22 DE AGOSTO - SÁBADO –
20ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Lectura de la profecía de
Ezequiel (43,1-7a):
En
aquellos días, el ángel me condujo a la puerta oriental: vi la gloria del Dios
de Israel que venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas: la tierra
reflejó su gloria. La visión que tuve era como la visión que había contemplado
cuando vino a destruir la ciudad, como la visión que había contemplado a
orillas del río Quebar. Y caí rostro en tierra.
La gloria del Señor
entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y
me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo.
Entonces oí a uno que me
hablaba desde el templo –el hombre seguía a mi lado–, y me decía:
«Hijo de Adán, éste es el
sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis pies, donde voy a residir
para siempre en medio de los hijos de Israel.»
Palabra de Dios
Salmo: 84,9ab.10.11-12.13-14
R/. La gloria del Señor
habitará en nuestra tierra
Voy
a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. »
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La
misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El
Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (23,1-12):
En
aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés
se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan;
pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados
e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están
dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea
la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan
los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas;
que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no
os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros
sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo
es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo
es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
1. Hay que
tener mucho cuidado con lo que se dice, cuando se trata de entender y explicar
este capítulo 23 del evangelio de Mateo. La terrible historia de los campos de
concentración y del holocausto del pueblo judío, en la segunda guerra mundial,
nos ha dejado una imagen falsa del judaísmo y además hemos quedado
consternados (U. Luz).
Por otra parte, no es
seguro que Jesús pronunciase este discurso, tal como ha quedado redactado en el
texto que
ha llegado hasta nosotros. Las ideas fundamentales provienen de
Jesús, pero la forma de presentarlas depende de Mateo. Y a todo esto hay
que sumar otra dificultad. Se trata del enfrentamiento entre
cristianismo y judaísmo, que no es la diferencia entre dos religiones, sino la
diferencia entre la religión y otra forma de relacionarse con Dios, que, se
resiste a hacer eso como religión (Daniel Boyarin).
Un fenómeno que se viene
produciendo (y se está acentuando) lo mismo entre judíos que entre cristianos.
2. No es
verosímil que Jesús recomendara a sus discípulos y a la gente que hiciesen lo
que enseñaban los escribas y fariseos. Mateo había prevenido a la
gente ante las enseñanzas de los fariseos (16, 12). Además, del conjunto de
enfrentamientos que Jesús tuvo con los seguidores de este partido, se puede
deducir que se trata de una advertencia inicial que prepara al lector para
aceptar la dureza de lo que viene a continuación.
3. En
cualquier caso, y sean cuales sean los matices que haya que
poner a la historicidad de este evangelio, una cosa es cierta: Jesús rechaza de
forma
terminante todo lo que sea vanidad, orgullo, ambición, deseos de
situarse por encima de los demás. Miserias humanas que se
manifiestan en vestimentas, honores
públicos, puestos de preferencia y privilegio, títulos, y
distinciones, lo que es más grave en los hombres que pretenden
representar el Evangelio de Jesús. Son los que asumen esos
comportamientos justificándolos porque piensan que así representan y promueven
mejor la fe en Dios. Aunque todo esto no se pueda aplicar literalmente a los
fariseos y letrados (E. P. Sanders), es indudable que Jesús detesta que quienes
pretenden ser líderes en la comunidad, se aprovechen de semejantes formas de
conducta pública, basados en la idea de que así representan con más autoridad a
Jesús de Nazaret.
Es verdad que decir esto no
es agradable. Pero, si no decimos ni esto, entonces borremos este capítulo del
Evangelio.
Santa María Reina
María
es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo
Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que
engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que
es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de
misericordia.
El
22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina
por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.
Un poco de historia
La
fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María
como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año
litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el
título de Reina Madre.
María
ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por
su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María
fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con
alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede
comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y
de la Tierra.
María
está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a
su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su
Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La
Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los
patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores
y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina
del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre
de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría
y amor los ángeles y todos los santos.
La
realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo.
Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille
a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
Fuente: Catholic.net
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