miércoles, 22 de septiembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 24 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES – 25ª – SEMANA DEL T. O. – B – Nuestra Señora de la Merced

 

 


 24 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES –

 25ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Nuestra Señora de la Merced

 

 Lectura de la profecía de Ageo (2,1-9):

 

El año segundo del reinado de Darío, el día veintiuno del séptimo mes, vino la palabra del Señor por medio del profeta Ageo:

«Di a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote, y al resto del pueblo: "¿Quién entre vosotros vive todavía, de los que vieron este templo en su esplendor primitivo? ¿Y qué veis vosotros ahora? ¿No es como si no existiese ante vuestros ojos? ¡Ánimo!, Zorobabel –oráculo del Señor–, ¡Ánimo!, Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote; ¡Ánimo!, pueblo entero –oráculo del Señor–, a la obra, que yo estoy con vosotros –oráculo del Señor de los ejércitos-.

La palabra pactada con vosotros cuando salíais de Egipto, y mi espíritu habitan con vosotros: no temáis.

Así dice el Señor de los ejércitos:

 Todavía un poco más, y agitaré cielo y tierra, mar y continentes. Pondré en movimiento los pueblos; vendrán las riquezas de todo el mundo, y llenaré de gloria este templo –dice el Señor de los ejércitos–.

Mía es la plata y mío es el oro –dice el Señor de los ejércitos–. La gloria de este segundo templo será mayor que la del primero –dice el Señor de los ejércitos–; y en este sitio daré la paz –oráculo del Señor de los ejércitos. –"»

                                                                                                                             

Palabra de Dios

 

Salmo: 42,1.2.3.4

 

R/. Espera en Dios, que volverás a alabarlo:

«Salud de mi rostro, Dios mío»

 

Hazme justicia, oh Dios,

defiende mi causa contra gente sin piedad,

sálvame del hombre traidor y malvado. R/.

 

Tú eres mi Dios y protector,

¿por qué me rechazas?,

¿por qué voy andando sombrío,

hostigado por mi enemigo? R/.

 

Envía tu luz y tu verdad:

que ellas me guíen

y me conduzcan hasta tu monte santo,

hasta tu morada. R/.

 

Que yo me acerque al altar de Dios,

al Dios de mi alegría;

que te dé gracias al son de la citara,

Dios, Dios mío. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-22):

 

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:

 «¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos contestaron:

«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Y añadió:

«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

 

Palabra del Señor

 

1.   Lo importante en la vida no está en el puesto que cada cual ocupa o ejerce, sino en cómo lo desempeña y cómo se porta. Y es que, a la vista de este relato (tal como lo resume Lucas), no parece que a Jesús le interesara conocer si los discípulos sabían o no sabían si Jesús era el Mesías, sino explicar a sus seguidores cómo iba a realizar su mesianismo.

O sea, lo que Jesús quería dejar claro no es que él era el Mesías, sino cómo iba a ser y actuar el Mesías que Jesús encarnaba.

Sin duda, los apóstoles sabían que Jesús era el Mesías. El problema que tenían aquellos hombres es que ellos se imaginaban, esperaban y querían otro modelo de mesianismo.

 

2.   Este estado de cosas, y las equivocadas expectativas de los apóstoles, es lo que explica por qué Jesús, a región seguido de la confesión de Pedro sobre el mesianismo que realizaba el mismo Jesús, les explica a los discípulos que ese mesianismo no se va a efectuar mediante el éxito, la gloria y el triunfo,sino todo lo contrario: en la persecución, el fracaso y la muerte. Lo cual quiere decir que Jesús frustró la visión triunfalista, que tenían tantos israelitas sobre el Mesías y el Mesianismo.

 

3.   Esta frustración de la imagen popular del Mesías es de tal manera determinante para entender el Evangelio, que necesita alguna explicación.

El punto capital, en este asunto, está en lo siguiente: en el A. T. hay dos personas, investidas de un cargo importante, que expresamente son calificadas de "mesías", es decir, ungidas por Dios para salvar al pueblo. Estas dos personas fueron el "sumo sacerdote" (en cuanto responsable del culto oficial) y el "rey".

Hay que atribuir un influjo profundísimo en la formación de la idea del mesías, como una aparición histórica que, día a día, se iba transformando en sobrehumana, al recuerdo cada vez más intenso del gobierno glorioso y afortunado del rey David, el primer rey de Judá (cf. Is 9, 1-6; 11, 1 ss).

Por eso el motivo predominante del mesianismo, en Israel, estaba profundamente asociado a la realeza

dominante y gloriosa (K. H. Rengstorf). Y esto es lo que explica la frustración de los discípulos cuando Jesús les anuncia el final de fracaso y muerte en cruz, que le aguardaba. Lo que menos se podían imaginar aquellos hombres era un "mesías crucificado", es decir, fracasado, excluido. Y excluido precisamente por los sumos sacerdotes, los representantes oficiales de la religión.

Esto era incomprensible para un judío del s. I. Y lo sigue siendo para la mayoría de los cristianos del s. XXI. En esto radica nuestro problema capital. Y el problema

que no resuelve la Iglesia.

Por esto, sin duda, hoy nos encontramos con la extraña situación de que, cuando en Roma tenemos un Papa, como es el caso de Francisco, hombre sencillo, cercano a los pobres y marginados, este Papa es menospreciado y hasta rechazado por amplios sectores del clero y de los cristianos más conservadores y religiosos.

Se repite lo que vivió Jesús.

