2 DE SEPTIEMBRE – MIÉRCOLES –
22ª – SEMANA
DEL T. O. – A –
Beato Bartolomé Gutiérrez y Compañeros Mártires
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,1-9):
Hermanos,
no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente carnal, como a
niños en Cristo. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no
estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los instintos
carnales. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían
los instintos carnales y que procedéis según lo humano.
Cuando uno dice «yo soy
de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no estáis procediendo según lo humano? En
fin, de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros que os llevaron a la
fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios
quien hizo crecer; por tanto, el que planta no significa nada ni el que riega
tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. El que planta y el que riega
son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya
trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios,
edificio de Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 32,12-13.14-15.20-21
R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Dichosa
la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.
Desde
su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R/.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (4,38-44):
En
aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra
de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella.
Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en
seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el
mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba
curando.
De muchos de ellos salían
también demonios, que gritaban:
«Tú eres el Hijo de
Dios.»
Los increpaba y no les
dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió
a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban
retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
«También a los otros
pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las
sinagogas de Judea.
Palabra del Señor
1. Este
evangelio, continuación del que se leyó ayer, es un resumen de lo que era la
actividad de Jesús durante un día cualquiera, concretamente en un sábado. Ante
todo, enseñaba en la sinagoga. Enseñanza que impresiona a la gente. Porque no
se limitaba a repetir lo que venían enseñando los letrados, sino que
decía cosas que aquellos sencillos galileos no podían imaginar.
Hablar del Evangelio y
aburrir a la gente es lo mismo que no hablar del Evangelio.
Cuando se explica el
Evangelio, el Evangelio produce admiración y entusiasmo. Si no se produce eso,
hay que preguntarse
qué es lo que se predica.
2. La otra
actividad de Jesús era sanar a los enfermos, expulsar demonios, acoger a los
que sufrían penas y desgracias. A veces, los sacerdotes no entusiasman, sino
que atemorizan, infunden no sé qué respeto o cierto miedo. Y hay casos en los
que el clero produce rechazo o recelo. Si la presencia de Jesús era motivo de atracción
precisamente para todos los que sufrían, eso quiere decir que la humanidad, la
bondad, la acogida de Jesús superaba toda ponderación.
3. Pero antes
que ninguna otra cosa, Jesús se levantaba temprano y se
retiraba a sitios
solitarios. ¿Reflexión? ¿Oración? ¿Búsqueda de
sosiego y paz
interior?
Seguramente todo eso. Lo
necesitamos todos los humanos y Jesús lo necesitaba como
todos.
Precisamente porque vivía a
fondo la existencia, por eso, porque no fue un hombre superficial, tenía la
fuerza que siempre tuvo en su palabra y la acogida para todo achaque y toda dolencia.
Beato
Bartolomé Gutiérrez y Compañeros Mártires
Nació en México en 1580. Muy joven entró en la Orden de San Agustín. Ya
sacerdote, pidió ser enviado a las misiones. Con Fray Pedro Solís, viajó en
1605 a Manila en donde ocupó primero durante seis años el cargo de maestro de
novicios. Por fin, en 1612, se embarcó para Japón.
En 1613 el emperador Taicosama expulsó a todos los misioneros. Bartolomé
regresó a Manila, pero a petición de sus fieles, al cabo de cinco años pudo
volver disfrazado a Japón, donde trabajó quince años. Al fin, traicionado, lo
aprehendieron, y después de muy crueles suplicios, lo hicieron morir a fuego
lento en Omura, Japón, el 3 de septiembre de 1632. Fue beatificado por el Papa
Pío IX el 22 de mayo de 1867.
Beato Bartolomé Gutiérrez Rodríguez, Biografía
Nació en la ciudad de México el 4 de septiembre de 1580, hijo de Alonso
Gutiérrez y Ana Rodríguez. Fue bautizado en la parroquia de Sagrario
Metropolitano. Con 16 años ingresa a la orden agustina; hizo sus estudios en el
convento de Yuriria, Michoacán, profesando el 1 de junio de 1597. Ordenado
sacerdote, fue trasladado a Puebla al convento de San Agustín. Por estas fechas
ya tenía deseos de ser misionero y mártir, sus hermanos de religión se burlaban
de él porque era muy gordo y no podría soportar las fatigas del misionero. Pero
el respondía con jocosidad: “Tanto mejor, así habrá más reliquias que repartir
cuando muera mártir, porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón donde
moriré por la Fe de Cristo”. Sus palabras resultaron proféticas.
