26 DE AGOSTO – MIÉRCOLES –
21ª – SEMANA DEL T. O.
– A –
Lectura de la segunda carta del apóstol san
Pablo a los Tesalonicenses (3,6-10.16-18):
En
nombre de nuestro Señor Jesucristo, hermanos, os mandamos: no tratéis con los
hermanos que llevan una vida ociosa y se apartan de las tradiciones que
recibieron de nosotros. Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no
vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos,
sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para
nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un
ejemplo que imitar.
Cuando vivimos con vosotros, os lo
mandamos: El que no trabaja, que no coma. Que el Señor de la paz os dé la paz
siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros. La despedida va de
mi mano, Pablo; ésta es la contraseña en toda carta; ésta es mi letra. La
gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros.
Palabra de Dios
Salmo: 127,1-2.4-5
R/. Dichosos los que temen al Señor
Dichoso
el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Ésta
es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(23,27-32):
En
aquel tiempo, habló Jesús diciendo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena
apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo
vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de
hipocresía y crímenes.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos
de los justos, diciendo: "Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros
padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas"!
Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a
los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»
1. La comparación de los
fariseos con los sepulcros aparece dos veces en los evangelios. En
Lc 11, 44 y en Mt 23, 27. Pero la comparación, en un caso y el otro, se utiliza en sentido completamente inverso (U.
Luz).
En Lucas, se trata de sepulcros que ni se
ven, ni se notan. Mientras que, en Mateo, son sepulcros adornados y "con
buena apariencia". En cualquier caso, los sepulcros contienen un contraste
tremendo: son bellos por fuera y están llenos de muerte y podredumbre por
dentro. En esto consiste la hipocresía de los hombres de la religión: una cosa
es lo que se ve en ellos; y otra cosa la realidad que viven dentro. En gente
así, es imposible la transparencia.
- ¿Quién se fía de tales
personas?
- ¿Qué credibilidad pueden tener?
2. La segunda denuncia que se
hace en este texto, se refiere al asesinato de los profetas. En tiempo de Jesús
existía la convicción de que Israel persiguió y
hasta asesinó a los profetas (Mc 12, 1-9; Lc 13, 31-33). Y existían listas de
los profetas que habían sido víctimas de la persecución: Isaías, Jeremías,
Ezequiel, Miqueas, Amós, Zacarías (Vit. Proph. II;
J. Jeremias). Así fue el destino de hombres que fueron libres, que no se
callaron ante las injusticias que se cometían contra el pueblo y las
infidelidades a lo que Dios quería.
Por otra parte, es evidente que honrar la
memoria de quienes dieron su vida por pacificar y humanizar este mundo, es lo
mismo que condenar a quienes fueron los asesinos de los inocentes y
honrados.
Un pueblo honrado borra de su memoria a
quienes fueron agentes de violencia y
opresión. Esto también es parte esencial del Evangelio.
En Liria,
en España, en 1843 nació santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, virgen, de una
familia austera y trabajadora, de costumbres cristianas. Estudio en Lérida y en
Fraga. Ingreso en un colegio como profesora. Insatisfecha con su vida, decidió
ingresar en un convento de clarisas de Briviesca. A punto de profesar, se tuvo
que retirar por una penosa enfermedad, rebelde a toda curación. Fundo entonces
con María, su hermana, y una amiga de ellas, un instituto femenino consagrado
para ayudar a los ancianos abandonados, el Instituto de las Hermanitas de los
Ancianos Desamparados (1897).
Fecha de beatificación: 27 de abril de 1958 por el Papa Pío XII
Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.
Breve Biografía
Los
mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de la Tercera
Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo teñido de rojas
claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y bastantes de ellos
también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque les cuidan, atienden,
dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá perdieron o acaso les
abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía
esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que
ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este
caso siempre mujeres, que han hecho de su existencia una ofrenda de caridad
efectiva.
Logran
hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y ventilado; allí se
reza, se come alimento sano, se proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre
todo, se derrocha cariño de las dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo
de mujeres tocadas que están alegres, animosas, activas y optimistas porque es
mucho lo que tienen que levantar; se les ve por las calles llamando a las
puertas de las casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo
que se usa; llevan con ellas a todo el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son
piadosas! Muy rezadoras... de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza,
el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a
raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o
cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.
Teresa de
Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas coincidencias con su
homónima de Castilla; delicada de salud en el cuerpo y alma grande, espontánea
y andariega, con gracejo agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de
sí y, por amor a Dios, saber darse.
Nació en
Ayltona (Lérida) el 9 de enero de 1843. Sus padres, Francisco José Jornet y
Antonia Ibars eran sencillos labradores, educando a su familia en la religión:
Su hermana Josefa, Hija de la Caridad en el hospital de la Habana; su hermana
María se incorporó con María a la nueva aventura religiosa; su hermano Juan,
casado dio tres hijas a la congregación de su hermana Teresa; su tía Rosa,
hermana de su madre, muerta en olor a santidad; su tío el Beato Francisco
Palau, fraile carmelita exclaustrado, apóstol, orador, escritor, penitente, un
huracán enardecido, acabará también en los altares.
Teresa
creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra
y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a
Igualada para confesarse.
El P.
Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación de algo y la
invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha pensado más en la vida
religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por eso se hace clarisa
entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras que su hermana Josefa
ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la
situación política de la segunda mitad del siglo XIX es complicada y compleja,
no permite el gobierno la emisión de votos.
Se hace
entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente.
Cerca de
su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino
López Novoa a la cabeza piensa en una institución femenina que se dedicara a la
atención de ancianos abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y,
arrastrando consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en
"Pueyo" con una docena de mujeres y desde entonces es la cabeza,
permaneciendo veinticinco años en el gobierno.
Desde
Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre de las Hermanitas de los
Ancianos Desamparados porque es la patrona de la ciudad quien da apellido a la
Institución. Luego se extenderán por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de
casas-asilo que así le gusta a la madre que se llamen para resaltar el clima de
familia la geografía española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de
Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de 1000
Hermanitas para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá
y algunos de ellos quedarán desamparados.
No quiso
ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera dentro de la
Congregación con el paso del tiempo Hermanitas canonizables. Mandó que no se
gastara dinero en proponer a nadie la subida a los altares. Ese fue el motivo
de que pasaran los años sin el intento de iniciar su proceso de beatificación;
y el rapidísimo salto a la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y
a las manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Artículo de: Archidiócesis de Madrid
El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba
cada comida el mantel porque derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron
una cuchara de madera, pero incluso con la madera seguía ensuciando el mantel.
No puede comer con la familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que
comer solo en la compañía de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado
se entretenía jugando con un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le
preguntó su mamá: Y el niño, “estoy haciendo una cuchara de madera para cuando
papá y tú seáis mayores”.
En la
provincia y Diócesis de Lérida y en Aytona, España, de Francisco Jornet y de
Antonieta Ibars, agricultores, nace el 9 de enero de 1843, Teresa Jornet, hoy
ya canonizada y Patrona de la ancianidad Su caridad activa hacia los pobres, le
movía a llevarlos a casa de su tía en Lérida, a donde se había trasladado para
poder asistir a la escuela de la ciudad.
Estudia
magisterio en Argensola, provincia de Barcelona. Solicitó ser admitida en las
clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo profesar por la
prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó a la enseñanza y se hizo
terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció después de la muerte de su
padre, la obligó a permanecer en su casa por algún tiempo.
Don
Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca, su director, a quién confió la
dirección de su alma, la encauzó hacia la fundación de una obra destinada a
recoger a los ancianos sin familia y sin medios de subsistencia. Teresa, que
hasta el momento había tenido la impresión desagradable de no haber hecho nada
en su vida, se orientó decididamente hacia este ideal. En 1872, fundó la
primera casa en Barbastro, con la ayuda de algunas jóvenes, y de su hermana,
María.
Teresa se
adelantó a su tiempo, porque entonces, hace más de un siglo, aún dejaban en la
cocina a los abuelos, aunque con cuchara de madera, pero ahora, ni los quieren,
ni les cuidan, y se arman líos entre las familias para zafarse del engorro de
los viejos, según el refrán: “Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el
Continente africano carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches
de la modernidad; pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan su
humanísima tradición de respetar al anciano y considerarle como una bendición.
Les minusvaloramos en esta cultura de la juventud, la belleza y el cultivo de
los cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo va por delante con nota al mundo
que se cree supercivilizado.
El 27 de
enero de 1873, los miembros de la nueva congregación, recibieron el hábito religioso
y Teresa fue elegida superiora. Un grupo de buenos católicos de Valencia
propuso asegurar la vida de la pequeña comunidad. La madre Teresa aceptó y,
como está en Valencia, constituye Patrona a la Virgen de los Desamparados,
título muy apropiado para los ancianos Desamparados. Muy pronto el número de
ancianos fue aumentando y creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró
el antiguo convento de los Agustinos. Esta casa se convirtió en la casa madre
de la Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados. Se desarrolló
tan de prisa la Obra, que en 1887, cuando fue aprobada por la Santa Sede,
contaba ya con 58 casas.
María
Teresa de Jesús formó muy sólidamente a sus hijas en el cumplimiento de sus
obligaciones con los ancianos, hasta exponerse a la soledad, al frío y al
hambre, para poder darles abrigo y un verdadero cariño. Aprendió de las
terciarias carmelitas la devoción a la Virgen, y de las clarisas el amor a los
pobres, y en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente deseo de identificar
sus sentimientos con la voluntad divina. Desarrolló una actividad incansable y
una inalterable confianza en Dios. A los que le reprochaban que se ocupara de
los más humildes oficios, respondía: "No hay nada pequeño cuando se trata
de la Gloria de Dios". Cuando le decían que emprendía obras con un
atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo: "Mientras más pobres
haya, habrá más bienhechores".
Tenía el
secreto de su paz interior inalterable en medio del tráfago continuo, en sus
palabras: "Dios en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo
los pies".
Su
organismo no pudo resistir al régimen que se impuso. A las fatigas físicas se
juntaban los dolores mortales, como el de la epidemia del cólera, que acabó con
veinticuatro hermanas y setenta ancianos. Cuando la enfermedad la obligó a
detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la esperanza de que el buen aire le
devolviera la salud.
Murió
ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de abril de 1958 el Papa Pío XII la
beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
Autor: P. Jesús Martí Ballester
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