23 - DE SEPTIEMBRE – JUEVES – 25ª – SEMANA DEL
T. O. – B –
San Pío
de Pietrelcina, el Padre Pío
Comienzo de la profecía de Ageo
(1,1-8):
El año segundo
del rey Darío, el mes sexto, el día primero, vino la palabra del Señor, por
medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a
Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote:
«Así dice el Señor de los ejércitos:
Este pueblo anda diciendo: "Todavía no es tiempo de reconstruir el
templo."»
La palabra del Señor vino por medio del
profeta Ageo: «¿De modo que es tiempo de vivir en casas revestidas de madera,
mientras el templo está en ruinas?
Pues ahora –dice el Señor de los
ejércitos– meditad vuestra situación: sembrasteis mucho, y cosechasteis poco,
comisteis sin saciaros, bebisteis sin apagar la sed, os vestisteis sin
abrigaros, y el que trabaja a sueldo recibe la paga en bolsa rota.
Así dice el Señor:
Meditad en vuestra situación: subid al
monte, traed maderos, construid el templo, para que pueda complacerme y mostrar
mi gloria –dice el Señor–.»
Palabra de Dios
Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El Señor ama a su pueblo
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad su
nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.
Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (9,7-9):
En aquel
tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse,
porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías,
y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es
éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús.
Palabra del Señor
1. Herodes Antipas, fue el
virrey que gobernaba en Galilea durante los años en que Jesús vivió y predicó
en aquella región. Se suele decir que este hombre fue un gobernante cruel e
inmoral. Esta imagen se basa sobre todo
en el relato de la muerte de Juan Bautista (Mc 6, 14-29 par) y en las menciones
que se hacen en los evangelios a los "herodianos", como aliados de
los fariseos en contra de Jesús (Mc 3, 6; 12, 13; Mt 22, 16), por más que de
este grupo no se sabe exactamente ni quiénes eran, ni siquiera si eran un grupo
político o más bien religioso (J. P. Meier).
2. Sin embargo, no parece que
este Herodes, en cuanto gobernante de Galilea, fuera un tirano que maltrató al
pueblo. No parece que fuera así. De hecho, en los evangelios, no hay datos claros de un enfrentamiento político
o
social de Jesús contra el virrey Herodes. La indicación de que Herodes
quería
matar a Jesús (Lc 13, 31) no es históricamente segura (J. A. Fitzmyer). Su pasión era, más bien, la
"tranquilidad" (F. Josefo).
Herodes no vio en las enseñanzas y
en el movimiento de Jesús una amenaza para su estabilidad política. Esto es
lo más probable.
3. Lo lógico es pensar que
Jesús planteó su actividad y sus enseñanzas, no como un enfrentamiento directo
con el poder político. Jesús no pretendió quitar un poder para poner otro.
Porque se dio cuenta de que eso no arreglaba las cosas. La solución tiene que
venir de algo más profundo y más básico, a saber: el cambio radical de
mentalidad, que lleva consigo asumir convicciones nuevas, que rompen con los
intereses individuales y con la deshumanización que todos llevamos en la
sangre.
Solo con personas profundamente humanas,
libres y solidarias, podemos empezar a pensar en que se puede aliviar el
sufrimiento de los pobres y excluidos. Y devolver la dignidad a quienes carecen
de
ella porque no gozan de los derechos que les corresponden. Lo que cambia a
un pueblo o una sociedad no es fundamentalmente la política, sino la cultura,
la educación, la ética y la honestidad responsable, que ve la
"profesión" como la propia "vocación" (Max Weber).
San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío
25 de mayo de 1887
- 23 de septiembre de 1968
Nació el 25 de mayo de 1887 en
Pietrelcina, Italia. En 1903 entró en el noviciado de la orden de los Frailes
Menores Capuchinos. El 27 de enero de 1907 hizo la profesión solemne.
Fue ordenado
sacerdote en 1910. Por motivos de salud permaneció con su familia hasta 1916.
En septiembre del mismo año fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo y
permaneció allí hasta su muerte. Toda su vida se dedicó a la dirección
espiritual, la confesión y la celebración de la Eucaristía. Fundó en 1956 la
«Casa del alivio del sufrimiento».
Estigmatizado,
soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó con profunda
humildad y resignación investigaciones y restricciones en su servicio
sacerdotal.
Murió el 23 de
septiembre de 1968. Juan Pablo II lo beatificó en 1999 y lo canonizó el 16 de
junio de 2002.
Heredero espiritual de San Francisco de
Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso
sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo
como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó
particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las
almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta
nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones
providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el
cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.
El Padre Pío de Pietrelcina que se llamó
Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia
de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en
una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di
Nunzio ya tenían otros hijos.
Desde la tierna edad Francesco experimentó
en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguiera de
sus coetáneos. Tal "diversidad" fue observada de sus padres,
parientes y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no cometió nunca ninguna
falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y
cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no
salió nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal un poco a
jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman". Del
diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los
directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el
1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias
carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes
que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, pudo realizarse
para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la
vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en
la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de
Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que, a
causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos
conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios conventos por motivo
de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San
Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de
1968, día de su sentida muerte.
En este largo período el Padre Pío
iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a
la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la
noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado,
preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias,
para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento
Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y
así salvó muchas almas.
Uno de los acontecimientos que señaló
intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se averiguó la mañana del 20 de
septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja
iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas
o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por
medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío
la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas, pero sobre
todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni
Rotondo para encontrar al santo fraile.
En una carta al Padre Benedetto, del 22 de
octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa os
puedo decir a los que me han preguntado cómo es que ha ocurrido mi crucifixión?
¡Mi Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que
Tú has obrado en esta tu mezquina criatura!
Fue la mañana del 20 del pasado mes
(septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui
sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos
los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma,
se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio
alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en
la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina.
Todo esto ocurrió en un instante. Y
mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje
parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del
primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La
visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría
decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a
sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho.
La vista del personaje desapareció, y me
percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre.
Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando
continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra,
comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor
por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del
alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre
corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación…”
Por años, de cada parte del mundo, los
fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente
intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la
humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el
Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios,
con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de
oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un
moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento."
En septiembre los 1968 millares de devotos
e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni
Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en
el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de
Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de
1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de
Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su
Divina Misericordia de una manera tan especial.
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