jueves, 9 de septiembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 11 - DE SEPTIEMBRE –SÁBADO – 23ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Pafnucio de Egipto

 

 


 

11 - DE SEPTIEMBRE –SÁBADO –

 23ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Pafnucio de Egipto

 

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,15-17):

 

   Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que, en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna.

    Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 112,1-2.3-4.5a.6-7

 

    R/. Bendito sea el nombre del Señor,

ahora y por siempre

 

   Alabad, siervos del Señor,

alabad el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,

ahora y por siempre. R/.

 

    De la salida del sol hasta su ocaso,

alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,

su gloria sobre los cielos. R/.

 

   ¿Quién como el Señor, Dios nuestro,

que se abaja para mirar al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,43-49):

 

   En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:

    «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

    El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

    ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?

    El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida.

    El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Estas palabras de Jesús, tal como han quedado aquí recogidas por el evangelio de Lucas, tienen una importancia extraordinaria, y son de una actualidad palpable, para fijar los criterios del comportamiento humano, es decir, los criterios de la ética. Porque, si algo necesitamos todos los humanos, en este momento, es precisamente encontrar y aceptar unos principios éticos en los que todos podamos coincidir.

 En un mundo globalizado, necesitamos con urgencia una ética también globalizada. Está demostrado que las ideas (políticas, económicas, filosóficas, religiosas) y las convicciones (sobre todo si se ven reforzadas por lo absoluto de la religión) son más fuertes que los ejércitos y sus armamentos.

 

2.  Así las cosas, nos urge encontrar una ética que supere el criterio del bien y del mal. Porque han sido los poderosos y los dominadores quienes, en todos los tiempos, han determinado lo que está bien y lo que está mal.

Lo que ha desembocado en el más insoportable relativismo y escepticismo (1. Habermas, K. O. Apel) que es apremiante superar mediante una concepción nueva de la ética, en la que todos podamos coincidir.

Mientras no coincidamos, siquiera mínimamente, en una ética que marque los comportamientos de todos, estamos abocados a una violencia creciente, cada día más peligrosa.

 

 

3.  El criterio ético, que aquí propone el Evangelio, es muy claro: el comportamiento ético se mide y se enjuicia por los resultados que produce. No vale tener principios excelsos, normas a las que nos sometemos, verdades absolutas...

Lo decisivo es ver qué resultados se siguen de nuestro comportamiento. Para ello, como bien ha indicado R. Rorty, es determinante fomentar una "educación sentimental", haciendo viable la mayor sensibilidad de los humanos ante el dolor y el sufrimiento de los demás, por más extraños que nos sean o resulten.

Nunca podrán ser "buenos frutos", para nadie, la humillación, el desprecio, la soledad, la inseguridad, el miedo, el atropello de los propios derechos y del propio bienestar.

 

San Pafnucio de Egipto


 

 

Obispo de Tebaida

 

Martirologio Romano: 

Conmemoración de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que, en tiempo del emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y desjarretado la pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y después, asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe católica contra el arrianismo (s. IV).

 

Fecha de canonización: 

Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

 

Breve Biografía

Fue uno de los anacoretas de su época. Vivía de las verduras que daba la tierra, agua, un poco de sal y poco más. Compartía consigo mismo la soledad del desierto. La oración y la penitencia eran su principal modo de emplear el tiempo. A su cueva acudían las gentes a recibir consejo, escuchar lo que aprendía del Espíritu con sus rezos y a contrastar la vida con el estilo del Evangelio.

Se vio obligado a dejar la soledad contra su gusto porque fue nombrado obispo de Tebaida. Por defender a Cristo sufrió persecución, le amputaron una pierna y le vaciaron un ojo cuya órbita desocupada, según cuenta la historia, gustaba besar con respeto y veneración el convertido emperador Constantino.

Estuvo presente en el Concilio de Nicea, donde se defendió la divinidad de Cristo y se condenó el arrianismo.

En esa ocasión, al tratarse otros temas de Iglesia, tuvo el obispo Pafnucio la ocasión de dar muestras de profunda humanidad. El hombre que venia del más duro rigor del desierto y podía exhibir en su cuerpo la marca de la persecución se mostró con un talante más amplio, abierto, moderado y transigente que los padres que no conocían la dureza de la Tebaida ni los horrores de la amenaza, ni la vejación.

Numerosos padres conciliares pretendieron imponer que los obispos, presbíteros y diáconos casados dejaran a sus esposas para ejercer el ministerio. El obispo curtido en la dura ascesis anacoreta se opuso a tal determinación haciendo que se fuera respetuoso con la disciplina de la época: autorizar el ejercicio del Orden Sacerdotal a los ya casados y no permitir casarse después de la Ordenación.

 

Fuente: Archidiócesis de Madrid

 

 

 

 

 

 

 

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