24 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES –
25ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Nuestra Señora de la Merced
Lectura de la profecía de Ageo
(2,1-9):
El año segundo
del reinado de Darío, el día veintiuno del séptimo mes, vino la palabra del
Señor por medio del profeta Ageo:
«Di a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de
Josadak, sumo sacerdote, y al resto del pueblo: "¿Quién entre vosotros
vive todavía, de los que vieron este templo en su esplendor primitivo? ¿Y qué
veis vosotros ahora? ¿No es como si no existiese ante vuestros ojos? ¡Ánimo!,
Zorobabel –oráculo del Señor–, ¡Ánimo!, Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote;
¡Ánimo!, pueblo entero –oráculo del Señor–, a la obra, que yo estoy con
vosotros –oráculo del Señor de los ejércitos-.
La palabra pactada con vosotros cuando
salíais de Egipto, y mi espíritu habitan con vosotros: no temáis.
Así dice el Señor de los ejércitos:
Todavía un poco más, y agitaré
cielo y tierra, mar y continentes. Pondré en movimiento los pueblos; vendrán
las riquezas de todo el mundo, y llenaré de gloria este templo –dice el Señor
de los ejércitos–.
Mía es la plata y mío es el oro –dice el
Señor de los ejércitos–. La gloria de este segundo templo será mayor que la del
primero –dice el Señor de los ejércitos–; y en este sitio daré la paz –oráculo
del Señor de los ejércitos. –"»
Palabra de Dios
Salmo: 42,1.2.3.4
R/. Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío»
Hazme
justicia, oh Dios,
defiende mi causa contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado. R/.
Tú eres mi
Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo? R/.
Envía tu luz y
tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.
Que yo me
acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la citara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (9,18-22):
Una vez que
Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que
Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente
decírselo a nadie.
Y añadió:
«El Hijo del hombre tiene que padecer
mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser
ejecutado y resucitar al tercer día.»
Palabra del Señor
1. Lo importante en la
vida no está en el puesto que cada cual ocupa o ejerce, sino en cómo lo
desempeña y cómo se porta. Y es que, a la vista de este relato (tal como lo
resume Lucas), no parece que a Jesús le interesara conocer si los discípulos
sabían o no sabían si Jesús era el Mesías, sino explicar a sus seguidores cómo
iba a realizar su mesianismo.
O sea, lo que Jesús quería dejar claro
no es que él era el Mesías, sino cómo iba a ser y actuar el Mesías que Jesús
encarnaba.
Sin duda, los apóstoles sabían que Jesús
era el Mesías. El problema que tenían aquellos hombres es que ellos se
imaginaban, esperaban y querían otro modelo de mesianismo.
2. Este estado de
cosas, y las equivocadas expectativas de los apóstoles, es lo que explica por
qué Jesús, a región seguido de la confesión de Pedro sobre el mesianismo que
realizaba el mismo Jesús, les explica a los discípulos que ese mesianismo no se va a efectuar mediante el éxito, la gloria y el
triunfo,sino todo lo contrario: en la persecución, el fracaso y la muerte. Lo
cual quiere decir que Jesús frustró la visión
triunfalista, que tenían tantos israelitas sobre el Mesías y el Mesianismo.
3. Esta frustración de
la imagen popular del Mesías es de tal manera determinante para entender el
Evangelio, que necesita alguna explicación.
El punto capital, en este asunto, está
en lo siguiente: en el A. T. hay dos personas, investidas de un cargo
importante, que expresamente son calificadas de "mesías", es decir,
ungidas por Dios para salvar al pueblo. Estas dos personas fueron el "sumo
sacerdote" (en cuanto responsable del culto oficial) y el "rey".
Hay que atribuir un influjo profundísimo
en la formación de la idea del mesías, como una aparición histórica que, día a
día, se iba transformando en sobrehumana, al recuerdo cada vez más intenso del
gobierno glorioso y afortunado del rey David, el primer rey de Judá (cf. Is 9,
1-6; 11, 1 ss).
Por eso el motivo predominante del
mesianismo, en Israel, estaba profundamente asociado a la realeza
dominante y gloriosa (K. H. Rengstorf). Y esto es lo que explica la
frustración de los discípulos cuando Jesús les anuncia el final de fracaso y
muerte en cruz, que le aguardaba. Lo que menos se podían imaginar aquellos
hombres era un "mesías crucificado", es decir, fracasado, excluido. Y
excluido precisamente por los sumos sacerdotes, los representantes oficiales de
la religión.
Esto era incomprensible para un judío
del s. I. Y lo sigue siendo para la mayoría de los cristianos del s. XXI. En
esto radica nuestro problema capital. Y el problema
que no resuelve la Iglesia.
Por esto, sin duda, hoy nos encontramos
con la extraña situación de que, cuando en Roma tenemos un Papa, como es el
caso de Francisco, hombre sencillo, cercano a los pobres y marginados, este
Papa es menospreciado y hasta rechazado por amplios sectores del clero y de los
cristianos más conservadores y religiosos.
Se repite lo que vivió Jesús.
Nuestra Señora de la Merced
La Santísima Virgen es venerada con el título «de la Merced» en España, sobre todo en Aragón y Cataluña, y en Hispanoamérica. El formulario –teniendo en cuenta la finalidad para la que san Pedro Nolasco instituyó la Orden mercedaria en el año 1218, la redención de los cautivos cristianos– invoca a Cristo, «Redentor de los hombres», que «nos mereció con su sacrificio» «la verdadera libertad de hijos» (Oración colecta).
