lunes, 20 de septiembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 - DE SEPTIEMBRE– MIERCOLES – 25ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Mauricio de Agauno y compañeros gauno y compañeros

 

 

 22 - DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES

– 25ª – SEMANA DEL T. O. – B –

SanMauricio de Agauno y compañeros

 

    Lectura del libro de Esdras (9,5-9):

 

Yo, Esdras, al llegar la hora de la oblación de la tarde, acabé mi penitencia y, con el vestido y el manto rasgados, me arrodillé y alcé las manos al Señor, mi Dios, diciendo:

«Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza, y nuestra culpa llega al cielo.

Desde los tiempos de nuestros padres hasta hoy hemos sido reos de grandes culpas y, por nuestros delitos, nosotros con nuestros reyes sacerdotes hemos sido entregados a reyes extranjeros, a la espada, al destierro, al saqueo y a la ignominia, que es la situación actual. Pero ahora el Señor, nuestro Dios, nos ha concedido un momento de gracia, dejándonos un resto y una estaca en su lugar santo, dando luz a nuestros ojos y concediéndonos respiro en nuestra esclavitud. Porque éramos esclavos, pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud; nos granjeó el favor de los reyes de Persia, nos dio respiro para levantar el templo de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y nos dio una tapia en Judá y Jerusalén.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: Tb 13,2.3-4.6

 

    R/. Bendito sea Dios, que vive eternamente

 

Él azota y se compadece,

hunde hasta el abismo y saca de él,

y no hay quien escape de su mano. R/.

 

Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles,

porque él nos dispersó entre ellos.

Proclamad allí su grandeza,

ensalzadlo ante todos los vivientes:

que él es nuestro Dios y Señor,

nuestro padre por todos los siglos. R/.

 

Veréis lo que hará con vosotros,

le daréis gracias a boca llena,

bendeciréis al Señor de la justicia

y ensalzaréis al rey de los siglos. R/.

 

Yo le doy gracias en mi cautiverio,

anuncio su grandeza

y su poder a un pueblo pecador. R/.

 

Convertíos, pecadores,

obrad rectamente en su presencia:

quizás os mostrará benevolencia

y tendrá compasión. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,1-6):

 

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:

«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto.

Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.

 

Palabra del Señor

 

1.  Tocamos aquí un tema fundamental para la eclesiología. Como es bien sabido, la teología católica enseña que la Iglesia es apostólica. Es una de las notas que especifican a la Iglesia. En este sentido, los doce apóstoles son fundamentales, no solo para entender el Evangelio, sino también para comprender lo que es, y cómo debe ser, la Iglesia. Por eso los cristianos creemos que la Iglesia conserva, a través de los tiempos, la identidad de sus principios tal como los recibió de los apóstoles (Y. Congar).

La Iglesia llegó a tomar conciencia de este principio básico después de mucho tiempo.  Fue a finales del siglo II (año 180) cuando Hegesipo habló por primera vez de la sucesión del obispo de Roma.

     Desde entonces, se empezó a hablar de los obispos como sucesores de los apóstoles (J. A. Estrada). Así nació la teología de la apostolicidad de la Iglesia.

 

2.  Esta nota (teológica) de la apostolicidad de la Iglesia no consiste solamente en la fidelidad a la "doctrina" que enseñaron los apóstoles de Jesús.

Además de eso es tan, o más, fundamental la fidelidad a la forma de vida que nos dejaron los apóstoles, según las enseñanzas del Evangelio. Y, como bien explica el texto de Lucas, Jesús les dejó dicho a sus apóstoles que "no llevaran nada para el camino, ni pan, ni dinero". Jesús, por tanto, pensaba que es constitutivo de la apostolicidad, no solo enseñar lo que él dijo, sino igualmente ir por la vida poniendo en práctica lo que él dispuso sobre el dinero, los bienes, las posesiones y el poder.

 

3.  Con frecuencia, los sucesores de los apóstoles —los obispos— dan la impresión de que ponen más empeño en conservar intacta la "doctrina" de Jesús que su "forma de vida". De ahí, la diferencia que la gente nota entre Jesús y la Iglesia, entre el Evangelio y la Jerarquía. Sin duda alguna, la clave de este problema radica en que la teología de la Iglesia le ha concedido más importancia a la "fe" (doctrina) que al "seguimiento" (forma de vida).

Pues bien, así las cosas, la tarea de los cristianos no es pretender fundar una Iglesia distinta o paralela. La Iglesia quedó instituida, de una vez para siempre.  Y siempre será limitada, imperfecta, distante del Evangelio. 

