19 DE AGOSTO - MIÉRCOLES –
20ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Lectura de la profecía de
Ezequiel (34,1-11):
Me
vino esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán, profetiza
contra los pastores de Israel, profetiza, diciéndoles: "¡Pastores!, esto
dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No
son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia,
os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis.
No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las
heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis
brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto
de las fieras del campo.
Mis ovejas se
desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se
dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro.
Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: '¡Lo juro por mi vida!
–oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las
fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los
pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad la palabra del
Señor.
Así dice el Señor: Me voy
a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores
de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a sí mismos los pastores; libraré
a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar.
Así dice el Señor Dios:
"Yo mismo en persona
buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."»
Palabra de Dios
Salmo: 22,1-3a.3b-4.5.6
R/. El Señor es mi pastor,
nada me falta
El
Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me
guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas
una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu
bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (20,1-16):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El reino de los cielos
se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su
viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la
viña.
Salió otra vez a media
mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
"Id también vosotros
a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia
mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a
otros, parados, y les dijo:
"¿Cómo es que estáis
aquí el día entero sin trabajar?"
Le respondieron:
"Nadie nos ha
contratado."
Él les dijo:
"Id también vosotros
a mi viña."
Cuando oscureció, el
dueño de la viña dijo al capataz:
"Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros."
Vinieron los del
atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros,
pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.
Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
"Estos últimos han
trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos
aguantado el peso del día y el bochorno.
Él replicó a uno de
ellos:
"Amigo, no te hago
ninguna injusticia. - ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo
y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. - ¿Es que no tengo libertad
para hacer lo que quiera en mis asuntos? - ¿O vas a tener tú envidia
porque yo soy bueno?"
Así, los últimos serán
los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
1. La primera impresión que
produce la lectura de esta parábola es que aquí se cuenta una historia que no es
precisamente un modelo de justicia y de sentido común. Porque no se ajusta al criterio
elemental de las leyes laborales.
El criterio de pagar a cada cual según
el rendimiento en el trabajo. Pero es evidente que el que trabaja de sol a sol,
no puede rendir, ni producir, lo mismo que el que trabaja una hora. En este
sentido, no se ve qué ejemplaridad puede tener esa historia. Ni para qué la
cuenta Jesús.
2. Sin embargo, nunca tuvo
tanta actualidad esta parábola de Jesús como la tiene en este momento. Una
de las cosas más crueles, que ha puesto en evidencia la crisis económica
mundial, es que al capital y a los capitalistas lo que les importa no es
"remediar el paro" de los trabajadores, sino sobre todo "la
ganancia de los empresarios". Jesús, sin embargo, presenta aquí un
tipo de empresario que no mira la productividad o el rendimiento de los
trabajadores. Lo que aquel extraño empresario demostró es que lo primero para
él era acabar con el paro. De la mañana a la noche no hizo otra
cosa. Todo el día sacando gente de la desocupación. Y lo
más sorprendente es que, al final, cuando llegó la hora de pagar el jornal,
todos los que habían trabajado cobraron exactamente lo mismo, empezando por los
últimos.
Aquel extraño empresario acabó con la
desigualdad. Su criterio es que todos tenían derecho a la misma ganancia. Un
criterio que ha sido destrozado por la modernidad y la posmodernidad.
3. Este criterio es
característico del capitalismo. Pero está visto que el Evangelio no
es capitalista. Ni el Dios de Jesús tampoco lo es. Por supuesto, esta parábola
se puede interpretar desde el punto de vista de Dios (Evangelio
"religioso"). Pero también se puede (y hoy se debe) interpretar desde
el punto de vista del empresario (Evangelio "laico").
Lo más apremiante, ahora mismo, es que
los empresarios cambien de mentalidad.
Lo más urgente es que tengamos
empresarios a quienes les interesa, sobre todo, acabar con el paro y acabar con las
desigualdades. Y que se enteren, de una vez, que eso es lo más
productivo. Porque así se trabajará más, se producirá más, y se
consumirá más. Pero todo con más racionalidad y no desde la
irracionalidad que nos está destrozando a todos, y está
destrozando
nuestro planeta y el futuro de nuestros hijos.
San Juan Eudes
San
Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en
las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la
formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra
Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres
arrepentidas.
Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María, hasta que, en Caen, de la región de Normandía,
en Francia, descansó piadosamente en el Señor.
VIDA DE SAN JUAN EUDES
Este
santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así:
"Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una
para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias".
Nació
en un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus
padres no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de Nuestra
Señora y Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.
Ya
desde pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la
escuela lo golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le
presentó la otra mejilla.
Estudio
en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran
personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.
Al
descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar misiones
populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar
por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un
escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a
los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de
ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan Eudes".
Las
gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un
cordero".
San
Juan Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a
la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que
para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy
esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los
futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio.
En Francia, su patria, fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al
resurgimiento religioso de la nación.
Con
los mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la
Congregación de Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha
hecho inmenso bien en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la
predicación.
En
sus misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de
pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al
mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a varias
de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión: "Usted se
vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se volverán a su vida
de pecado; es necesario que les consiga casas donde se puedan refugiar y
librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El santo aceptó este
consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio para
encargarse de las jóvenes en peligro. De esta asociación saldrá mucho después
la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que tienen ahora en el mundo 585
casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a las jóvenes en peligro y
rehabilitar a las que ya han caído.
Este
santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser
sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón
de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de
la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y
por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de María,
y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado Corazón.
Otro
de sus Libros se titula: "La devoción al Corazón de Jesús". Por eso
el Papa San Pío X llamaba a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a
los Sagrados Corazones".
Redactó
también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen
Confesor", y "El predicador apostólico".
Murió
el 19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su
comportamiento se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre
celestial me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".
Fue
canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de
occidente en 1928.
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