28 - DE
SEPTIEMBRE – MARTES
– 26ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Lorenzo Ruiz y compañeros
Lectura de la profecía de Zacarías
(8,20-23):
Así dice el
Señor de los Ejércitos:
Todavía vendrán pueblos y habitantes de
grandes ciudades, y los de una ciudad irán a otra diciendo:
«Vayamos a implorar al Señor, a
consultar al Señor de los Ejércitos. – Yo también voy contigo.»
Y vendrán pueblos incontables y
numerosas naciones a consultar al Señor de los Ejércitos en Jerusalén y a
implorar su protección.
Así dice el Señor de los Ejércitos:
Aquel día diez hombres de cada lengua
extranjera agarrarán a un judío por la orla del manto, diciendo:
«Queremos ir con vosotros, pues hemos
oído que Dios está con vosotros.»
Palabra de
Dios
Salmo: 86,1-3.4-5.6-7
R/. Dios está con nosotros
Él la ha
cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! R/.
«Contaré a
Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etiópes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno, por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.» R/.
El Señor
escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.» R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (9,51-56):
Cuando se iba
cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de
Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a
Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos
suyos, le preguntaron:
«Señor, ¿quieres que mandemos bajar
fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó y dijo:
«No sabéis de que espíritu sois. Porque
el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»
Y se marcharon a otra aldea.
Palabra del
Señor
1. Jesús, camino de
Jerusalén, sabía perfectamente que iba a morir pronto.
Y que iba a morir de muerte violenta. Jesús vivía con los pies en el suelo
y era consciente de cómo acababan los profetas en Israel.
Pues bien, en una situación tan
extremadamente peligrosa, fue el propio Jesús el que tomó la decisión de ir a
la capital, Jerusalén, donde estaba el Templo, donde residían los sumos
sacerdotes, donde, por tanto, el peligro era máximo. Pero donde también, por
eso mismo, él tenía que hacer la denuncia suprema de la corrupción de aquellos
dirigentes y de aquel sistema religioso, tal como lo tenían organizado los
funcionarios del Templo.
2. En este viaje hacia
Jerusalén, Jesús tenía que pasar por Samaria. Jesús había mantenido siempre la
mejor relación posible con los samaritanos. Así quedó patente en su encuentro
con la mujer samaritana (Jn 4), en la parábola del buen samaritano (Lc 10,
25-37), en la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19). Y, sin embargo, en
la aldea que aquí se menciona no quisieron ni verlo, simplemente porque iba a
Jerusalén.
Es evidente que las religiones,
demasiadas veces, dividen, enfrentan, alejan a las personas. Aquí se ve de
forma patente.
3. Los discípulos de Jesús
reaccionaron, ante semejante desprecio, intentando responder con la mayor
violencia. Con violencia "del cielo".
Ellos, sin duda, creían en un cielo violento,
en una religión de venganza, de agresión y muerte.
Pero Jesús pensaba -y piensa- de manera
radicalmente opuesta a todo lo
que sea violencia o venganza. Jesús no tolera eso.
Para Jesús, es inconcebible cualquier
forma de enfrentamiento por motivos religiosos. Una religión que produce
violencia sea de la forma que sea, es la "anti-religión". Y, por
supuesto, el "anticristianismo". Por esto hay que decir con firmeza
que el cristianismo, si quiere ser fiel al Evangelio, tiene que asumir una
presencia laica. Es el mensaje del Evangelio, presente en el mundo, para
humanizar nuestra convivencia y nuestra vida en general.
San Lorenzo Ruiz y compañeros
Padre de
familia oriundo de las Islas Filipinas, que, a miembros de la Orden de Predicadores,
derramó su sangre en la ciudad japonesa de Nagasaki. mediados del siglo XVII,
junto con varios compañeros.
Después del
martirio de 1597, subió al poder el usurpador Daifusama, el cual ofreció
relaciones de amistad al gobernador de Filipinas y autorizó la entrada de
misioneros en el país. En este clima se establecieron los dominicos en Japón a
partir de 1602, aunque el primer dominico había llegado en 1592. Se presentaron
con el estandarte del Santo Rosario y entronizaron la devoción a la virgen del
Rosario en Koshiki. Su labor fue muy fructífera, muchos ingresaron en la Orden,
otros se hicieron terciarios dominicos y cofrades del Santo Rosario.