El 22 de febrero de 1606 se embarcó en Acapulco y llego a Filipinas el 1 de
mayo siguiente. Allí, los superiores al ver sus cualidades, lo nombraron
maestro de novicios, desempeñando este cargo durante un sexenio. Tenía una gran
facilidad para los idiomas, era un buen latinista y aprendió pronto el japonés
a pesar de las dificultades de esta lengua. En 1612 se embarca a Japón y en
1613 es nombrado prior del convento de Usuki; como dominaba bien el idioma
japonés, se entregó de lleno a la evangelización, teniendo pronto a su cargo
una gran comunidad de fieles. En 1614 hubo un decreto de expulsión para los
religiosos y en noviembre de este año el Beato Bartolomé fue capturado y
expulsado de Japón, volviendo a Filipinas, donde nuevamente fue maestro de
novicios. En Japón la persecución recrudeció a raíz del martirio del Beato
Fernando de San José Ayala, OSA y las demandas de refuerzos llegaban a Manila
porque los fieles ocupaban pastores. Algunas crónicas precisan que se pedía la
vuelta del Padre Bartolomé Gutiérrez porque este había dejado un buen recuerdo.
Así, el provincial designó que volviera a Japón acompañado del Beato Pedro de
Zúñiga, regresando ambos a tierra de misión el 12 de agosto de 1618.
Ejerció un ministerio ejemplar entre sus fieles, estimulando por su fervor,
sosteniendo a los débiles en la fe, predicando y administrando los sacramentos
a escondidas. Venció innumerables peligros para llevar a Cristo a los creyentes
y para no ser detenido, vivía en los campos y bosque; vivió pobremente, padeció
las inclemencias del clima y también el hambre. A esto él añadió ayunos,
vigilias y tales maceraciones, que aquel joven robusto de 25 años se convirtió
en un hombre enjuto y seco que no parecía tener más que huesos y piel.
De él se platica que Dios lo protegió de manera milagrosa cuando se
escondía. En una ocasión escapó de sus perseguidores gracias a que una araña
tejió su telaraña en un rincón de la casa donde se escondía. Otra vez salió al
encuentro de sus captores tocando un instrumento musical sin ser notado por
ello. También sucedió que una buena mujer lo escondió en su casa, llegaron los
guardias y le preguntaron por él, entonces ella sufrió un ataque de nervios y
se reía mucho, pensaron los oficiales que quería congraciarse con ellos
mientras les señalaba que adentro y lo tomaron a burla y se marcharon sin
revisar. Así fue que desarrolló su apostolado hasta 1629, en que llego a
Nagasaki como gobernador un hombre llamado Tacanga. Este fue un cruel
perseguidor y redobló las pesquisas y castigos. También respiraba mucho odio
contra el Beato Bartolomé y los agustinos porque en el reino de Bungo habían
fundado el primer convento y para acabar de componerla, el religioso había
convertido al cristianismo a varios familiares suyos.
Víctima de una traición, el Beato Bartolomé fue sorprendido y arrestado el
10 de noviembre de 1629, junto con el catequista y ahora Beato Juan Shozaburo y
otros tres auxiliares con los que fue enviado a la cárcel de Nagasaki, allí se
reunieron pronto con él los religiosos agustinos Francisco de Jesús Terrero y
Vicente de San Antonio Carvalho. Desde 1618 él había sido el sostén y promotor
de la comunidad cristiana local, ahora ya detenido, el Tirano Tacanga se alegró
porque iba a escarmentarlo para infundir miedo en el reino. Luego fue trasladado
a la cárcel de Omuro, por considerarse que era un lugar más cruel.
En su traslado fue notoria su tranquilidad y resignación así como la alegría
con que cantaba himnos a Dios en acción de gracias. Aquí languideció durante
dos años. En 1630 tuvo la oportunidad de escribir al provincial: “por estar al
presente por horas y momentos esperando la muerte” dando noticias no menos
interesantes sobre sus compañeros y circunstancias de su prisión. En 1631
vuelve a Nagasaki en compañía de sus hermanos de hábito Francisco de Jesús y
Vicente de San Antonio así como el Jesuita Antonio Ixda, encontrado en la
prisión al hermano franciscano Gabriel de la Magdalena. Los hicieron sufrir la
tortura del agua sulfurosa en el Monte Unge, fueron llevados al lago de Arima,
de aguas hirvientes, con las que eran bañadas sus carnes hasta escaldarlos y
desollarlos creyendo que así renegarían de la fe. Esta dolorosísima prueba, de
la que muchos salían apostatando, fue ganada por los mártires. Los suplicios
fueron verdaderamente espantosos y se prolongaron por un mes, repitiéndose el
castigo por lo menos dos veces al día, lo que tuvieron que padecer, todo el
cuerpo hecho una llaga, no es fácil de imaginar.
Al ver que no se lograba ningún retroceso, fueron devueltos a Nagasaki,
donde se les condenó a morir en la hoguera. Todavía la víspera, Tacanga les
ofreció la libertad si apostataban, pero permanecieron firmes en la fe. La
sentencia se llevó a cabo el 3 de septiembre de 1632. Al llegar al lugar del
suplicio, entonaron, como era la costumbre entre quienes eran sacrificados, el
salmo 116 “Laudate Dominum omnes gentes”, luego los ataron con lazos muy
frágiles, para que se pudieran romper si decidían renegar. La leña era verde y
llena de lodo para que ardiera con dificultad. Al ser encendido el fuego, el
Beato Vicente Carvalho sacó su crucifijo y levantándolo en alto exclamo
“¡Adelante valerosos soldados de Jesucristo! ¡Viva nuestra fe y por ella
valerosamente muramos!”.
