lunes, 15 de agosto de 2022

Párate un momento: 17 - DE AGOSTO – MIERCOLES – 20 – SEMANA DEL T. O. – C – San Eusebio papa

 

 


 

17 - DE AGOSTO – MIERCOLES –

 20 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Eusebio papa

 

Lectura de la profecía de Ezequiel (34,1-11):

Me vino esta palabra del Señor:

«Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza, diciéndoles: "¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo.

Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro. Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: '¡Lo juro por mi vida! –oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor.

Así dice el Señor: Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a sí mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar.

Así dice el Señor Dios:

"Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 22,1-3a.3b-4.5.6

 

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia

me acompañan todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,1-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

"Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

"¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?"

Le respondieron:

"Nadie nos ha contratado."

Él les dijo:

"Id también vosotros a mi viña."

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:

"Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros."

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:

"Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

Él replicó a uno de ellos:

"Amigo, no te hago ninguna injusticia.  - ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. - ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?  - ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?"

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

 

Palabra del Señor

 

1.  La primera impresión que produce la lectura de esta parábola es que aquí se cuenta una historia que no es precisamente un modelo de justicia y de sentido común. Porque no se ajusta al criterio elemental de las leyes laborales.

El criterio de pagar a cada cual según el rendimiento en el trabajo. Pero es evidente que el que trabaja de sol a sol, no puede rendir, ni producir, lo mismo que el que trabaja una hora. En este sentido, no se ve qué ejemplaridad puede tener esa historia. Ni para qué la cuenta Jesús.

 

2.  Sin embargo, nunca tuvo tanta actualidad esta parábola de Jesús como la tiene en este momento. Una de las cosas más crueles, que ha puesto en evidencia la crisis económica mundial, es que al capital y a los capitalistas lo que les importa no es "remediar el paro" de los trabajadores, sino sobre todo "la ganancia de los empresarios". Jesús, sin embargo, presenta aquí   un tipo de empresario que no mira la productividad o el   rendimiento de los trabajadores. Lo que aquel extraño empresario demostró es que lo primero para él era acabar con el paro.  De la mañana a la noche no hizo otra cosa.  Todo el día sacando gente de la desocupación.  Y lo más sorprendente es que, al final, cuando llegó la hora de pagar el jornal, todos los que habían trabajado cobraron exactamente lo mismo, empezando por los últimos.

Aquel extraño empresario acabó con la desigualdad. Su criterio es que todos tenían derecho a la misma ganancia. Un criterio que ha sido destrozado por la modernidad y la posmodernidad.

 

3.  Este criterio es característico del capitalismo.  Pero está visto que el Evangelio no es capitalista. Ni el Dios de Jesús tampoco lo es. Por supuesto, esta parábola se puede interpretar desde el punto de vista de Dios (Evangelio "religioso"). Pero también se puede (y hoy se debe) interpretar desde el punto de vista del empresario (Evangelio "laico").

Lo más apremiante, ahora mismo, es que los empresarios cambien de mentalidad.

Lo más urgente es que tengamos empresarios a quienes les interesa, sobre todo, acabar con el paro y acabar con las desigualdades. Y que se enteren, de una vez, que eso es lo más productivo.  Porque así se trabajará más, se producirá más, y se consumirá más.  Pero todo con más racionalidad y no desde la irracionalidad que nos está destrozando a todos, y está destrozando nuestro planeta y el futuro de nuestros hijos.

 

San Eusebio papa

 


 

Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de san Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el emperador Majencio a esa isla, donde dejó la patria terrena para merecer la patria celestial. Trasladado su cuerpo a Roma, fue enterrado en el cementerio de Calixto (310).

Fue el 31º Papa de la Iglesia Católica, desde abril de 309 hasta agosto de 309.

Eusebio nació en Grecia y era hijo de un médico. Fue elegido para suceder al Papa San Marcelo; pero su pontificado duró apenas unos meses. El pontificado de San Marcelo se había visto turbado por el problema del trato que debía darse a los que habían apostatado durante la persecución de Diocleciano. Un tal Heraclio y sus seguidores se opusieron al Pontífice; muy probablemente Heraclio era uno de los que habían apostatado y quería ser admitido nuevamente en la comunión de la Iglesia sin penitencia alguna. Una inscripción del Papa San Dámaso en la tumba de San Eusebio, quien fue sepultado en el cementerio de Calixto, recuerda que la disputa se prolongó hasta el pontificado de nuestro santo y produjo numerosos desórdenes y pleitos en la Iglesia de Roma.

A lo que parece, los "lapsos" o apóstatas intentaron introducirse por la fuerza en las reuniones de los fieles. El tumulto fue tan grande, que el emperador Majencio desterró a San Eusebio y a Heraclio de la ciudad. El Pontífice se trasladó a Sicilia, donde murió poco después.

Como el destierro fue una consecuencia de la firmeza con que exigió el cumplimiento de los cánones, el pueblo cristiano le veneró como mártir en una época. San Dámaso le da también el título de mártir.

Fue enterrado en la catacumba de Calixto I en Roma.

Más tarde su cuerpo fue trasladado en San Sebastián Extramuros.

 

Sucesor del Papa San Marcelo I, su pontificado fue corto, en el año 309 ó 310. El Catálogo Liberiano dice que duró sólo cuatro meses, del 18 de abril al 17 de agosto de 309 ó 310.

Sabemos algunos detalles de su carrera de un epitafio en su tumba, que fue mandado a hacer por el Papa San Dámaso I. Este epitafio llegó a nosotros a través de transcripciones antiguas. Unos pocos fragmentos del original, junto con una copia en mármol del siglo VI hecha para sustituir el original después de su destrucción, fueron hallados por De Rossi en la capilla papal, en las catacumbas de San Calixto.

De este epitafio surge que las graves disensiones internas causadas en la Iglesia Romana por la readmisión de los apóstatas (lapsi) durante la persecución de Diocleciano, y que habían surgido ya bajo Marcelo, continuaron durante el papado de Eusebio. Ese último mantenía la actitud de la Iglesia Romana, adoptada después de la persecución de Decio (250-251), que los apóstatas no debían ser excluidos por siempre de la comunión eclesiástica, sino por otro lado, debían ser readmitidos sólo después de haber hecho una adecuada penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina flere).

Una facción de cristianos en Roma bajo el liderazgo de un tal Heraclio se oponía a este punto de vista. No se ha determinado si Heraclio y sus seguidores propugnaban una interpretación de la ley más rigurosa (novacianismo) o más indulgente. Esta última, sin embargo, es por mucho más probable en la hipótesis de que Heraclio era el jefe de un partido compuesto por apóstatas y sus seguidores, que demandaban la inmediata restauración al cuerpo de la Iglesia. Dámaso describe en términos muy fuertes el conflicto que sobrevino (seditcio, cœdes, bellum, discordia, lites). Es probable que Heraclio y sus adeptos buscaran por la fuerza su admisión al culto divino, lo cual resentían los fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En consecuencia, ambos Eusebio y Heraclio fueron desterrados por el emperador Maxentio. Eusebio, en particular, fue exiliado a Sicilia, donde murió muy pronto.

El Papa San Melquíades ascendió a la Silla Papal el 2 de julio de 311. El cuerpo de su predecesor fue traído a Roma, probablemente en 311, y el 26 de septiembre (según el "Depositio Episcoporum" en el cronógrafo de 354) fue colocado en un cubículo separado de la catacumba de San Calixto.

Su firme defensa de la disciplina eclesiástica y el destierro que sufrió por ello causaron que fuera venerado como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso honró a Eusebio con dicho título.

 

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.

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