9 DE AGOSTO - DOMINGO –
19ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santa Edith Stein
(Sor Teresa Benedicta de la Cruz)
Lectura del primer libro de los Reyes
(19, 9a.11-13a):
En
aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios se metió en una
cueva donde pasó la noche.
El Señor le dijo:
«Sal y ponte de pie en el monte ante el
Señor. ¡El Señor va pasar!»
Vino un huracán tan violento que descuajaba
los montes e hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba
en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en
el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en
el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó
el rostro con el manto, salió y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Salmo: 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación
Voy a
escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus
amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La
misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El
Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Romanos (9,1-5):
Digo
la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura
que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues
por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso
ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados
como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las
promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el
Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (14,22-33):
Después
que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a
la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la
noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra,
sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les
acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el
agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti
andando sobre el agua.»
Él le dijo:
«Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre
el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró
miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró
y le dijo:
«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»
En cuanto subieron a la barca, amainó el
viento.
Los de la barca se postraron ante él,
diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra
del Señor
Remando contra viento y marea.
¿Tienes la impresión de que la Iglesia, tu parroquia,
tu comunidad religiosa, se va a pique?
¿Te apetece acercarte a Jesús, pero temes perder pie a
mitad de camino?
Estas experiencias las tuvieron los primeros
cristianos. Mateo les dio respuesta en lo que hoy nos cuenta.
La
tempestad calmada y el viento en contra
Hay dos episodios en los evangelios bastante
parecidos, aunque muy diferentes. Se parecen en el escenario (una barca en
medio del lago de Galilea en circunstancias adversas) y en los protagonistas
(Jesús y los discípulos). Se diferencian en que, en el primer caso, la barca
está a punto de zozobrar y los discípulos corren peligro de muerte; en el segundo,
sólo se enfrentan a un fuerte viento en contra que hace inútiles todos sus
esfuerzos.
Traducido a la experiencia de nuestros días, la
tempestad calmada recuerda a numerosas comunidades cristianas, sobre todo de
África y Oriente Medio, que se ven amenazadas de muerte y gritan a Jesús:
«¡Señor, sálvanos, que perecemos!» El viento en contra hace pensar en tantas
otras comunidades, especialmente de occidente, que luchan contra viento y
marea, cada vez con menos fuerzas, y sin ver resultados tangibles.
El primer episodio, la tempestad calmada, tiene un
claro paralelo en el Salmo 107 (106), 23-32: en el Salmo, los navegantes gritan
a Dios en el peligro y él los salva; en el evangelio, los discípulos gritan a
Jesús y es éste quien los salva.
Pero el segundo episodio, el de la barca con viento en
contra y Jesús caminando sobre el agua, no me recuerda ningún episodio del
Antiguo Testamento (y tampoco le veo relación con la primera lectura de este
domingo). Sin embargo, está tan anclado en la primitiva tradición cristiana que
no sólo lo cuentan Marcos y Mateo, sino incluso Juan, que generalmente va por
sus caminos. Es muy curioso que Lucas omita esta escena: probablemente pensó
que presentar a Jesús caminando sobre el agua y confundido con un fantasma iba
a plantear a sus cristianos más problemas que beneficios.
El
relato de Mateo
Se inspira en el de Marcos, pero introduciendo cambios
muy significativos. Podemos dividirlo en cuatro escenas.
Primera
escena: Jesús se separa de los discípulos
Después
que la gente se hubo saciado, Jesús apremió
a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra
orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la
gente, subió
al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy
lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
Hablando en términos cinematográficos, es un montaje
en paralelo. Inmediatamente después de la comida, Jesús obliga a sus discípulos
a embarcarse, mientras él despide a la gente. Luego se retira a rezar «a solas»
y, al anochecer, «seguía allí solo». Mientras, los discípulos se encuentran
«muy lejos de tierra» (Juan dice que a unos 25-30 estadios, 5-6 km, lo que
supone en mitad del lago). Con esto se acentúa la distancia física de Jesús con
respecto a los discípulos. A nivel simbólico, quedan contrapuestos dos mundos:
el de la intimidad con Dios (Jesús orando) y el de la dura realidad (los
discípulos remando). Ha sido Jesús el que los ha abandonado a su destino.