Se dice que Daifusama, que murió envenedado pidió a su hijo Xogunsama que
persiguiera a los cristianos y que se apartara de su políca liberal. Xongusma
persiguió a los cristianos entre 1617 y 1630. Muerto Xongusama, le sucedió
Toxogunsama, que fue un acérrimo perseguidor del cristianismo entre 1632-1660.
Lorenzo nació en
Binondo, Manila; su padre era chino y su madre filipina. Sirvió desde muy joven
en el convento de los dominicos de Binondo, donde recibió la formación
cristiana. Llegó a ser escribano y llevó una vida de entrega a los demás.
Pertenecía a la Cofradía del Santo Rosario. Padre de familia muy piadoso, con
tres hijos. Hacia 1636 fue acusado de complicidad en un homicidio y, perseguido
por la justicia, buscó refugio en los dominicos. Gracias a la intervención del
padre san Antonio González pudo salir indemne.
Acompañó al Japón a una misión dominica mandada por Antonio González, pero
una tempestad les obligó a desembarcar en Okinawa, donde fueron todos
arrestados y encarcelados. Aquí se robusteció la fe de Lorenzo; no dudó en
confesar su fe en el tribunal de Nagasaki: "Quisiera dar mil veces mi vida
por él. Jamás seré apostata. Si queréis, podéis matarme. Mi deseo es morir por
Dios". Confiado en la intercesión del padre Antonio, sacrificado antes que
él, fue rezando, durante el paseo oraciones y jaculatorias y ya en la colina de
Nishizaka, sufrió la tortura del agua ingurgitada que soportó con heroica
entereza y paciencia, aunque en algún momento titubeó, pero permaneció firme
gracias a las palabras de san Antonio González. Sus cenizas fueron arrojadas al
mar. Es el primer santo mártir de la iglesia filipina. Todos murieron mártires
por los japoneses después de horribles torturas.
Los mártires eran
17 compañeros que forman parte de los "mártires de Nagasaki". Todos
pertenecían a la misión dominica española de Japón, en la isla de Kiusiu. Nueve
eran japoneses: Francisco Shoyemon, cooperador. Jaime Kyushei Gorobioye
Tomonaga, dominico. Miguel Kurobjoye, catequista. Mateo Kohioye del Rosario,
cooperador. Magdalena de Uagasaka, terciaria dominica. Marina de Ômura,
terciaria. Tomás Hyoji de San Jacinto, dominico. Vicente de la Cruz Schiwozuka,
dominico. Lázaro de Kyoto, laico. Cuatro dominicos españoles: Domingo Ibáñez de
Erquiza. Lucas del Espíritu Santo. Antonio González. Miguel de Aozaraza. Un
francés: Guillermo Courtet. Un italiano: Jordán Ansalone de San Esteban.
Se da el caso de
que todos los dominicos que murieron el Japón durante el breve periodo de
1602-1637, fueron martirizados excepto uno. Fue la desolación causada por la
cristiandad del Japón lo que motivó que muchos mártires se ofrecieron
voluntarios, a fin de evitar una posible apostasía. Este grupo es variado en
etnias, en estados de vida, en situaciones sociales. Hay en él hombres,
mujeres, sacerdotes y laicos. Ofrecieron su vida durante la persecución de un
shogun que estaba decidido destruir todo vestigio cristiano, durante sus 28
años de mandato fueron sacrificados la mayor parte de los cuatro mil mártires
de aquella época de la historia japonesa. En 1639 cerró el Japón a todo influjo
comercial de España y Portugal. Sin embargo, su proyectado exterminio del
cristianismo no fue total. Quedó un núcleo de cristianos japoneses escondidos
en las islas del Sur, que mantuvieron la fe a lo largo de varios siglos hasta la
apertura de Japón a Occidente en 1865. Entonces los descendientes de aquellos
mártires emergieron como pequeña comunidad cristiana que se había transmitido
de padres a hijos.
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