10 DE AGOSTO - LUNES –
19ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Lorenzo, Diácono y Mártir
Lectura de la profecia de
Ezequíel (1,2-5.24–2,1a):
El
año quinto de la deportación del rey Joaquín, el día cinco del mes cuarto, vino
la palabra del Señor a Ezequíel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los
caldeos, a orillas del río Quebar.
Entonces se apoyó sobre
mí la mano del Señor, y vi que venia del norte un viento huracanado, una gran
nube y un zigzagueo de relámpagos. Nube nimbada de resplandor, y, entre el
relampagueo, como el brillo del electro. En medio de éstos aparecia la figura
de cuatro seres vivientes; tenían forma humana. Y oí el rumor de sus alas, como
estruendo de aguas caudalosas, como la voz del Todopoderoso, cuando caminaban;
griterío de multitudes, como estruendo de tropas; cuando se detenían, abatían
las alas. También se oyó un estruendo sobre la plataforma que estaba encima de
sus cabezas; cuando se detenían, abatían las alas. Y por encima de la
plataforma, que estaba sobre sus cabezas, había una especie de zafiro en forma
de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que parecia un
hombre. Y vi un brillo como de electro (algo así como fuego lo enmarcaba) de lo
que parecía su cintura para arriba, y de lo que parecía su cintura para abajo
vi algo así como fuego. Estaba nimbado de resplandor. El resplandor que lo
nimbaba era como el arco que aparece en las nubes cuando llueve. Era la
apariencia visible de la gloria del Señor. Al contemplarla, caí rostro en
tierra.
Palabra de Dios
Salmo: 148,1-2.11-12.13.14
R/. Llenos están el cielo y
la tierra de tu gloria
Alabad
al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R/.
Reyes
y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R/.
Alaben
el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.
Él
acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (17,22-27):
En
aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les
dijo Jesús:
«Al Hijo del hombre lo
van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer
día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a
Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro
y le preguntaron:
«¿Vuestro Maestro no paga
las dos dracmas?»
Contestó:
«Sí.»
Cuando llegó a casa,
Jesús se adelantó a preguntarle:
«¿Qué te parece, Simón?
Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los
extraños?»
Contestó:
«A los extraños.»
Jesús le dijo:
«Entonces, los hijos
están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el
anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda
de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»
Palabra del Señor
1. Jesús
no era un adivino que sabía de antemano lo que iba a ocurrir en el futuro, sin
embargo, sabía que lo iban a matar porque era consciente de que el conflicto
que las autoridades religiosas mantenían con él iba en aumento.
Jesús veía claro que su
vida terminaba mal y que eso se acercaba inevitablemente, tal como se habían
puesto las cosas. Jesús lo anuncia con claridad y serenidad. Pero no da signos de dar marcha atrás
o de moderar su lenguaje y cambiar de vida. Jesús sabía lo que tenía que hacer.
Y lo hizo, hasta el final.
2. El
impuesto por el que le preguntan a Pedro era el impuesto del Templo.
No era, por tanto, el
impuesto civil que cobraban los romanos, sino el impuesto religioso que
cobraban los sacerdotes. Esto está bien estudiado y se sabe con seguridad. El impuesto
era la didrakma, una moneda de plata, que, según parece, equivalía al
jornal de dos días. Pero su equivalencia con nuestras monedas actuales es
difícil de establecer.
3. La respuesta
de Jesús a Pedro equivale a decir que "los hijos" (los cristianos) no
están obligados a los deberes con el templo y, además, están exentos de todo lo
que se relaciona con el templo: culto, sacerdocio, impuestos, etc.
Hay quien piensa que
"los hijos" serían los israelitas. También en este caso Jesús viene a
decir que todos, israelitas y cristianos, están exentos de todo el sagrado y solemne tinglado
del templo y lo que eso supone. El apéndice final de la moneda en la boca del
pez no pasa de ser una pequeña leyenda añadida por el redactor. En todo caso,
lo importante es que Jesús da un paso más en el planteamiento de su proyecto:
la mediación para el encuentro con Dios no es la buena relación con el templo,
sino la buena relación con las personas.
San
Lorenzo, Diácono y Mártir
Su
nombre significa: "coronado de laurel".
Los
datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta
Prudencio.
Lorenzo
era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de
confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues
estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
En el
año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual
ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6
de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de
Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del
emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.
La
antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a
matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San
Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás".
Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.
Entonces
Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todo el dinero y demás bienes
que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los
cálices de oro, copones y candelabros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes
más necesitadas.
El
alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a
Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y
patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen
candelabros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los
trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a
empezar".
Lorenzo
le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la
Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos,
huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con
sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al
alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le
aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador".
Llegó
el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante
colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le
dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la
iglesia de Cristo!"
El
alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea
que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca
todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir,
lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron
una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que
el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle
importancia a los dolores de esa tortura.
Los
cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísismo y
sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni
sentían nada de eso.
Después
de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez:
"Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para
quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se
quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó:
"La carne ya está lista, pueden comer". Y con una tranquilidad que
nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la
religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de
agosto del año 258.
El
poeta Pruedencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la
conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre
convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatía empezó a disminuir en
la ciudad.
San
Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se
encomendaban a San Lorenzo.
El
santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica
de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
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