Segunda
escena: Jesús se acerca a los discípulos
De
madrugada se
les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el
agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les
dijo en seguida:
―
¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
A la distancia física se suma la distancia temporal. Jesús los despide por la
tarde y no se dirige hacia ellos hasta el final de la noche. [La traducción
litúrgica dice «de madrugada»; el texto griego, «a la cuarta vela», entre las 3
y las 6 a.m.; los romanos dividían la noche en cuatro velas, desde las 6 p.m.
hasta las 6 a.m.].
Mateo
cuenta con asombrosa naturalidad y sencillez algo inaudito: el hecho de que
Jesús se acerque caminando sobre el lago. Los discípulos no reaccionan con la
misma naturalidad: se asustan, porque piensan que es un fantasma, tienen miedo,
gritan. Es la única vez que se usa en el Nuevo Testamento el término
“fantasma”, que en griego clásico se aplica a los espíritus que se aparecen, o
a «las visiones fantasmagóricas de mis ensueños» (Esquilo, Los siete
contra Tebas, 710).
Es la única vez que Jesús provoca en sus discípulos un
pánico que los hace gritar de miedo. Es la única vez que les dice «¡animaos!».
Una escena peculiar sobre la que volveremos más adelante.
Tercera
escena: Jesús y Pedro
Pedro
le contestó:
―
Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
Él le
dijo:
―
Ven.
Pedro
bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al
sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
―
Señor, sálvame.
En
seguida Jesús
extendió la mano, lo agarró y le dijo:
―
¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
Quien
conoce los relatos de Marcos y Juan advierte aquí una gran diferencia. En esos
dos evangelios, Jesús sube a la barca y el viento se calma. Pero Mateo
introduce una escena, exclusivamente suya, que subraya la relación especial
entre Jesús y Pedro. Igual que en otros pasajes de su evangelio, Mateo aporta
aquí rasgos de la personalidad de Pedro que justifican su importancia posterior
dentro del grupo de los Doce. Pero no ofrece una imagen idealizada, sino real,
con virtudes y defectos. Su decisión de ir hacia Jesús caminando sobre el agua
lo pone por encima de los demás, igual que ocurrirá más adelante en Cesarea de
Filipo. Pero Pedro muestra también su falta de fe y su temor. Incluso entonces,
es salvado por la intervención de Jesús. Dentro de la sobriedad de Mateo, esta
escena llama la atención por la abundancia de detalles expresivos, que
adquieren su punto culminante en la imagen de Jesús alargando la mano y
agarrando a Pedro.
Cuarta
escena: confesión de los discípulos (32-33)
En
cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante
él, diciendo:
«Realmente
eres Hijo de Dios.»
Marcos termina su relato diciendo que los
discípulos «no cabían en sí de estupor, pues no habían entendido lo de los
panes, ya que tenían la mente obcecada» (Mc 6,51-52).
Mateo introduce un cambio radical: los discípulos no
se asombran, sino que se postran ante Jesús y confiesan: «realmente eres Hijo
de Dios». Esta actitud y estas palabras significan un gran avance.
Anteriormente, en el relato de la tempestad calmada
(Mt 8,23-27), los discípulos terminan preguntándose: «¿Quién será éste que
hasta el viento y el agua le obedecen?» Desde entonces, el conocimiento más
profundo de Jesús ha provocado un cambio en ellos.
Ya no se preguntan quién es; confiesan abiertamente
que es «hijo de Dios», y lo adoran.
Este título no podemos interpretarlo con toda la carga
teológica que le dio más tarde el Concilio de Calcedonia (año 451).
También el centurión que está junto a Jesús en la cruz
reconoce que «este hombre era hijo de Dios».
Lo que quiere expresar este título es la estrecha
vinculación de Jesús con Dios, que lo sitúa a un nivel muy superior al de
cualquier otro hombre. De aquí a confesar la filiación divina de Jesús sólo
queda un pequeño paso.
