6 - DE SEPTIEMBRE
– LUNES –
23ª – SEMANA DEL T. O. – B –
San Zacarías profeta
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Colosenses (1,24–2,3):
Ahora me
alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo,
sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado
ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el
misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora
ha revelado a sus santos.
A éstos Dios ha querido dar a conocer la
gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que
Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese
Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la
sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo: ésta es mi
tarea, en la que lucho denodadamente con la fuerza poderosa que él me da.
Quiero que tengáis noticia del empeñado
combate que sostengo por vosotros y los de Laodicea, y por todos los que no me
conocen personalmente. Busco que tengan ánimos y estén compactos en el amor
mutuo, para conseguir la plena convicción que da el comprender, y que capten el
misterio de Dios. Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los
tesoros del saber y el conocer.
Palabra de Dios
Salmo: 61,6-7.9
R/. De Dios viene mi salvación y
mi gloria
Descansa sólo
en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.
Pueblo suyo,
confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (6,6-11):
Un sábado,
entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis
en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si
curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
«Levántate y ponte ahí en medio.»
Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo:
«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está
permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos,
le dijo al hombre:
«Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó
restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían
qué había que hacer con Jesús.
Palabra del Señor
1. Empezamos recordando, de nuevo el libro que los judíos observantes -no fundamentalistas- leen con profunda piedad. El comentario al Pentateuco, "La Voz de la Torah", del rabino Eli Munk (Paris, 2001), un enorme volumen de 1876 pgs.
Este valioso estudio, al comentar el día séptimo de la creación, explica (como ya he dicho) el sentido del descanso del Shabbat: "El descanso, obra del séptimo día, es lo que le da todo su valor y su dignidad al trabajo de los seis días anteriores. Al ser el último día, el Shabbat consigue la victoria sobre la esclavitud que el trabajo conlleva inevitablemente. Con este don del Shabbat, Dios ha elevado a los hombres concediéndoles a todos libertad, dignidad e igualdad".
Este es el sentido que le dan los
judíos, en la actualidad, al descanso del sábado. Es la puesta en práctica, no
del sometimiento a lo divino, sino de la libertad de lo humano.
2. Pero sabemos que las
religiones se deforman con el paso del tiempo. Y, a veces, llegan a
decir y hacer exactamente lo contrario de lo que tienen que decir y hacer. Esta
era una de las deformaciones más duras que sufría la religión de Israel en
tiempo de Jesús. Por eso él fue tan tajante. Y dejó bien claro que, antes que
el sometimiento a la Torah, estaba -y tiene que estar siempre- la libertad, la
dignidad y la igualdad de todos los seres humanos. Solo una religión así puede
presentar un Dios aceptable y digno de ser amado.
3. El enfrentamiento entre
Jesús y los observantes fundamentalistas fue brutal, exactamente por este
asunto. Jesús se dio cuenta del verdadero sentido que podía tener el Shabbat. Y
eso es lo que le llevó a curar a los enfermos en sábado, haciéndolo incluso de
forma provocativa. Tan provocativa, que aquel sábado (cuando curó al
hombre del brazo atrofiado), se jugó la vida.
El relato, en la redacción de Marcos (3,
6) termina diciendo que allí mismo decidieron "acabar con él".
Algo muy grave debió ver Jesús en esta
desviación religiosa, cuando, por remediarla, no dudó en verse condenado a
muerte.
Impresiona la coherencia de Jesús en
defensa de la libertad y de la dignidad de cualquier ser humano.
San Zacarías profeta
Profeta bíblico
que desplegó su actividad profética hacia los años 520-518 a. de C. y al que se
atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del Antiguo Testamento
perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al grupo de los llamados
Libros de los Profetas Menores.
El Libro de
Zacarías se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general, se
piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías, mientras
que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores anónimos.
En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo de Ado, lo
cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se explica el
impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del sacerdocio,
impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función profética a
la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme esperanza y de
lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el futuro, en un
estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la independencia que
caracterizó a los profetas anteriores al exilio.
La primera parte
del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al arrepentimiento y a la
conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el
profeta experimentó en el 518 a.C. y una colección de oráculos. En la
exhortación se pone de manifiesto su exigencia de pureza y moralidad
interiores, pues no se contenta con condenar los errores rituales, sino que en
sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia; la transformación
de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las visiones
nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la inminente
llegada de una era mesiánica.
A diferencia
de la primera, la segunda parte carece de alusiones históricas, y falta toda
precisión en torno a fechas y nombres; tampoco existe la preocupación por la
construcción del templo, constante en la primera parte. Mientras que el estilo
de la primera parte es prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a
menudo de difícil interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la
primera continúa en ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más
que la obra de un determinado autor, esta segunda parte parece la expresión
final de una tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo
del primer siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes
del 200 a.C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas
menores.
En esta segunda
parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige a los pueblos
sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le servirá
(9,1-11,3); la segunda es una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para
expresar el abuso de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el
Señor, a quien han menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de diecisiete
unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel
día". El mensaje de esta segunda parte se centra en la
doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la estirpe del rey
David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos se armonizan en
la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará referencia
frecuente al profeta Zacarías.
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