 

Nuestra Señora de la Merced

 


            La Santísima Virgen es venerada con el título «de la Merced» en España, sobre todo en Aragón y Cataluña, y en Hispanoamérica. El formulario –teniendo en cuenta la finalidad para la que san Pedro Nolasco instituyó la Orden mercedaria en el año 1218, la redención de los cautivos cristianos– invoca a Cristo, «Redentor de los hombres», que «nos mereció con su sacrificio» «la verdadera libertad de hijos» (Oración colecta). 

Alfonso el Sabio, en plena Edad Media, ya empleaba el término merced relacionándolo con la redención de los cautivos: «sacar a los omes de captivo es cosa que place mucho a Dios, porque es obra de merced». Así empleaba el término para expresar misericordia, gracia, caridad o limosna. Indudablemente, para él, los cautivos son «aquellos que caen en prisión de omes de otra religión».

Santa María de la Merced fue el nombre mediterráneo de la Virgen en el siglo XIII. Siglos de lucha y de fe. Son aguas infectadas de turcos y sarracenos que abordan barcos en el mar; cuando pisan las costas dejan a su paso ruina y destrucción. El viejo abuso de la sociedad que se llama esclavitud era el pan de cada día. Fruto de luchas religiosas. Pedro Nolasco no podía sufrir este mal social. Pedía a la Virgen el remedio corporal y espiritual para los pobres desgraciados cautivos. Más, vendió sus bienes y, como mercader, se propuso tratar la compra y rescate de los cautivos.

La fundación de la Merced es uno de los acontecimientos religiosos más notables acaecidos durante el reinado de Jaime I rey de Aragón, protagonista de la incorporación a sus dominios de Mallorca y del reino de Valencia. La fecha de fundación fue objeto de largas controversias; pero hay que situarla alrededor de 1212. Según la tradición, en la noche del 2 de agosto de 1218, la Virgen se apareció a Pedro Nolasco, nativo del sur de Francia, a Ramón (Raimundo) de Penyafort y al rey Jaime I para manifestarle su voluntad consistente en fundar una orden religiosa que tuviera como fin la imitación de Jesús con la redención de los cristianos cautivos de los infieles, dándose si fuera necesario a cambio. Fue el 10 de agosto de 1218, en Barcelona, en la catedral y en el altar de santa Eulalia, cuando el obispo Berenguer vistió el hábito blanco, con las armas reales bajo la cruz en el pecho, a Pedro Nolasco y a otros jóvenes fundándose la orden de la Merced. El rey la protegió largamente, ha sido venerado siempre como patrono y fundador, le concedió privilegios y en los últimos años de su vida se los confirmó.

Su organización era muy parecida a la de las órdenes militares y, hasta 1312, sus maestros generales eran caballeros laicos. En 1235, el Papa Gregorio IX, a instancias de Ramón de Penyafort, les autorizó a constituirse en orden religiosa. Adoptaron la regla de san Agustín. Pronto se le une una caterva de jóvenes llenos de fe dispuestos a secundarle.

Rápidamente se fundaron conventos en Barcelona, Mallorca, Santa María del Puig, Valencia, etc. La orden tuvo amplia difusión en la Cristiandad por su función religiosa, humanitaria y social.

En torno a la redención de los cautivos, hay en el mercedario primacía de lo espiritual y una intensa predicación de Cristo entre los infieles.

Es preciso recabar fondos para conseguir la libertad. Y eso se hace con una intensa predicación de la caridad en nombre de la Virgen de la Merced. Se habla a nobles y sencillos; hay un pulular de mercedarios por los templos, los castillos, las calles y los campos pidiendo limosna para ayudar a otros. Es preciso motivar a la gente con el fin de que, por Dios, piensen en los demás. Lo que hace creíble a la Iglesia de todos los tiempos es la caridad.

Luego viene la oferta y la demanda en tierra de moros para liberar cautivos. Fez, Argel, Tetuán y otros puntos son el terreno propio de la transacción. Se busca a los cautivos principalmente en las cárceles y desde allí se tocan las almas de los que se tienen a sí mismos como perdidos para la fe, otros están flacos, en muchos casos se previene la apostasía y se combate el error del Corán, manteniendo una presencia de la Iglesia allí donde hay tanto sufrimiento.

Y, si llega el triste momento de que peligrara la fe, el mercedario sustituye al cautivo como lo atestigua el número de los mártires mercedarios. Y entre tanto, la Virgen, la oración, la esperanza, el consuelo y la ilusión hasta que se rompan los grilletes de la esclavitud.

La vuelta, el regreso a los puertos españoles, franceses e italianos es triunfal y rayana en lo apoteósico. Esperan las novias o esposas, las madres y los hijos de los cautivos. Se escuchan cantos de libertad con estandarte de redención. No puede faltar la acción de gracias al Señor que lo ha hecho posible y la Procesión con la Virgen de la Merced.

Después, hace falta prestar atención médica, alimentos, descanso y disponer las cosas para que los centenares de cautivos puedan reintegrarse a su hogar. Así va corriendo de boca en boca el nombre de la Virgen de la Merced por los caminos y posadas, y se le nombra en los puertos y ciudades y se celebra su mediación en las iglesias y en las casas. Lo cantan los poetas. Gratitud y alabanza.

Venerada públicamente la Virgen de la Merced ya desde el 1230.

La Cofradía de la Merced colabora con los misioneros mercedarios.

Y las primeras mercedarias aparecen en 1265 con María de Cervellón.

Conocer, amar y servir a Santa María está en la médula de vivir mercedario. ¡Qué bien nos vendría hoy una actividad apostólica mercedaria intensa que ayudara a librar tanto cautivo de las nuevas esclavitudes!

 

Archimadrid.org


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