miércoles, 29 de septiembre de 2021

Párate un Momento: El Evangelio del dia 1 - DE OCTUBRE – VIERNES – 26ª – SEMANA DEL T. O. – B – Santa Teresita del Niño Jesús

 

 

 


1 - DE OCTUBRE – VIERNES –

26ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Santa Teresita del Niño Jesús

 

    Lectura del libro de Baruc (1,15-22):

 

Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado.

Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.

 

Palabra de Dios

                                                               

Salmo: 78,1-2.3-5.8.9

 

    R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

 

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,

han profanado tu santo templo,

han reducido Jerusalén a ruinas.

Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,

y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

 

Derramaron su sangre como agua

en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.

Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,

la irrisión y la burla de los que nos rodean.

¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?

¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

 

No recuerdes contra nosotros

las culpas de nuestros padres;

que tu compasión nos alcance pronto,

pues estamos agotados. R/.

 

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,

por el honor de tu nombre;

líbranos y perdona nuestros pecados

a causa de tu nombre. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,13-16):

 

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno.

Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»

 

Palabra del Señor

 

1.  No podemos saber el motivo por el que Lucas introdujo esta denuncia, puesta en boca de Jesús, contra dos ciudades de las que ni se sabe dónde

estaban, ni consta que Jesús hiciera abundantes milagros en ellas. Aunque aquí tenemos que hacer dos aclaraciones. 

Ante todo, el doble "¡ay!" expresa más

una lamentación que una denuncia (F. Bovon). 

Por otra parte, recientemente se han descubierto las ruinas de una ciudad, que hubo cerca de Cafarnaúm que seguramente son los restos que quedan de Corozaín (J. A. Fitzmyer).

De Betsaida, no hay noticia.

Por otra parte, no tenemos noticia de que los vecinos de Cafarnaúm rechazasen a Jesús. Parece que este texto proviene de la fuente Q, de la que Mateo y Lucas tomaron los textos que son comunes a ambos y no se encuentran en Marcos.

 

2.  ¿Por qué puso Lucas aquí estas dudosas denuncias contra unas ciudades y unos hechos de los que no tenemos constancia? 

La contraposición con Tiro y Sidón arroja alguna luz sobre este problema. Tiro y Sidón eran ciudades paganas. Seguramente los cristianos de origen no judío (por tanto, que provenían del paganismo) pretendían de esta manera justificar su presencia en la comunidad cristiana, con tanto o más derecho que los cristianos que provenían del judaísmo. Las diferencias de origen y de cultura han creado incontables problemas en todas las religiones, concretamente en el cristianismo.

Un buen cristiano es el que supera tales diferencias.

 

3.  Sea lo que sea de estos datos históricos, lo que debemos tener presente es que un Jesús amenazante (y quizá "peligroso") no puede ser el Jesús auténtico del Evangelio.  

Porque Jesús siempre contagió confianza, seguridad, paz y esperanza, incluso a los pecadores y descreídos. Jesús fue siempre armónico, uniforme, coherente. Y este es el Jesús que siempre ha de centrar nuestra fe y nuestras convicciones más determinantes.


     Santa Teresita del Niño Jesús

 


Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años, el día treinta de septiembre.

 

Vida de Santa Teresita del Niño Jesús

Santa Teresa del Niño Jesús nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables. Murió en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones).

«Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».

Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».

Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez.

Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.

Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».

Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón».

En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».

A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.

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