25 de Mayo – Viernes –
7ª – Semana del T.O. – B
Lectura de la carta del apóstol Santiago (5,9-12):
No os
quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez
está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de
paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. Llamamos dichosos a
los que tuvieron constancia. Habéis oído ponderar la paciencia de Job y
conocéis el fin que le otorgó el Señor. Porque el Señor es compasivo y
misericordioso. Pero, ante todo, hermanos míos, no juréis ni por el cielo ni
por la, tierra, ni pronunciéis ningún otro juramento; vuestro sí sea un sí y
vuestro no un no, para no exponeros a ser juzgados.
Palabra de Dios
Salmo: 102,1-2.3-4.8-9.11-12
R/. El Señor es compasivo y misericordioso
Bendice,
alma mía, al Señor,
y todo mi
ser a su santo nombre.
Bendice,
alma mía, al Señor,
y no olvides
sus beneficios. R/.
Él perdona
todas tus culpas
y cura
todas tus enfermedades;
él
rescata tu vida de la fosa
y te
colma de gracia y de ternura. R/.
El Señor
es compasivo y misericordioso,
lento a
la ira y rico en clemencia;
no está
siempre acusando
ni guarda
rencor perpetuo. R/.
Como se
levanta el cielo sobre la tierra,
se
levanta su bondad sobre sus fieles;
como
dista el oriente del ocaso,
así aleja
de nosotros nuestros delitos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,1-12):
En aquel tiempo,
Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente
por el camino, y según costumbre les enseñaba.
Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a
prueba:
«¿Le es licito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó:
«¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron:
«Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de
repudio.»
Jesús les dijo:
«Por vuestra terquedad
dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los
creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se
unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son
dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo:
«Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete
adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con
otro, comete adulterio.»
Palabra del Señor
1. Para comprender lo que Jesús les dice aquí a
los fariseos, es necesario caer en la cuenta de que Jesús les habla siempre (en
este relato y en su paralelo de Mt 19, 1-12) a los hombres. No se dirige a
mujeres, sino a varones.
- ¿Por
qué?
Ante todo, porque quienes le hacen la
pregunta son hombres. Las mujeres
estaban de tal manera excluidas de
aquella sociedad (cf. J. Jeremias), que a ninguna se le habría ocurrido
preguntar en público sobre este asunto a un profeta famoso, como era el caso de
Jesús.
2. Por
otra parte, todos los estudiosos de los
evangelios están de acuerdo en que aquí se han de tener en cuenta dos
cosas:
1) Los fariseos se
refieren claramente al mandamiento de
Moisés (Deut 24, 1), que expresa el privilegio que tenían los hombres de
repudiar a sus mujeres. Era, pues, un privilegio del varón.
2) En aquel tiempo,
había una gran controversia entre dos escuelas teológicas, la de Hillel y la de
Schammai. Estos rabinos discutían si el
varón podía o no podía repudiar "unilateralmente" a la mujer,
"por cualquier causa".
Pues bien, lo que Jesús rechaza es el
privilegio unilateral del varón para repudiar a la mujer.
Es decir, lo que Jesús enseña no es la
indisolubilidad del matrimonio, sino que niega la superioridad en poder y
derechos del hombre sobre la mujer.
3. Ahora
se discute mucho sobre el feminismo. Y
abundan los grupos "feministas" y los "anti-feministas". El
problema es más simple. Y también es mucho más radical.
Se trata de tener muy claro y aceptar que el
hombre y la mujer son iguales en
dignidad y derechos.
Ni él ni ella han de ser considerados como más
dignos o poderosos.
Ni él ni ella tienen derechos que no puedan
tener el otro o la otra. Sin olvidar que la "diferencia" es un hecho,
mientras que la "igualdad" es un derecho (J. Ferrajoli).
Nunca insistiremos lo suficiente en este punto
capital. Por eso, la tarea más urgente ahora mismo es defender la igualdad de
derechos que han de tener las mujeres en la sociedad, en la familia, en las
instituciones, etc.
SAN BEDA EL VENERABLE
Presbítero y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la
Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el
tiempo de su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra.
Se dedicó con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la
observancia de la disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la
iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir († 735).
Etimológicamente: Beda = Aquel que es un buen guerrero, es de
origen germánico.
Breve Biografía
El nombre de Beda o Baeda en lengua sajona quiere decir oración. San
Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el historiador Burke,
murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en Inglaterra, después de haber
dictado la última página de un libro suyo y de haber rezado el Gloria Patri.
Era la víspera de la Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando sintió que se
acercaba la muerte, dijo: “He vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi
vida”.
Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y
recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en
donde fue ordenado a los 22 años.
Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo
en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parte de su obra
de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre
filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el
ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo
sencillo, accesible a todos.
Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior,
influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda
la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su
Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el
sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor
admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz,
consciente de haber prestado un servicio a la verdad.
Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración:
“Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las
palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti,
fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”.
El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó
que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se
alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la
que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador
del primer estudio parisiense.
Después de haber dictado la última página de su Comentario a san
Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sostenme la cabeza y haz que pueda
dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me
invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.
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