18 DE AGOSTO - MARTES –
20ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santa Elena de Constantinopla
Lectura de la profecía de
Ezequiel (28,1-10)
Me
vino esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán, di al
príncipe de Tiro: "Así dice el Señor: Se hinchó tu corazón, y dijiste:
'Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar', tú que eres
hombre y no dios; te creías listo como los dioses. ¡Si eres más sabio que
Daniel!; ningún enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te
hiciste una fortuna; acumulaste oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento
de mercader ibas acrecentando tu fortuna, y tu fortuna te llenó de presunción.
Por eso, así dice el Señor:
Por haberte creído sabio como los dioses, por eso traigo contra ti bárbaros
pueblos feroces; desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría,
profanando tu esplendor. Te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa
en el corazón del mar. Tú, que eres hombre y no dios, ¿osarás decir: 'Soy
Dios', delante de tus asesinos, en poder de los que te apuñalen? Morirás con
muerte de incircunciso, a manos de bárbaros. Yo lo he dicho."»
Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
Salmo:
Dt 32,26-27ab.27cd-28.30.35cd-36ab
R/. Yo doy la muerte y la
vida
Yo
pensaba: «Voy a dispersarlos
y a borrar su memoria entre los hombres.»
Pero no; que temo la jactancia del enemigo
y la mala interpretación del adversario. R/.
Que
diría: «Nuestra mano ha vencido,
no es el Señor quien lo ha hecho.»
Porque son una nación que ha perdido el juicio. R/.
¿Cómo
es que uno persigue a mil,
y dos ponen en fuga a diez mil?
¿No es porque su Roca los ha vendido,
porque el Señor los ha entregado? R/.
El
día de su perdición se acerca,
y su suerte se apresura.
Porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (19,23-30):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os aseguro que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
Lo repito: Más fácil le
es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino
de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién
puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando
y les dijo:
«Para los hombres es
imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro:
«Pues nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo:
«Os aseguro: cuando
llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria,
también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para
regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja casa,
hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces
más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos
serán primeros.»
Palabra del Señor
1. Jesús
reafirma lo que le ha dicho al joven rico sobre la dificultad que tienen los
ricos para entrar en el Reino de Dios y lo reafirma con una sentencia
popular que radicaliza aún más el problema.
La sentencia del camello y
el ojo de la aguja se ha intentado suavizar. Se ha dicho que el
camello (kámelos) es un cable de barco (kámilos), cosa que no resuelve nada
porque ese cable era más grueso, entonces y ni cabía ni cabe por el ojo de una
aguja.
En cuanto ojo de la aguja,
se ha dicho que era una puerta que hubo en Jerusalén (Pascasio Radberto), pero
nunca existió tal puerta. Tampoco parece que se pueda interpretar como una
ventana. No hay trazas de eso. Ni este texto tiene nada que ver con
"la puerta estrecha" (Mt 7, 13 par), que es una
"exhortación", mientras que aquí se trata de una "afirmación" (G. Schneider) que
expresa una imposibilidad.
2. Tenían
motivos los discípulos para quedarse
"espantados". La afirmación de Jesús, aplicada a
nuestro tiempo, es clara y coherente: no puede entrar en el proyecto de Jesús
el que retiene y consume de sobra, mientras que al mismo tiempo hay criaturas
que se mueren de hambre. No es posible ser humano cuando se
comete lo más inhumano que se puede hacer en este mundo.
3. Ahora mismo
hay cerca de mil millones de personas abocadas a una muerte cercana cuando hay
familias y personas que no saben dónde invertir tanto dinero como tienen, ni
dónde almacenar más comida, más ropa y más caprichos...
No, no es demagogia barata.
Es una realidad tan espantosa como brutal.
En el fondo, todo radica en
el problema de la codicia, como han recalcado los técnicos de la economía en la
Unión Europea. La crisis actual lo está poniendo de manifiesto.
