.
Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a
ser polvo;
envías tu
espíritu, y los creas,
y repueblas
la faz de la tierra. R/.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor
con sus obras;
que le sea
agradable mi poema,
y yo me
alegraré con el Señor. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(12,3b-7.12-13):
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu
Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad
de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos
los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también
Cristo.
Pues todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un
mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu.
Palabra de Dios
Secuencia
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en
esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor
DOMINGO
DE PENTECOSTÉS.
Para el
Greco, María Magdalena vale por ciento siete
En el famoso cuadro de El
Greco sobre la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, hay un detalle que
puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por
consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de
los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de
Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI,
María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas
actuales). Ya que el Greco se inspira en el relato de los Hechos, donde se
habla de una comunidad de ciento veinte personas, podemos concluir que la
Magdalena representa a ciento siete.
- ¿Cómo se compagina esto
con el relato del evangelio de Juan que leemos hoy, donde Jesús aparentemente
sólo otorga el Espíritu a los Once?
Una vez más nos encontramos
con dos relatos distintos, según el mensaje que se quiera comunicar. Pero es
preferible comenzar por la segunda lectura, de la carta a los Corintios, que
ofrece el texto más antiguo de los tres (fue escrita hacia el año 51).
La
importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)
En este pasaje Pablo habla
de la acción del Espíritu en todos los cristianos. - Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como
Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que
el Señor era el César). - Gracias al
Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y
funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). - Y, gracias al Espíritu, en la comunidad
cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni
las clases sociales (esclavos ni libres).
En la carta a los Gálatas
dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género
(varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos
es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue
presente entre nosotros.
La versión de
Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)
A nivel individual, el
Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar
que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino
de toda la comunidad. Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha
dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por
diez). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el
apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente,
también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios»,
como reconocen al final los judíos presentes.
La versión de
Juan 20, 19-23
En este breve pasaje
podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la confirmación de que
es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.
El saludo es el
habitual entre los judíos: “La paz esté con vosotros”. Pero en este caso no se
trata de pura fórmula, porque los discípulos, muertos de miedo a los judíos,
están muy necesitados de paz.
Esa paz se la concede la
presencia de Jesús, algo que parece imposible, porque las puertas están
cerradas. Al mostrarles las manos y los pies, confirma que es realmente él. Los
signos del sufrimiento y la muerte, los pies y manos atravesados por los
clavos, se convierten en signo de salvación, y los discípulos se llenan de
alegría.
Todo podría haber terminado
aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al miedo. Sin embargo, en los
relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una
misión que culmina el plan de Dios: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a
los apóstoles. [Dada la escasez actual de vocaciones sacerdotales y religiosas,
no es mal momento para recordar otro pasaje de Juan, donde Jesús dice: “Rogad
al Señor de la mies que envíe operarios a su mies”].
Todo termina con una acción
sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelista si lo
hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de
importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede
significar “viento” y “espíritu”. Jesús, al soplar (que recuerda al
viento) infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado
con la misión que acaban de encomendarles. A lo largo de su actividad, los
apóstoles entrarán en contacto con numerosas personas; entre las que deseen
hacerse cristianas habrá que distinguir entre quiénes pueden aceptadas en la
comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos temporalmente
(reteniéndoles los pecados).
Resumen
Estas breves ideas dejan
clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la
Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en
el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia
fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla,
aunque se le podría objetar una visión demasiado intimista, en comparación con
la eminentemente apostólica de Hechos y Juan.
Ven, Espíritu divino,
manda tu
luz desde el cielo.
Padre
amoroso del pobre;
don, en
tus dones espléndido;
luz que
penetra las almas;
fuente
del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso
de nuestro esfuerzo,
tregua en
el duro trabajo,
brisa en
las horas de fuego,
gozo que
enjuga las lágrimas
y
reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina
luz, y enriquécenos.
Mira el
vacío del hombre,
si tú le
faltas por dentro;
mira el
poder del pecado,
cuando no
envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el
corazón enfermo,
lava las
manchas, infunde
calor de
vida en el hielo,
doma el
espíritu indómito,
guía al
que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la
fe de tus siervos;
por tu
bondad y tu gracia,
dale al
esfuerzo su mérito;
salva al
que busca salvarse
y danos
tu gozo eterno.
El don de
lenguas
«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se
trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas,
que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en
otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en
su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos
posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos
autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante
dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas
extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).
El primero es fácil de racionalizar. Los primeros
misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros
misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para
transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando
no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a
Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como
un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.
El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de
la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más
exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban
superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la
conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y
de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños,
incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más
hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que
traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno,
curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición
del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es
interpretado por el “profeta”).
Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan
teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos
actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador
imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños,
sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías,
como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene
algún no creyente, pensará que todos están locos.
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