Alfonso el
Sabio, en plena Edad Media, ya empleaba el término merced relacionándolo con la
redención de los cautivos: «sacar a los omes de captivo es cosa que place mucho
a Dios, porque es obra de merced». Así empleaba el término para expresar
misericordia, gracia, caridad o limosna. Indudablemente, para él, los cautivos
son «aquellos que caen en prisión de omes de otra religión».
Santa María de
la Merced fue el nombre mediterráneo de la Virgen en el siglo XIII. Siglos de
lucha y de fe. Son aguas infectadas de turcos y sarracenos que abordan barcos
en el mar; cuando pisan las costas dejan a su paso ruina y destrucción. El
viejo abuso de la sociedad que se llama esclavitud era el pan de cada día.
Fruto de luchas religiosas. Pedro Nolasco no podía sufrir este mal social.
Pedía a la Virgen el remedio corporal y espiritual para los pobres desgraciados
cautivos. Más, vendió sus bienes y, como mercader, se propuso tratar la compra
y rescate de los cautivos.
La fundación
de la Merced es uno de los acontecimientos religiosos más notables acaecidos
durante el reinado de Jaime I rey de Aragón, protagonista de la incorporación a
sus dominios de Mallorca y del reino de Valencia. La fecha de fundación fue
objeto de largas controversias; pero hay que situarla alrededor de 1212. Según
la tradición, en la noche del 2 de agosto de 1218, la Virgen se apareció a
Pedro Nolasco, nativo del sur de Francia, a Ramón (Raimundo) de Penyafort y al
rey Jaime I para manifestarle su voluntad consistente en fundar una orden
religiosa que tuviera como fin la imitación de Jesús con la redención de los
cristianos cautivos de los infieles, dándose si fuera necesario a cambio. Fue
el 10 de agosto de 1218, en Barcelona, en la catedral y en el altar de santa
Eulalia, cuando el obispo Berenguer vistió el hábito blanco, con las armas
reales bajo la cruz en el pecho, a Pedro Nolasco y a otros jóvenes fundándose
la orden de la Merced. El rey la protegió largamente, ha sido venerado siempre
como patrono y fundador, le concedió privilegios y en los últimos años de su
vida se los confirmó.
Su
organización era muy parecida a la de las órdenes militares y, hasta 1312, sus
maestros generales eran caballeros laicos. En 1235, el Papa Gregorio IX, a
instancias de Ramón de Penyafort, les autorizó a constituirse en orden
religiosa. Adoptaron la regla de san Agustín. Pronto se le une una caterva de
jóvenes llenos de fe dispuestos a secundarle.
Rápidamente se
fundaron conventos en Barcelona, Mallorca, Santa María del Puig, Valencia, etc.
La orden tuvo amplia difusión en la Cristiandad por su función religiosa,
humanitaria y social.
En torno a la
redención de los cautivos, hay en el mercedario primacía de lo espiritual y una
intensa predicación de Cristo entre los infieles.
Es preciso
recabar fondos para conseguir la libertad. Y eso se hace con una intensa
predicación de la caridad en nombre de la Virgen de la Merced. Se habla a
nobles y sencillos; hay un pulular de mercedarios por los templos, los
castillos, las calles y los campos pidiendo limosna para ayudar a otros. Es
preciso motivar a la gente con el fin de que, por Dios, piensen en los demás.
Lo que hace creíble a la Iglesia de todos los tiempos es la caridad.
Luego viene la
oferta y la demanda en tierra de moros para liberar cautivos. Fez, Argel,
Tetuán y otros puntos son el terreno propio de la transacción. Se busca a los
cautivos principalmente en las cárceles y desde allí se tocan las almas de los
que se tienen a sí mismos como perdidos para la fe, otros están flacos, en
muchos casos se previene la apostasía y se combate el error del Corán,
manteniendo una presencia de la Iglesia allí donde hay tanto sufrimiento.
Y, si llega el
triste momento de que peligrara la fe, el mercedario sustituye al cautivo como
lo atestigua el número de los mártires mercedarios. Y entre tanto, la Virgen,
la oración, la esperanza, el consuelo y la ilusión hasta que se rompan los
grilletes de la esclavitud.
La vuelta, el
regreso a los puertos españoles, franceses e italianos es triunfal y rayana en
lo apoteósico. Esperan las novias o esposas, las madres y los hijos de los
cautivos. Se escuchan cantos de libertad con estandarte de redención. No puede
faltar la acción de gracias al Señor que lo ha hecho posible y la Procesión con
la Virgen de la Merced.
Después, hace
falta prestar atención médica, alimentos, descanso y disponer las cosas para
que los centenares de cautivos puedan reintegrarse a su hogar. Así va corriendo
de boca en boca el nombre de la Virgen de la Merced por los caminos y posadas,
y se le nombra en los puertos y ciudades y se celebra su mediación en las
iglesias y en las casas. Lo cantan los poetas. Gratitud y alabanza.
Venerada
públicamente la Virgen de la Merced ya desde el 1230.
La Cofradía de
la Merced colabora con los misioneros mercedarios.
Y las
primeras mercedarias aparecen en 1265 con María de Cervellón.
Conocer, amar
y servir a Santa María está en la médula de vivir mercedario. ¡Qué bien nos
vendría hoy una actividad apostólica mercedaria intensa que ayudara a librar
tanto cautivo de las nuevas esclavitudes!
Archimadrid.org
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