Santa
Elena de Constantinopla
Viuda, madre del Emperador Constantino -
(† 329)
Nació
Elena en una pobre casita de Deprano, en Nicomedia, bajo los poderes de los
césares de Roma. Era pobre pero muy bella. Su juventud ciertamente que no fue
entre flores y agasajos, ya que se veía obligada a limpiar la casa y a hacer la
comida para sus padres y hermanos.
Elena
era pagana, como paganos eran sus padres, pero adornaban su alma un cúmulo de
virtudes que la predisponían a recibir cuando llegase la hora la gracia del
Evangelio. Ella veía con ojos horripilantes aquellas persecuciones tan sangrientas
contra los pobres cristianos solamente por no pertenecer a la religión romana.
Eran buenos, sencillos, trabajadores, honrados, no se metían con nadie.
"¿Por qué matarles?" -se preguntaba Elena-.
Cuando
ya tenía unos veinte años floridos o poco más, aconteció que pasó cerca de ella
el flamente general Constancio Cloro, que era de familia noble y muy querido
del Emperador Maximino. Se enamoraron y se casaron. Fruto de aquel matrimonio
nacía el 27 de febrero del 274 en Naissus -Dardania-, el futuro y gran general
y Emperador Constantino. Todo iba bien hasta que el 1 de marzo de 293 hubo un
gran cambio en la vida de Elena: Diecleciano y Maximino nombran como Césares de
sus respectivos reinos a Galerio y a Constancio. A éste le obligan que para
ello debe repudiar a Elena y casarse con la hijastra de Maximino. Como el poder
y la arrogancia no tienen límites, esto hace Constancio. La pobre Elena queda
sin amparo ya que hasta su mismo hijo, lo que más amaba en su vida, se lo lleva
su padre para que le siga en las correrías militares.
La
vida de Elena durante este tiempo es de meditación, de vida ejemplar y de obras
de caridad aunque todavía no conoce la religión de Cristo.
El 25
de julio del 306 muere Constancio Cloro. Le acompaña su hijo Constantino.
Eusebio de Cesarea cuenta el milagroso evento: Durante la batalla de Saxa
Rubra, al atardecer, vio Constantino como una especie de "Lábaro", en
el que había pintada una cruz de la que salían rayos de luz y un letrero que
decía: "Con esta señal vencerás". Este portento lo vio todo el
ejército junto con su general. Por la noche en sueños se le aparece a
Constantino el mismo prodigio. Manda hacer este estandarte como se le había
indicado. Da comienzo la batalla. Va a la cabeza el lábaro milagroso y... la
victoria del 28 de octubre del 312 fue un hecho. Sobre el puente Milvio queda
derrotado Majencio y entra como único emperador de Roma Constantino.
Santa
Elena quizá cuando esto sucede ya era cristiana. Ella fue asimilando poco a
poco las sublimidades de la fe cristiana y se abrazó de lleno a ellas y por
ellas luchó con denuedo toda su vida. Su hijo, aunque mucho trabajó por la
extensión de la fe cristiana y a él se debe el célebre Edicto de Milán del 313,
por el que se permitía la religión cristiana, parece que sólo recibió el
bautismo a la hora de la muerte.
A ella, a Santa Elena, se atribuye también la historia o leyenda de la
Invención de la Santa Cruz. Tanto era el amor que sentía hacia Jesucristo que
no podía sufrir que este instrumento de nuestra salvación permaneciera -todavía
después de cuatro siglos- enterrado y no dignamente venerado por los
cristianos. Y a sus cerca de setenta años se dirigió a Jerusalén para descubrir
el paradero de la Santa Cruz. Y... su fe dio con ella al realizarse por medio
de este bendito Leño el milagro de curar repentinamente a una mujer moribunda.
Realizados
sus deseos volvió a Roma al lado de su hijo y le ayudó a que éste diera su paso
definitivo de hacerse cristiano. Santa Elena pasó santamente sus últimos días
hasta que se durmió en el Señor por el año 329.
Ramillete espiritual:
«Y ya
no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo,
a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como
nosotros.»
Jn 17, 11
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