7 DE AGOSTO – VIERNES –
18ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SAN CAYETANO
Lectura
de la profecía de Nehemías (2,1.3;3,1-3.6-7):
Mirad sobre los montes los pies del heraldo que pregona
la paz, festeja tu fiesta, Judá;
cumple tus votos, porque el criminal no
volverá a pasar por ti, pues ha sido aniquilado. Porque el Señor restaura la
gloria de Jacob y la gloria de Israel; lo habían desolado los salteadores,
habían destruido sus sarmientos. Ay de la ciudad sangrienta, toda ella
mentirosa, llena de crueldades, insaciable de despojos.
Escuchad: látigos, estrépito de ruedas, caballos al galope, carros
rebotando, jinetes al asalto, llamear de espadas, relampagueo de lanzas, muchos
heridos, masas de cadáveres, cadáveres sin fin, se tropieza en cadáveres.
Arrojaré basura sobre ti, haré de ti un espectáculo vergonzoso. Quien te vea se
apartará de ti, diciendo: «Desolada está Nínive, ¿quién lo sentirá?; ¿dónde
encontrar quien te consuele?»
Palabra de Dios
Salmo: Dt 32,35cd-36ab.39abcd.41
R/. Yo doy la muerte y la vida
El día de su perdición se acerca
y su suerte se apresura,
porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R/.
Pero ahora mirad: yo soy yo,
y no hay otro fuera de mí;
yo doy la muerte y la vida,
yo desgarro y yo curo. R/.
Cuando afile el relámpago de mi espada
y tome en mi mano la justicia,
haré venganza del enemigo
y daré su paga al adversario. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (16,24-28):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda
por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si
arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre
vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada
uno según su conducta.
Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber
visto llegar al Hijo del hombre con majestad.»
Palabra del Señor
1.
Después de anunciar el final trágico que le espera (Mt 16, 21-23), Jesús hace
el anuncio programático de cómo entiende él la vida y el destino de todo el que
pretenda "seguir" el camino y la vida que él lleva, en este mundo,
con coherencia y fidelidad al proyecto del Hijo del Hombre, que es "la
plenitud del ser
humano".
Se trata de una
vida que se caracteriza por el hecho extraño y sobrecogedor de ir por la vida
cargado con una cruz. Y es importante recordar que las gentes de aquel tiempo
sabían muy bien que quien iba cargado con una cruz, iba camino del
"patibulum".
Los galileos
estaban habituados a ver el duro espectáculo de ciudadanos cargados con cruces.
Hacía tiempo que aquellas gentes
veían a ciudadanos crucificados junto a los caminos por los legionarios romanos
(J. Gnilka).
2. La
peor, la más equivocada y la más cruel interpretación, que se ha hecho de este
programa de Jesús, ha sido la interpretación "ascética", que, en
definitiva, consiste en pensar que Dios quiere y a Dios le agrada que los
humanos pasemos la vida privándonos de todo lo que nos agrada, imponiéndonos
renuncias y sacrificios, soportando en silencio las injusticias y atropellos
que nos hacen y, al final, muriendo con alegría.
Como es lógico,
si esto fuera así, sería la peor agresión contra cualquier ser humano. Pero
sería, además, una agresión brutal contra Dios. Porque un Dios así, no sería un
Padre, sería el más violento de todos los tiranos. Esto es lo que a mucha gente
la ha expulsado de las iglesias y de las creencias religiosas.
3. Pero
más preocupante aún que la interpretación "ascética", es la
explicación "teológica", de la muerte en la cruz como el
"sacrificio" y la "expiación" que el Padre exigía de su
Hijo, para redimirnos de nuestros pecados (2 Cor 5,21; Rm 3, 24-26; 4, 5).
Estas ideas
sobre el "sacrificio" y la "expiación" se concretaron, a
partir del s. III, con la idea jurídica de "satisfacción", que
explicó Anselmo de Canterbury en el s. XI.
San Pablo, que
había sido educado en la religión de Israel, creyó toda su vida en el Dios de
Abrahán, el "Dios de los padres" (Gal 3, 16-21; Rm 4, 2-20) (U.
Schnelle). Pero sabemos que, para un israelita, lo primero que el "Dios de
los padres" (R. de Vaux) le pidió a Abrahán fue ofrecer en
"sacrificio" a su hijo querido, Isaac (Gen 22).
El Padre,
del que siempre habló Jesús, no es ya la representación del Dios de la
religión, sino la revelación del Padre de la misericordia, que se nos reveló en
Jesús.
4. El
Imperio, que ejecutaba en la cruz a los esclavos y marginados, era la
representación de todos los sistemas de este mundo que producen desigualdades,
injusticias, esclavitudes. Ante eso, una persona honesta y digna no puede
quedarse con los brazos cruzados. Porque si hace eso, se hace cómplice de
la violencia y la crueldad que se ejerce contra los más desgraciados.
Pues bien,
enfrentarse a los imperios causantes de tanta barbarie, eso es cargar con la
cruz. Porque tales imperios no perdonan. Eso es lo que hizo Jesús. Ante el
imperio de la religión. Y el de la política y el dinero. Por eso lo
crucificaron.
Cargar con la
cruz es ser honesto y no dejarse corromper. Ni más ni menos que eso.
SAN CAYETANO
San Cayetano se distinguió por su
asiduidad en la oración y por la práctica de la caridad para con el prójimo.
Murió en Nápoles en el año 1547.
Su
padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño
quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por
formarlo muy buen.
Estudió
en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su
presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades.
Se fue
después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa
Julio II, y notario de la Santa Sede.
A los
33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan
grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres
meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.
En
Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos
socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por
dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Viendo
que el estado de relajación de los católicos era sumamente grande y
escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a
llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los
Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo
el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa
Pablo IV).
San
Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo, pero enfermo
del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos
los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su
vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo
Evangelio.
Y donde
quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.
En ese
tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró
en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando
y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les
decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es
reformarse uno a sí mismo".
San
Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió
entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: "Veo
a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?" Veo a
mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores?
Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de
imitar al Redentor Crucificado".
En
Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta,
junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como
en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: "Dios es el mismo
aquí y en todas partes, y Él nunca nos ha desamparado, si siquiera por un
minuto".
Fundó
asociaciones llamadas "Montes de piedad" (Montepíos) que se dedicaban
a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses.
Sentía
un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada
Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen
preferida era la del Divino Niño Jesús.
La
gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy
santo".
Los
ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos
en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes.
Un día
en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido
sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos
golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo
con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para
comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de
provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.
En su
última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana
y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor
permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así
murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado
de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
En
seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice
lo declaró santo en 1671.
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