miércoles, 1 de septiembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES – 22ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Gregorio I Magno papa

 


3 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES –

 22ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Gregorio I Magno papa

 

    Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,15-20):

 

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.     Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 99,2.3.4.5

 

    R/. Entrad en la presencia del Señor con vítores

 

Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores. R/.

 

Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

 

Entrad por sus puertas con acción de gracias,

por sus atrios con himnos,

dándole gracias

y bendiciendo su nombre. R/.

 

«El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,33-39):

 

En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas:

«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.»

Jesús les contestó:

 «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos?

Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.»

Y añadió esta parábola:

«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos.

Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»

 

Palabra del Señor

 

1.  Se confrontan, en este episodio, dos modelos de religión, que brotan de dos proyectos de vida y, en última instancia, dos caminos para buscar y encontrar a Dios.

- El modelo tradicional, el de los fariseos y escribas, que entraña la mortificación y la oración.

     - Y el modelo de Jesús, que es proyecto de felicidad, de gozo y alegría, de disfrute del amor que se celebra en una boda.

 

2.  La explicación de esta diferencia tan radical está en que la religión tradicional cree en un Dios que está en el cielo y al que hay que acercarse mediante privaciones y plegarias. Por el contrario, la religión de Jesús cree en un Dios que está en la tierra, presente en cada ser humano, fundido y confundido con lo humano.  De ahí que el proyecto de la religiosidad tradicional centra sus esfuerzos en sacrificar lo humano, en tanto que la religiosidad de Jesús tiene su centro en hacer felices a los humanos.

 

3.  Si este doble proyecto se mira con superficialidad, sin duda habrá quien piense que de esta manera la religión se degrada, se descompone y termina siendo un humanismo más de tantos como en el mundo han sido.

Sin embargo, si el tema se piensa despacio, pronto se advierte que el proyecto de Jesús es mucho más exigente.

Porque la felicidad no se predica, ni se impone mediante leyes, prohibiciones y preceptos.  La felicidad se contagia: el que es feliz contagia felicidad, de la misma manera que el que es un amargado o un resentido inevitablemente contagia su amargura y su resentimiento.

Vivir siempre (en la prosperidad y en la adversidad) en condiciones de contagiar siempre felicidad a los demás, en la prosperidad y en la adversidad, eso supone mucha profundidad humana y vivir siempre, no para lo que uno piensa o le gusta, sino para lo que piensan y les gusta a los otros.

San Gregorio I Magno papa

 


(Roma, c. 540 - id., 604) Papa (590-604).

 

Nació en Roma hacia el año 540. Desempeñó primero diversos cargos públicos, y llegó luego a ser prefecto de la Urbe. Más tarde, se dedicó a la vida monástica, fue ordenado diácono y nombrado legado pontificio en Cons­tantinopla.

El día 3 de septiembre del año 590 fue elegido papa, cargo que ejerció como verdadero pastor en su modo de gobernar, en la ayuda que brindó a los pobres y en la propagación y consolidación de la fe. Tiene escritas muchas obras sobre teología moral y dogmática.

Murió el día 12 de marzo del año 604.

 

Miembro de una familia de patricios romanos, fue praefectus urbis de Justino II (572-574). Convirtió su palacio del monte Celio en el monasterio de San Andrés y abrazó la regla de San Benito. Nuncio en Constantinopla (579-586), fue nombrado papa a la muerte de Pelayo II (590). Negoció una tregua con los lombardos (592), afirmó la primacía de la iglesia de Roma y envió al monje Agustín a evangelizar Inglaterra. Autorizó el culto de los hebreos y superó el cisma del norte de Italia originado por la supresión de los Tres Capítulos. Adoptó el título Servus servorum Dei (servidor de los siervos de Dios), que se convirtió en oficial de los futuros pontífices. Soberano temporal de la ciudad de Roma, hizo de ella la capital espiritual del mundo latino y puso las bases del poder territorial del papado.

De noble familia senatorial, estaba destinado a la carrera política, y todavía joven (en 573) desempeñó el cargo de praefectus urbis (prefecto de Roma); pero, conmovido por el espectáculo de las miserias de Roma y de Italia entera, que agudizaron en él el sentimiento de la inanidad de las cosas terrenas, entregó, a la muerte de su padre, su inmenso patrimonio a los pobres y a la Iglesia, fundando seis monasterios en sus tierras de Sicilia y otro en su palacio del Celio, que dedicó a San Andrés y donde él mismo vistió el hábito benedictino.

Su fuerte personalidad y su práctica en la política, preciosa en aquellos tiempos de adversidades excepcionales, movieron, sin embargo, a Benedicto I a sacarlo de su soledad nombrándolo diaconus regionarius en 577, y a Pelagio II, el año siguiente, a servirse de él como legado en Constantinopla, donde tuvo ocasión en su larga estancia (579-585) de formarse una rica experiencia política y humana.

