jueves, 6 de agosto de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE AGOSTO – SÁBADO – 18ª – SEMANA DEL T. O. – A – Santo Domingo de Guzmán






8 DE AGOSTO – SÁBADO –
18ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santo Domingo de Guzmán

Lectura de la profecía de Habacuc (1,12–2,4):
¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere?  ¿Has destinado al pueblo de los caldeos para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia?
Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión.  - ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?
Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión? Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré por escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas.
El Señor me respondió así:
«Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acercará su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»

Palabra de Dios

Salmo: 9,8-9.10-11.12-13

R/. No abandonas a los que te buscan, Señor.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud. R/.
Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan. R/.
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,14-20):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas:
«Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.»
Jesús contestó:
«¡Generación perversa e infiel!  - ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros?  - ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?
Traédmelo.»
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte:
«¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Les contestó:
 «Por vuestra poca fe. Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»

Palabra del Señor

1.  En este relato se ve claramente que, en aquella cultura, la epilepsia era interpretada como tener un demonio. La curación del niño se realiza mediante la expulsión del demonio.  La ignorancia de los fenómenos o causas naturales busca explicación en fenómenos o causas sobrenaturales.  En esos casos, Dios se convierte en un "tapa-agujeros" con el que pretendemos resolver nuestras ignorancias. Las creencias no deben ser eso.  Deben ser fuerza de transformación que nos impulse a superar la deshumanización que todos llevamos dentro de nosotros.

2.  Jesús entiende la fe como una fuerza que traslada montañas, cosa que el evangelio repite dos veces (Mt 17, 20; 21, 21), lo que indica que es algo importante para comprender lo que es la fe.
No se trata de que la fe consista en la capacidad de hacer lo imposible. En Mt 21, 21, Jesús dijo esta misma sentencia cuando estaba llegando a Jerusalén.  
- ¿De qué monte hablaba entonces?
Las palabras de Jesús indican "este monte".  Ahora bien, allí no podía señalar nada más que al "monte santo" sobre el que estaba edificado el grandioso Templo de Jerusalén, centro de la religión establecida. Por tanto, lo que Jesús afirma es que la fe, que él presenta, acaba con la religión, sus ceremonias y sus funcionarios.

3.  Cuando la fe en Jesús es verdadera y fuerte, derriba la montaña de creencias raras, seguridades supersticiosas y sentimientos de culpa enfermizos que llevamos dentro. Y, en su lugar, pone la fuerza que da vida y hace felices a los humanos. 

Santo Domingo de Guzmán


Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma.
Con su predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense.
Con los compañeros que se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de Predicadores (los dominicos).
Murió en Bolonia el día 6 de agosto del año 1221

Domingo de Guzmán dejó un testamento de paz, como herederos de lo que fue la pasión de su vida: vivir con Cristo y aprender de Él la vida apostólica. Configurarse con Cristo, esa fue la santidad de Domingo: su ardiente deseo que la Luz de Cristo brillara para todos los hombres, su compasión por un mundo sufriente llamado a nacer a su verdadera vida, su celo en servir a una Iglesia que ensanchara su tienda hasta alcanzar las dimensiones del mundo.

Nacimiento
Nació en Caleruega (Burgos) en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente y muy encumbrada. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal, descendían de los condes-fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés.

Educación
Durante siete años fue educado por su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, hasta los catorce años en que fue a vivir a Palencia: seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia. Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma. Fue en el año 1191, ya en Palencia, cuando en un rasgo de caridad heroica vende sus libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba España.
Santo Domingo vivió una época de cambio con numerosos desafíos a los que intentó dar respuesta
Al finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio universitario, con veintiocho años, se recogió en su Cabildo, en el que enseguida, por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.

Misión en el Langüedoc
En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, y en sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.

El origen de la Orden de Predicadores
Para remediar los males que la ignorancia religiosa producía en la sociedad, en 1215 establece en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores, cedida a Domingo por Pedro Sella, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra. En 1215 asiste al Concilio de Letrán donde solicita la aprobación de su Orden. Será un año después, el 22 de Diciembre de 1216, cuando reciba del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.
Al año siguiente retorna a Francia y en el mes de Agosto dispersa a sus frailes, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia.

Últimos años
En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias.
Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de agosto de 1221, a los cincuenta y un años, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX, lo canonizó.




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