18 DE MAYO -
VIERNES
7ª – SEMANA
DE PASCUA - B
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (25,13-21):
En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para
cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días.
Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén,
los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él,
pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre
por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para
que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar
largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este
hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún
cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones
acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que
está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a
Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo
deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en
prisión hasta que pueda remitirlo al César.»
Palabra de Dios
Salmo: 10,4-7
R/. El Señor puso en el cielo su trono
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser
a su santo nombre.
Bendice, alma
mía, al Señor,
y no olvides
sus beneficios. R/.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su
bondad sobre sus fieles;
como dista el
oriente del ocaso,
así aleja de
nosotros nuestros delitos. R/.
El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna
el universo.
Bendecid al
Señor, ángeles suyos,
poderosos
ejecutores de sus órdenes. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (21,15-19):
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con
ellos, dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo
quería y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde
querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te
llevará adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
«Sígueme.»
Palabra del Señor
1.
Siempre se ha dicho que, a las tres negaciones de Pedro en la pasión,
corresponden estas tres afirmaciones de fidelidad de Pedro a Jesús en la
resurrección. Pero el contenido de las tres preguntas de Jesús, y el triple
encargo o tarea que encomienda a Pedro, van mucho más lejos de lo que sería restaurar una
amistad, una fe y una confianza.
2. Jesús
repite tres veces una pregunta que nunca había hecho a nadie -que sepamos-
durante su vida pública.
En los evangelios no consta que Jesús le
preguntara a alguien si lo quería. Es verdad que Pedro había negado, tres veces
y en público, su relación con Jesús. Pero tales negaciones se podían haber
resuelto con otro tipo de pregunta.
No cabe duda de que el Resucitado se muestra
más Humanizado que antes de ser constituido Hijo de Dios en plena fuerza a
partir de su resurrección (Rm 1,4).
En Jesús, lo divino se funde con lo humano, de
forma que cuanto más divino y más sagrado, más humano y más laico.
3. El
encargo de Jesús a Pedro es constituirlo "pastor" de sus ovejas.
Pedro prolonga en la historia el servicio del Buen Pastor (Jn 10, 11-16).
A diferencia de los "pastores
mercenarios", el ministerio de Pedro no se define por el poder o la
autoridad, sino por el despojo de todo interés, de manera que el interés
primordial de Pedro, y de quienes prolonguen su ministerio a lo largo de los
tiempos, ha de ser la seguridad y la protección de sus ovejas.
SAN JUAN – I
(año 526)
Era
italiano, de Toscana. En 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el
rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos. Y sucedió que el
emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los
arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana
ocuparan empleos públicos (los arrianos niegan que Jesucristo es Dios y esto es
algo muy grave y contrario a la religión Católica). El rey Teodorico obligó
entonces al Papa a que fuera a Constantinopla y tratar de obtener que el
emperador Justino quitara las leyes que habían dado contra los arrianos. Pero
Juan no tenía ningún interés en que apoyaran a los herejes. Y así lo comprendió
la gente de esa gran ciudad.
Más de
15,000 fieles salieron en Constantinopla a recibir al Papa Juan, con velas
encendidas en las manos, y estandartes. Y lo hicieron presidir muy solemnemente
las fiestas de Navidad. Y claro está que el emperador Justino, aunque les
devolvió algunas iglesias a los arrianos, no permitió que ninguno de estos
herejes ocupara puestos públicos.
Y
Teodorico se encendió en furiosa rabia, y al llegar el Santo Padre a Ravena (la
ciudad donde el rey vivía) lo hizo encarcelar y fueron tan crueles los malos
tratos que en la cárcel recibió, que al poco tiempo murió. Junto con el Papa
fueron martirizados también sus dos grandes consejeros, Boecio y Símaco.
Y dicen
los historiadores que el rey Teodorico sintió tan grande remordimiento por
haber hecho morir a San Juan Primero, que en adelante lo veía hasta en los
pescados que le servían en el almuerzo.
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