De ahí la doble exigencia:

 

1)  Luchar contra la deformación de la Iglesia.

 

2) Mantenerse fiel en ella.

Será inevitable que esa lucha y esa fidelidad lleven consigo conflictos y renuncias increíbles. Pero no olvidemos nunca que Jesús no abandonó su religión, sino que, dentro de ella, se enfrentó (hasta la muerte) a lo que en aquella religión vio como incoherente y contradictorio. Es duro. Pero eso es "seguir" a Jesús, es decir el camino que nos trazó Jesús.

 

San Mauricio de Agauno y compañeros

 

Santos: 
Digna, Emérita, Iraides, vírgenes; Jonás o Ión, presbítero; Exuperio, Inocencio, Vidal, Mauricio, Cándido, Víctor, Focas el Jardinero, mártires; Félix III, papa; Séptimo, Santino; Lautón (Laudo, Lo), Enmerano, obispos; Landelino, eremita; Silvano, confesor; Salaberga, abadesa

San Euquero, muerto a mediados del siglo V, quiso recoger por escrito las tradiciones orales para «salvar del olvido las acciones de estos mártires». Su relato está escrito a la distancia de siglo y medio adelante de los hechos descritos que siempre fueron propuestos con valor de ejemplaridad y por cristianos que cantan las glorias de sus héroes. Es decir, el relato euqueriano presenta algunos elementos del género épico, pero es innegable que la verdad cruda, histórica y real aparece bajo la depuración de los elementos innecesarios.

 

¿Qué fue lo que pasó?

Diocleciano ha asociado a su Imperio a Maximiano Hércules. Ambos son acérrimos enemigos del nombre cristiano y decretaron la más terrible de las persecuciones.

En las Galias se produce una rebelión y Maximiano acude a sofocarla. Entre sus tropas se encuentra la legión Tebea procedente de Egipto y compuesta por cristianos. Su jefe es Mauricio que antes de incorporarse a su destino ha visitado en Roma al papa Marcelo. En los Alpes suizos, antes de introducirse por los desfiladeros, Maximiano ordena un sacrificio a los dioses para impetrar su protección en la campaña emprendida.

Los componentes de la legión Tebea rehúsan sacrificar, se apartan del resto del ejército y van a acampar a Agauna, entre las montañas y el Ródano, no lejos del lado oriental del lago Leman.

Maximiano, al conocer el motivo de la deserción, manda diezmar a los legionarios rebeldes, pasándolos a espada. Los sobrevivientes se reafirman en su decisión y se animan a sufrir todos los tormentos antes que renegar de la verdadera religión.

Maximiano, cruel como una fiera enfurecida, manda diezmar una segunda vez la legión formada por soldados cristianos y doblegarla. Mientras se lleva a cabo la orden imperial, el resto de los tebanos se exhortan entre sí a perseverar animados por sus jefes: Mauricio («negro» o «moro»), Cándido («blanco») y Exuperio («levantado en alto»). Encendidos con tales exhortaciones, los soldados envían una delegación a Maximiano para exponerle su resolución: que obedecerán al emperador siempre que su fe no se lo impida, y que, si determina hacerlos perecer, renunciarán a defenderse, como hicieron sus camaradas, cuya suerte no temen seguir.

Viendo el emperador su inflexibilidad, da órdenes a su ejército para eliminar a la legión de Tebea que se deja degollar como mansos corderos. En el campo corren arroyos de sangre como nunca se vio en las más cruentas batallas.

Víctor («victorioso»), un veterano licenciado de otra legión, pasa por el lugar mientras los verdugos están celebrando su crueldad. Al informarse de los hechos se lamenta de no haber podido acompañar a sus hermanos en la fe. Los verdugos le sacrifican junto con los demás.

Solo conocemos el nombre de estos cuatro mártires, los otros nombres Dios los conoce. Según San Euquero, la legión estaba formada por 6.600 soldados.

Ya en el siglo IV se daba culto en la región a los mártires de Tebea. Luego, la horrenda matanza de militares que se dejó martirizar por su fe en Cristo dio la vuelta al mundo entre los bautizados. Los que por su oficio tuvieron que pelear mucho, a lo largo de los siglos se acogieron a San Mauricio y a sus compañeros en las batallas (el piadoso rey Segismundo, Carlomagno, Carlos Martel, la Casa de Saboya, las Órdenes de San Lázaro y la del Toisón de Oro, el mismo Felipe II…). Y hasta el mundo del arte dejó para la posteridad, en los pinceles del Greco, la gesta de quienes habían aprendido aquello de que es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres y prefirieron, consecuentemente, perder la vida a traicionar su fe.

Archimadrid.org

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