martes, 11 de agosto de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 DE AGOSTO - JUEVES – 19ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Hipólito mártir




13 DE AGOSTO - JUEVES –
19ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Hipólito mártir

Lectura de la profecía de Ezequiel (12,1-12):
Me vino esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen; pues son casa rebelde. Tú, hijo de Adán, prepara el ajuar del destierro y emigra a la luz del día, a la vista de todos; a la vista de todos, emigra a otro lugar a ver si lo ven; pues son casa rebelde. Saca tu ajuar, como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos, y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro. A la vista de todos, abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar. Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la casa de Israel.»
Yo hice lo que me mandó: saqué mi ajuar como quien va al destierro, a la luz del día; al atardecer, abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos.
A la mañana siguiente, me vino esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: "Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la casa de Israel que vive allí.
" Di: "Soy señal para vosotros; lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos: irán cautivos al destierro. El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad y se tapará la cara para que no lo reconozcan."»

Palabra de Dios

Salmo:77,56-57.58-59.61-62

R/. No olvidéis las acciones del Señor.
Tentaron al Dios Altísimo
y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso. R/.
Con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel. R/.
Abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21–19,1):
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
"Págame lo que me debes."
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "
Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Palabra del Señor

1.  La pregunta de Pedro a Jesús quiere decir si hay que perdonar siempre. Porque el número siete, en aquella cultura, se refería a la idea de plenitud.
Esto supuesto, la respuesta de Jesús sobrepasa toda medida. Ya no se trata de siete, sino de setenta veces siete. O sea, siempre y sin limitación alguna, sea cual sea la ofensa que te hayan hecho.  Es una postura que rompe todos los moldes.  Pero Jesús está convencido de que solo rompiendo todos los moldes del perdón se puede acabar con todos los excesos de la violencia.

2.  La parábola que propone Jesús, para explicar su respuesta, rompe efectivamente todos nuestros esquemas de pensamiento. Todo es desmesurado: la cantidad que debe el primer deudor; el perdón que, sin más, se le concede; la brutalidad de ese individuo con el desgraciado que le debía solo unas monedas.   Se trata de una historia en la que se rompe la lógica de nuestros comportamientos.

3.  Nuestra lógica pide justicia para castigar a los canallas. La "lógica" del Evangelio pide perdón siempre.  La Justicia del Estado debe cumplir con su deber, pero el perdón que conceden las víctimas es la única arma que desarma a los violentos.

San Hipólito mártir


(235 d.C.) –
El Martirologio Romano menciona en este día a San Hipólito, el mártir cuyo nombre aparece en las "actas" de San Lorenzo. Según ese documento tan poco fidedigno, Hipólito era uno de los guardias en la prisión donde se hallaba Lorenzo, convertido y bautizado por él. Hipólito asistió al entierro de Lorenzo y cuando el emperador lo supo, le mandó llamar y le reprendió por haber profanado el uniforme militar con "una conducta indigna de un oficial y un caballero." En seguida le mandó azotar, junto con su nodriza Concordia y otros diecinueve mártires, que murieron en la tortura. Sólo Hipólito salió con vida de la flagelación y fue condenado a perecer arrastrado por un tronco de caballos. Esto constituye un dato muy sospechoso, si recordamos que el hijo de Teseo, Hipólito, huyendo de la cólera de su padre, se encontró con un monstruo que espantó sus caballos; el héroe resbaló de su carro, se enredó en las riendas y murió despedazado contra las piedras. [El nombre de Hipólito significa "caballo desbocado." Si se tiene en cuenta la historia del martirio de este santo y el significado de su nombre, se comprenderá fácilmente que San Hipólito haya sido adoptado como patrón de caballerizas, cabalgatas y jinetes]. Los verdugos de San Hipólito escogieron los dos caballos más salvajes que encontraron, los ataron con una larga cuerda y colgaron de ella al mártir por los pies. Los caballos le arrastraron furiosamente sobre piedras y rocas; el suelo, los árboles y las piedras quedaron salpicados con la sangre del mártir. Los fieles que presenciaban la ejecución a cierta distancia, se encargaron de recogerla en pañuelos y reunieron los miembros y huesos del santo, que se dispersaron por todas partes.
Esta leyenda es probablemente una pura novela. Según parece, el mártir que la Iglesia conmemora en este día era un sacerdote romano llamado Hipólito, que vivió a principios del siglo III. Era un hombre muy erudito y el más destacado de los escritores teológicos de los primeros tiempos de la Iglesia de Roma. La lengua que usaba en sus escritos era el griego. Tal vez había sido discípulo de San Ireneo, y San Jerónimo le calificó de "varón muy santo y elocuente." Hipólito acusó al Papa San Ceferino de haberse mostrado negligente en descubrir y denunciar la herejía. Cuando San Calixto I fue elegido Papa, Hipólito se retiró de la comunión con la Iglesia romana y se opuso al Sumo Pontífice. Durante la persecución de Maximino, fue desterrado a Cerdeña junto con el Papa San Ponciano, el año 235 y allá se reconcilió con la Iglesia. Murió mártir en aquella isla insalubre a causa de los malos tratos que recibió. Su cuerpo fue, más tarde, trasladado al cementerio de la Vía Tiburtina.
Prudencio, basándose en una interpretación equivocada de la inscripción del Papa San Dámaso, confunde a San Hipólito con otro mártir del mismo nombre y afirma que murió descoyuntado por un tiro de caballos salvajes en la desembocadura del Tíber. En un himno refiere que siempre había sido curado de sus enfermedades de cuerpo y alma cuando había ido a pedir auxilio a la tumba de San Hipólito y agradece a Cristo las gracias que le ha concedido por la intercesión del mártir. El mismo autor asegura que la tumba de San Hipólito era un sitio de peregrinación, frecuentado no sólo por los habitantes de Roma, sino por los cristianos de sitios muy remotos, sobre todo el día de la fiesta del mártir: "La gente se precipita desde la madrugada al santuario. Toda la juventud pasa por ahí. La multitud va y viene hasta la caída del sol, besando las letras resplandecientes de la inscripción, derramando especias y regando la tumba con sus lágrimas. Y cuando llega la fiesta del santo, al año siguiente, la multitud acude de nuevo celosamente... y los anchos campos apenas pueden contener el gozo del pueblo." Otra prueba de la gran veneración en que los fieles tenían a San Hipólito, es que su nombre figura en el canon de la misa ambrosiana de Milán.
En 1551, se descubrió en el cementerio de San Hipólito, en el camino de Tívoli, una estatua de mármol del siglo III que representa al santo sentado en una cátedra; las tablas para calcular la Pascua y la lista de las obras de San Hipólito están grabadas en ambos lados de la cátedra. La estatua se halla actualmente en el Museo de Letrán.


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