Abad de San Andrés, fue elegido papa a la muerte de Pelagio con el asentimiento general y consagrado el 3 de septiembre de 590. Le esperaban la peste, la expansión lombarda y el sitio de Roma (593), el empeoramiento del cisma de los Tres Capítulos y los pleitos con Bizancio. En los catorce años de su pontificado hubo de medirse con estos problemas objetivos y con otros que él mismo se planteó libremente: pacificación de la península, unificación católica de Occidente mediante una vasta obra de evangelización y una vasta toma de contactos más operantes con los pueblos convertidos.

Así, mientras socorría con ayudas materiales y con su alto magisterio a las poblaciones más próximas, organizaba, reemplazando la impotente autoridad imperial, la defensa de Italia central, de Roma y del mismo Nápoles; favoreció la instauración de mejores relaciones con los invasores; apoyó la conversión de Teodolinda; promovió la misión de Agustín en Inglaterra (596); organizó una más estrecha colaboración con el episcopado y con los reyes francos y animó en España la acción del neófito Recaredo.

 

Obras de San Gregorio Magno

Dotado de viva sensibilidad y de excepcional equilibrio para conllevar las exigencias místicas del monje con el respeto y la simpatía hacia la humanidad doliente, su obra literaria, de estilo sencillo, a veces humilde, a menudo elocuente, constituye el más luminoso comentario a su obra de pontífice que no vacila en enfrentarse con los desidiosos y con los potentados, como puede apreciarse en sus Epístolas. Dirigidas a los más diversos destinatarios, las cartas de San Gregorio tratan de variadas cuestiones y son un testimonio fundamental para el conocimiento de su actividad y de su personalidad. Sobresalen las epístolas dirigidas contra los herejes y los cismáticos, como los maniqueos de Sicilia o los donatistas en África, y las que se refieren a los judíos, a los que San Gregorio concedió libertad de culto y tratamiento benévolo (I, 1, 47), porque "sólo con la mansedumbre, la bondad, las sabias y persuasivas admoniciones, se puede obtener la unidad de la fe".

Gregorio Magno mostró su preocupación por la formación de los pastores de almas en obras como Regla pastoral (591), en que expuso los objetivos y reglas de la vida sacerdotal. Dedicada a Juan de Constantinopla, con quien se justifica de haber dudado en asumir el cargo de obispo de Roma, San Gregorio muestra en este libro lo arduo que es el oficio de pastor y las reglas de vida que debe seguir; describe el tipo ideal del obispo, que ha de ser siempre un médico de las almas y encontrar el tono justo para dirigirse a los hombres de las diversas clases sociales, ejerciendo sobre sus almas el máximo ascendente posible y teniendo siempre presente su propia debilidad para no caer en una excesiva confianza en sí mismo. Esta breve obra ejerció gran influencia y fue durante largo tiempo considerada como el texto de las reglas episcopales.

De su tarea de consolador y maestro de espiritualidad hallamos una excelente ilustración en las Homilías sobre el Evangelio o sobre Ezequiel, pronunciadas en Roma en 590-593, cuando todo parecía derrumbarse. En Moralia llevó a cabo una exégesis del libro bíblico de Job. Presenta a Job como figura del Redentor; en su mujer ve simbolizada la vida carnal, y en sus amigos, a los herejes, orientando siempre la interpretación hacia las lecciones morales y teológicas.

Los Diálogos, escritos entre los años 593 y 594, fueron probablemente su obra más difundida. Habiéndose retirado por algún tiempo, cansado de las preocupaciones y responsabilidades de su cargo, a un lugar apartado, Gregorio expresa al diácono Pedro su disgusto por no haber podido dedicarse a la vida ascética, con la que tantos hombres pudieron alcanzar la perfección. Accediendo a los ruegos de Pedro, pasa luego a mostrar con ejemplos concretos la verdad de tal aserto, describiendo la vida y enumerando los milagros de santos italianos, tal como los aprendió de testimonios seguros o de su personal experiencia. La forma dialogada, usada ya desde antiguo en obras de este género, por ejemplo por Sulpicio Severo, constituye para el autor un simple medio para dar vivacidad a la narración y facilitar las transiciones; la forma intencionadamente simple y clara favoreció la grandísima difusión de la obra, pronto traducida a diversas lenguas y celebrada por escritores contemporáneos y posteriores.

Si la actividad política del papa Gregorio Magno tuvo una importancia excepcional para el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, su obra literaria constituyó hasta el siglo XII una incomparable fuente de meditación y de luz espiritual para todo el Occidente. A él se le atribuye también la compilación del Antifonario gregoriano, gran colección de cantos de la Iglesia romana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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