1 - DE OCTUBRE
– VIERNES –
26ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
Santa Teresita del Niño Jesús
Lectura del libro de Baruc
(1,15-22):
Confesamos que
el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a
los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros
sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no
haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los
mandatos que el Señor nos había dado.
Desde el día en que el Señor sacó a
nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro
Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y
la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a
nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No
obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados,
los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y
haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.
Palabra de Dios
Salmo: 78,1-2.3-5.8.9
R/. Líbranos, Señor, por el honor
de tu nombre
Dios mío, los
gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron su
sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.
No recuerdes
contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos,
Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (10,13-16):
En aquel
tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti,
Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que, en
vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas
en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a
vosotras. Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno.
Quien a vosotros os escucha a mí me
escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí
rechaza al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
1. No podemos saber el motivo
por el que Lucas introdujo esta denuncia, puesta en boca de Jesús, contra dos
ciudades de las que ni se sabe dónde
estaban, ni consta que Jesús hiciera abundantes milagros en ellas. Aunque
aquí tenemos que hacer dos aclaraciones.
Ante todo, el doble "¡ay!"
expresa más
una lamentación que una denuncia (F. Bovon).
Por otra parte, recientemente se han descubierto
las ruinas de una ciudad, que hubo cerca de Cafarnaúm que seguramente son los
restos que quedan de Corozaín (J. A. Fitzmyer).
De Betsaida, no hay noticia.
Por otra parte, no tenemos noticia de
que los vecinos de Cafarnaúm rechazasen a Jesús. Parece que este texto
proviene de la fuente Q, de la que Mateo y Lucas tomaron los textos que son
comunes a ambos y no se encuentran en Marcos.
2. ¿Por qué puso Lucas aquí
estas dudosas denuncias contra unas ciudades y unos hechos de los que no
tenemos constancia?
La contraposición con Tiro y Sidón
arroja alguna luz sobre este problema. Tiro y Sidón eran ciudades paganas.
Seguramente los cristianos de origen no judío (por tanto, que provenían del
paganismo) pretendían de esta manera justificar su presencia en la comunidad
cristiana, con tanto o más derecho que los cristianos que provenían del
judaísmo. Las diferencias de origen y de cultura han creado incontables
problemas en todas las religiones, concretamente en el cristianismo.
Un buen cristiano es el que supera tales
diferencias.
3. Sea lo que sea de estos
datos históricos, lo que debemos tener presente es que un Jesús amenazante (y
quizá "peligroso") no puede ser el Jesús auténtico del
Evangelio.
Porque Jesús siempre contagió confianza, seguridad, paz y esperanza, incluso a los pecadores y descreídos. Jesús fue siempre armónico, uniforme, coherente. Y este es el Jesús que siempre ha de centrar nuestra fe y nuestras convicciones más determinantes.
Santa Teresita del Niño Jesús
Memoria de santa Teresa del Niño Jesús,
virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las
Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo
por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por
medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de
las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años,
el día treinta de septiembre.
Vida de Santa Teresita
del Niño Jesús
Santa Teresa del Niño Jesús nació en la
ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran
Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables. Murió en 1897, y en 1925
el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las
misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán
de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta
joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan
Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones).
«Siempre he deseado, afirmó en su
autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he
constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la
misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y
el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de
desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables,
por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más
grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis
imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino
bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo
también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado
pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas -
había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia
muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho
que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».
Cuando sólo tenía cinco años, su madre
murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces,
pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida
familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas,
especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una
ternura materna y paterna a la vez.
Con él aprendió a amar la naturaleza, a
rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana,
que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de
la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la
certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.
Durante su infancia siempre destacó por su
gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o
afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por
ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque
si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá
muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se
preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo
amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona
de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba
convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no
se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa.
Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis,
si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y
convincente que se me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la
infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño
Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de
renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie
de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino
del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de
tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En
los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de
ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con
sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco
Javier como patrona de las misiones.
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