jueves, 6 de agosto de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 DE AGOSTO – VIERNES – 18ª – SEMANA DEL T. O. – A – SAN CAYETANO






7 DE AGOSTO – VIERNES –
18ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SAN  CAYETANO

Lectura de la profecía de Nehemías (2,1.3;3,1-3.6-7):

Mirad sobre los montes los pies del heraldo que pregona la paz, festeja tu fiesta, Judá;
cumple tus votos, porque el criminal no volverá a pasar por ti, pues ha sido aniquilado. Porque el Señor restaura la gloria de Jacob y la gloria de Israel; lo habían desolado los salteadores, habían destruido sus sarmientos. Ay de la ciudad sangrienta, toda ella mentirosa, llena de crueldades, insaciable de despojos.
Escuchad: látigos, estrépito de ruedas, caballos al galope, carros rebotando, jinetes al asalto, llamear de espadas, relampagueo de lanzas, muchos heridos, masas de cadáveres, cadáveres sin fin, se tropieza en cadáveres. Arrojaré basura sobre ti, haré de ti un espectáculo vergonzoso. Quien te vea se apartará de ti, diciendo: «Desolada está Nínive, ¿quién lo sentirá?; ¿dónde encontrar quien te consuele?»

Palabra de Dios

Salmo: Dt 32,35cd-36ab.39abcd.41

R/. Yo doy la muerte y la vida
El día de su perdición se acerca
y su suerte se apresura,
porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R/.

Pero ahora mirad: yo soy yo,
y no hay otro fuera de mí;
yo doy la muerte y la vida,
yo desgarro y yo curo. R/.

Cuando afile el relámpago de mi espada
y tome en mi mano la justicia,
haré venganza del enemigo
y daré su paga al adversario. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,24-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad.»

Palabra del Señor

1.  Después de anunciar el final trágico que le espera (Mt 16, 21-23), Jesús hace el anuncio programático de cómo entiende él la vida y el destino de todo el que pretenda "seguir" el camino y la vida que él lleva, en este mundo, con coherencia y fidelidad al proyecto del Hijo del Hombre, que es "la plenitud del ser humano".
Se trata de una vida que se caracteriza por el hecho extraño y sobrecogedor de ir por la vida cargado con una cruz. Y es importante recordar que las gentes de aquel tiempo sabían muy bien que quien iba cargado con una cruz, iba camino del "patibulum".
Los galileos estaban habituados a ver el duro espectáculo de ciudadanos cargados con cruces. Hacía tiempo que aquellas gentes veían a ciudadanos crucificados junto a los caminos por los legionarios romanos (J. Gnilka).

2.  La peor, la más equivocada y la más cruel interpretación, que se ha hecho de este programa de Jesús, ha sido la interpretación "ascética", que, en definitiva, consiste en pensar que Dios quiere y a Dios le agrada que los humanos pasemos la vida privándonos de todo lo que nos agrada, imponiéndonos renuncias y sacrificios, soportando en silencio las injusticias y atropellos que nos hacen y, al final, muriendo con alegría.
Como es lógico, si esto fuera así, sería la peor agresión contra cualquier ser humano. Pero sería, además, una agresión brutal contra Dios. Porque un Dios así, no sería un Padre, sería el más violento de todos los tiranos. Esto es lo que a mucha gente la ha expulsado de las iglesias y de las creencias religiosas.

3.  Pero más preocupante aún que la interpretación "ascética", es la explicación "teológica", de la muerte en la cruz como el "sacrificio" y la "expiación" que el Padre exigía de su Hijo, para redimirnos de nuestros pecados (2 Cor 5,21; Rm 3, 24-26; 4, 5).
Estas ideas sobre el "sacrificio" y la "expiación" se concretaron, a partir del s. III, con la idea jurídica de "satisfacción", que explicó Anselmo de Canterbury en el s. XI.
San Pablo, que había sido educado en la religión de Israel, creyó toda su vida en el Dios de Abrahán, el "Dios de los padres" (Gal 3, 16-21; Rm 4, 2-20) (U. Schnelle). Pero sabemos que, para un israelita, lo primero que el "Dios de los padres" (R. de Vaux) le pidió a Abrahán fue ofrecer en "sacrificio" a su hijo querido, Isaac (Gen 22).
 El Padre, del que siempre habló Jesús, no es ya la representación del Dios de la religión, sino la revelación del Padre de la misericordia, que se nos reveló en Jesús.

4.  El Imperio, que ejecutaba en la cruz a los esclavos y marginados, era la representación de todos los sistemas de este mundo que producen desigualdades, injusticias, esclavitudes. Ante eso, una persona honesta y digna no puede quedarse con los brazos cruzados.  Porque si hace eso, se hace cómplice de la violencia y la crueldad que se ejerce contra los más desgraciados.
Pues bien, enfrentarse a los imperios causantes de tanta barbarie, eso es cargar con la cruz. Porque tales imperios no perdonan. Eso es lo que hizo Jesús. Ante el imperio de la religión. Y el de la política y el dinero. Por eso lo crucificaron.
Cargar con la cruz es ser honesto y no dejarse corromper. Ni más ni menos que eso.

SAN  CAYETANO


Nació en Vicenza en el año 1480. Estudió derecho en Padua y, después de recibida la ordenación sacerdotal, instituyó en Roma la Sociedad de Clérigos Regulares o Teatinos, con el fin de promover el apostolado y la renovación espiritual del clero. Esta sociedad se propagó luego por el territorio de Venecia y el reino de Nápoles.
San Cayetano se distinguió por su asiduidad en la oración y por la práctica de la caridad para con el prójimo. Murió en Nápoles en el año 1547.

Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.
Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades.
Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.
los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.
En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Viendo que el estado de relajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV).
San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo, pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.
donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.
En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".
San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: "Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?" Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado".
En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: "Dios es el mismo aquí y en todas partes, y Él nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto".
Fundó asociaciones llamadas "Montes de piedad" (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses.
Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.
La gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo".
Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes.
Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.
En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.
En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.






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