1 DE SEPTIEMBRE – MARTES –
22ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Josué
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los Corintios (2,10b-16):
El
Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. - ¿Quién
conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de
él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de
Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu
que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios
recibimos.
Cuando explicamos
verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje
que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu, expresando
realidades espirituales en términos espirituales. A nivel humano, uno no capta
lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo,
porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre
de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al
juicio de nadie.
«¿Quién conoce la mente
del Señor para poder instruirlo?»
Pues bien, nosotros
tenemos la mente de Cristo.
Palabra de Dios
Salmo: 144, 8-9. 10-11.
12-13ab. 13cd-14
R/. El Señor es justo en
todos sus caminos
El
Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que
todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando
tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
El
Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (4,31-37):
En
aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba
a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con
autoridad.
Había en la sinagoga un
hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces:
«¿Qué quieres de
nosotros, Jesús Nazareno?
¿Has venido a acabar con
nosotros?
Sé quién eres: el Santo
de Dios.»
Jesús le intimó:
«¡Cierra la boca y
sal!»
El
demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.
Todos comentaban estupefactos:
«¿Qué tiene su palabra?
Da órdenes con autoridad
y poder a los espíritus inmundos, y salen.»
Noticias de él iban
llegando a todos los lugares de la comarca.
Palabra del Señor
1. Se ha dicho que "en
el Evangelio de Jesús se consuma y perfecciona la aspiración
a... humanizar la idea de Dios". Pero "sería un error
pensar que esta "humanización" significa la eliminación de todo
sentimiento nuestro (R. Otto), es decir, el sentimiento de experimentar, ante Jesús,
un '`un "misterio", un sentimiento "fascinante", que nos
atrae y nos impresiona al mismo tiempo. Esto, según parece, es lo
que sentía la gente ante Jesús, lo que decía y hacía. Por eso la gente, al oír
a Jesús, se quedaba "asombrada”. Porque Jesús, que era
"perfecto en la humanidad", era también, precisamente esa humanidad,
la revelación de Dios que se une a la humanidad perfecta y ella se conoce y se
descubre al Dios que nadie ha visto (Jn 1, 18), ni puede verlo.
2. La gente se quedaba
asombrada porque hablaba "con autoridad". Y con la misma
"palabra" y la misma "autoridad" expulsaba a los
"espíritus inmundos. Se ha dicho acertadamente que Jesús "se parecía
a otros exorcistas de su tierra, pero era diferente". Porque la fuerza de
Jesús "está en sí mismo". No necesita amuletos ni de otras artes
mágicas para actuar con autoridad. "Basta su presencia y el poder de su
palabra para imponerse" a las fuerzas del mal (J. A. Pagola).
3. Aquí y en esto tocamos el
fondo del problema que nos plantea el Evangelio. Jesús no hizo prodigios
para demostrar su condición divina. Se negó siempre a eso (Mc 8, 11-12; Lc 11,
29-30; Mt 12, 38-39).
Una "divinidad" que da a
conocer mediante "obras divinas" no nos da a conocer nada nuevo, que
se limita a reafirmar lo que ya conocíamos: solo la divinidad puede hace
milagros. En ese caso, Jesús no habría sido el revelador de Dios, sino el
repetidor de lo que ya se conocía como propio de Dios. Lo que demuestra Jesús,
con sus palabras y sus obras prodigiosas, es su condición humana. Una
humanización tan profunda y tan perfecta que no soporta el sufrimiento del
enfermo o humillación del que es visto como un endemoniado. Y ahí, en eso, es
donde se nos revela Dios, como el Dios encarnado, es decir, el Dios humanizado.
El magisterio de la Iglesia definió, en
el concilio de Calcedonia (a. 451) que Jesucristo es "perfecto en la
divinidad" (DH 301). Jesús "fue constituido Hijo de Dios a partir de
la resurrección" (Rm 1, 4).
En todo caso, la Biblia expresa el
mensaje y la revelación de Jesús, no con el lenguaje de la metafísica (propio
del "ser"), sino en relatos de la historia (propio del
"acontecer") (Bernhard Welte).
San
Josué
Martirologio Romano:
Conmemoración de san Josué, hijo de Nun,
siervo del Señor, que al recibir la imposición de manos por Moisés, fue lleno
del espíritu de sabiduría, y a la muerte de Moisés introdujo de modo
maravilloso al pueblo de Israel, cruzando el Jordán, en la tierra de promisión
(Jos, 1, 1). Muerto Moisés, Josué es el capitán que introducirá a su gente
Tierra Prometida. Ya era la hora de poseer la tierra que Dios prometió a los
israelitas al sacarlos de Egipto. Han pasado cuarenta años. Es un pueblo joven
el que está en las proximidades de Canán. Son los hijos de los que Yahvé sacó
con mano poderosa. Se han curtido en el desierto inhóspito donde han vivido del
mimo de Dios y presenciando a diario sus grandezas. Tienen esculpida en su alma
la idea de que sólo en la fidelidad a la Alianza tienen garantía de la
protección de Dios.
Breve Reseña
Josué
es un varón pletórico de fe y casto, joven y fuerte, que mantiene la seguridad
de que será Dios quien vencerá a los poderosos habitantes de la tierra que se
les da en posesión. Tienen que pelearla, pero sólo Dios les dará la victoria.
Jericó
es la plaza fuerte que les abrirá las puertas a la conquista. Posee murallas
duras y sus habitantes están aprestados a defenderla.
Es
Dios quien habla ahora con Josué, como antes lo hiciera con Moisés, dándole
instrucciones para la empresa. No se le pedirá pasividad, sino una disposición
absoluta al misterio. La táctica guerrera sugerida es la más impensada y la
menos descrita en las praxis de la guerra: hay que dar vueltas a la ciudad,
cantando y tocando las trompetas. Así se caerán las potentes murallas de
defensa.
Sin un
"pero" de Josué y con la presteza originada por la fe sucede como
Dios dice. Y es que Dios se ríe de las encuestas, la lógica humana se ve
superada en su potencia y las estadísticas de los hombres se tornan enanas en
su presencia. Sin embargo, la fe hace que se derriben las más altas murallas de
la tierra.
Fuente:
Archiciócesis de Madrid.
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