El Beato Bartolomé Gutiérrez dejo varios escritos. Explicación de la doctrina
cristiana la Relación del suceso de la prisión y dichoso fin de los
bienaventurados mártires Pedro de Zúñiga y Luis Flores y la Relación del
martirio que padecieron otros religiosos en el Japón en el mes de septiembre de
1622. Este grupo de misioneros cierra el elenco de os mártires encabezados por
el Beato Alfonso de Navarrete.
A continuación se refiere una breve semblanza de los beatos martirizados
junto Beato Bartolomé Gutiérrez.
Beato Vicente de San Antonio Simoes de Carvalho
Nació en 1590 en Albufeiora, Portugal, siendo sus padres Antonio Simoes y
Catalina Pereiro, quienes le dieron una buena educación. Ingresó con los
agustinos en el convento de Santa María de Gracia, donde profesó y fue ordenado
sacerdote. En 1621 estuvo en México, en 1622 en Filipinas y en 1623 en Japón;
por casi seis años se consagró al ministerio en secreto y logró mucho fruto,
burlando, también la vigilancia de los espías hasta que finalmente fue
capturado.
Beato Francisco de Jesús Terrero Pérez
Nació en 1590 en Villa Mediana, Palencia, siendo hijo de Pedro Terrero y
María Pérez, ambos de ascendencia noble y familias ricas. A los 8 años quedó
huérfano y fue educado por dos tíos suyos que eran sacerdotes; con 16 años
ingresa a la orden de San Agustín en Valladolid, luego de profesar en esa
orden, hizo estudios sacerdotales recibiendo por fin el presbiterado. En 1621
estuvo en México, luego se trasladó a filipinas y por último a Japón, donde fue
vicario Provincial. Estudió el japonés para poder transmitir el Evangelio, su
apostolado lo hacía de noche y con muchos peligros, tuvo que vivir en una cueva
para no ser descubierto. Las crónicas dicen que bautizó cerca de 7000 fieles.
Beato Antonio Ixhida Kyutaku S.J.
Nació en el año de 1570 en Ximabaro, reino de Arima. Con 19 años ingreso a
la Compañía de Jesús, donde profesó y fue ordenado; como conocía de fondo las
religiones paganas y tenía buena elocuencia, su ministerio se valió de esto
para tener mucho provecho. Desafiaba los peligros para llevar el consuelo a los
cristianos encarcelados, burlando la vigilancia de los soldados.
Beato Jerónimo de la Cruz Jo ó de Torres
Nació en Nagasaki, de joven estudió con los padres franciscanos que lo
enviaron a Filipinas para continuar sus estudios; una vez profesó fue ordenado
sacerdote y su ministerio lo hacía entre sus compatriotas exiliados con
abundancia de buenos resultados. Entonces cambio su apellido Jo por el español
de Torres. El Beato amaba mucho a su patria y oraba a Dios suplicándole el fin
de las persecuciones. En 1628 volvió a Japón para ayudar con su ministerio a
sus hermanos perseguidos. Breve fue su trabajo, pues fue apresado en 1629.
Beato Gabriel de la Magdalena Tarazona Rodríguez
Nació en Sonseca, Toledo en octubre de 1567, hijo de Pedro Tarazona e Isabel
Rodríguez. Recibió el bautismo el 22 de octubre del mismo año y la confirmación
el 16 de junio de 1571. Estudio y ejerció la medicina y a los 30 años ingresó
como hermano lego en la orden Franciscana, en la rama alcantarina. Su ardiente
amor a Cristo y la salvación de las almas le hicieron ir a Japón, a donde llegó
en 1606. Estuvo en Osaka, donde se dedicó a curar almas y cuerpos. En 1613 se
desató una persecución, muchos religiosos fueron expulsados, pero él logró
esconderse en Nagasaki; su fama era tal que se decía que por sus conocimientos
de medicina, podría ser médico del propio emperador. Tuvo fama de tener gran
religiosidad, de hacer curaciones milagrosas, de levitar mientras oraba y tener
el don de la bilocación. En 1630 fue apresado y llevado a la cárcel de Omura,
de donde fue sacado para curar al propio Gobernador y su familia, así como para
atormentarlo luego con las aguas sulfurosas. Murió en la hoguera y sus cenizas,
como las de sus compañeros, fueron arrojadas al mar.
Culto
Estos beatos integran un numeroso grupo de 205 mártires encabezados por el
Beato Alfonso Navarrete y fueron elevados al honor de los altares el 7 de julio
de 1867 por el Beato Pio IX. El Beato Bartolomé Gutiérrez recibe culto
litúrgico en México el 2 de septiembre con el grado de memoria opcional y las
oraciones de la misa y la liturgia de las horas se refieren únicamente a él.
aciprensa.com/
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