Anticipando
la gloria de Jesús resucitado.
Este relato, tal como lo
cuenta Mateo, ofrece tres datos curiosos:
1) el cuerpo de Jesús desafía las leyes físicas;
2) los discípulos no reconocen a Jesús, lo confunden
con un fantasma;
3) Jesús, a pesar del poder que manifiesta, trata a
los apóstoles con toda naturalidad.
Estos
tres detalles son típicos de los relatos de apariciones de Jesús resucitado:
1) Su cuerpo aparece y desaparece, atraviesa muros,
etc.;
2) Ni la Magdalena, ni los dos de Emaús, ni los siete
a los que se aparece en el lago, reconocen a Jesús;
3) Jesús resucitado nunca hace manifestaciones
extraordinarias de poder, habla y actúa con toda naturalidad.
Por
consiguiente, lo que tenemos en Mateo (no en Marcos) es algo muy parecido a un
relato de aparición de Jesús resucitado.
- ¿Qué sentido tiene en este
momento del evangelio? Anticipar su gloria.
Igual que el relato de la muerte de Juan Bautista,
contado poco antes, anticipa su pasión, su maravilloso caminar sobre el agua
anticipa su resurrección.
Sentido
eclesial y personal
Desde antiguo, se ha visto en la barca una imagen de
la Iglesia, metida por Jesús en una difícil aventura y, aparentemente,
abandonada por él en medio de la tormenta. Este sentido, que estaba ya en
Marcos, lo completa Mateo con un aspecto más personal, al añadir la escena de
Pedro: el discípulo que, confiando en Jesús, se lanza a una aventura
humanamente imposible y siente que fracasa, pero es rescatado por el Señor.
En la imagen de Pedro podían reconocerse muchos
apóstoles y misioneros de la Iglesia primitiva, y podemos vernos también a
nosotros mismos en algunos instantes de nuestra vida:
- cuando parece que todos nuestros esfuerzos son
inútiles,
- cuando nos sentimos empujados y abandonados por
Dios,
- cuando nosotros mismos, con algo de buena voluntad y
un mucho de presunción, queremos caminar sobre el agua, emprender tareas que
nos superan.
Ellos vivenciaron que Jesús los agarraba de la
mano y los salvaba. La misma confianza debemos tener nosotros.
La
primera lectura
Ha
sido elegida porque en ella Dios se revela en la brisa suave, después del
viento huracanado, el fuego y el terremoto. En el evangelio, después de la
tormenta, cuando Jesús sube a la barca, el viento amaina. Este paralelismo no
impide que la lectura parezca traída por los pelos; es preferible no detenerse
en ella.
Santa Edith Stein
(Sor Teresa Benedicta de la Cruz)
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith) Stein, virgen de la Orden de las
Carmelitas Descalzas y mártir, la cual, nacida y educada en la religión judía,
después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes
dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo y la desarrolló
bajo el velo de religiosa, hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la
dignidad del hombre y de la fe, fue desterrada y encarcelada, muriendo en la
cámara de gas del campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de
Cracovia, en Polonia.
Vida de Santa Edith Stein
(Sor Teresa Benedicta de la Cruz)
Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de
octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el
día de la expiación. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre
tuviera una especial predilección por la hija más pequeña". Precisamente
esta fecha de su nacimiento fue para la carmelita casi un vaticinio.
El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún
dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una
persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al
cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no
consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios.
"Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar".
Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística
e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en
el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le
interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la
organización "Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto".
Más tarde escribía: " como bachiller y joven estudiante, fui una feminista
radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de
soluciones puramente objetivas".
En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases
universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente,
consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl
fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no
solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos
entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. "Retorno al
objetivismo". Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no
pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein
se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su
atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con
el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima
calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de
formación profesional.
Al estallar la primera guerra mundial escribía: "ahora ya no tengo una
vida propia". Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un
hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los
ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el
quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el
hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde
obtuvo el doctorado "summa cum laude" con una tesis "Sobre el
problema de la empatía ".
Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana
entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un
rato para rezar. "Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las
sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes
acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia
desierta, come si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo
ocurrido". En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió:
"ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han
creído encontrar la misericordia divina". ¿Cómo llegó a esta afirmación?
Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga,
Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917.
Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía
cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.
Con gran sorpresa encontró una creyente. "Este ha sido mi primer
encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores...
Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo". Más
tarde escribirá: "lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de
Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios-
no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya
trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente
clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada".
En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund
Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a
visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una
discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara
también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: "Después de cada
encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se
agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto".
Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo
que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto,
Husserl se pronunciaba así en un informe: "Si la carrera universitaria se
hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a
cualquier otra persona para el examen de habilitación". Más tarde, sin
embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.
Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología
y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el
opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de
que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario
ponerlo en práctica.
En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a
la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta
señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith
encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante
toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".
Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: "mi anhelo
por la verdad era ya una oración".
En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de
Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la
fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius,
que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi religión hebrea y me
sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios". Ahora tendrá
siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de
pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta
cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el
Obispo de Espira en su capilla privada.
Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. "Mamá,
soy católica". Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió:
"mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño" (cf. Jn 1,
47).
Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el
Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el
Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de
profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del
Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por
insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos
viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. "Durante
el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi
conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas
las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios.
Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de
nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno
atraído por Dios, más debe "salir de sí mismo", en el sentido de
dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir". Su
programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período
precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de
Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna.
El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas
propias. Aprendió que es posible "practicar la ciencia al servicio de
Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras
científicas". Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su
trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas
más importantes del año eclesiástico.
En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la
habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano.
Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: "Potencia
y acción". Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola
bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el
convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra
durante su vida.
En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto
de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar
su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de
hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser
"instrumento de Dios". "Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él
".
En 1933 la noche se cierne sobre Alemania. "Había oído ya antes algo
sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender
que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el
destino de este pueblo era también el mío". El artículo de la ley de los
nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente.
"Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí
". "Me había convertido en una extranjera en el mundo".
El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de
Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de
pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del
Monasterio de Carmelitas de Colonia. "Solamente la pasión de Cristo nos
puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella".
Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia.
El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños
y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a
la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. "¿Por qué la has
conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un
hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? " . Su madre lloró. A la
mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. "No podía tener una
alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo
estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios". Cada semana
escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa
le mandará noticias de casa.
El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de
Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El
Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el
nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.
Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios
que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se
trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los
demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser
esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será
posible comprender todo esto, puesto que es un secreto". El 21 de abril de
1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de
renovar los votos, murió su madre en Breslau. "Hasta el último momento mi
madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme
confianza en su Dios... fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía, confío
en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel
abogada, para que también yo pueda llegar a la meta".
En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo
imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra:
"que ya sólo en amar es mi ejercicio ". La entrada de Edith Stein en
el convento de las Carmelitas no fue una huida. "Quien entra en el Carmelo
no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque
nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios ". Dio cuenta a Dios
sobre todo de su pueblo.
"Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo
para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que
me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran
consuelo " (31.10.1938).
El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio
que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror
entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace
todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La
noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan
al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el
9 de junio de 1939.
"Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima
voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi
vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su
Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz
del mundo... ".
Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado
permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras
cosas, De la vida de una familia judía. "Deseo narrar simplemente lo que
he experimentado al ser hebrea". Ante "la juventud que hoy es educada
desde la más tierna edad en el odio a los judíos..., nosotros, que hemos sido
educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio".
En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz,
el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de
su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía
amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser
entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya
desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes
unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)". Su estudio sobre San
Juan de la Cruz lleva como subtítulo: " La ciencia de la Cruz ".
El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la
capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su
hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio
en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en
Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos, por nuestro pueblo".
Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos
mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una
venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los
Países Bajos por los programas y las deportaciones de los judíos. "Jamás
había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía
pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así... cada hora rezo por
ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos".
El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: "para mí, ella es,
en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios".
Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia
Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana
Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.
Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió
honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una
hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como
católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía,
a su pueblo ".
Fuente:
http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_1
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