26 - DE
AGOSTO – VIERNES –
21 – SEMANA
DEL T. O. – C
Santa Teresa de Jesús Jornet Ibars
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,17-25):
No me envió
Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de
palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. El mensaje de la cruz es
necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en
vías de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios.
Dice la Escritura: «Destruiré la
sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde está el
sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No
ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y como, en la sabiduría
de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios
valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque
los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; pero para los llamados a Cristo, judíos o griegos, un Mesías que es
fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los
hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Palabra de Dios
Salmo: 32
R/. La misericordia del Señor llena la
tierra
Aclamad,
justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
Que la palabra
del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
El Señor
deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos,
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(25,1-13):
En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los cielos se parecerá a
diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco
de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas,
se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con
las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
"¡Que llega el esposo, salid a
recibirlo!"
Entonces se despertaron todas aquellas
doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las
sensatas:
"Dadnos un poco de vuestro aceite,
que se nos apagan las lámparas."
Pero las sensatas contestaron:
"Por si acaso no hay bastante para
vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo llegó el
esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se
cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
"Señor, señor, ábrenos."
Pero él respondió:
"Os lo aseguro: no os
conozco."
Por tanto, velad, porque no sabéis el
día ni la hora.»
Palabra del Señor
1. Esta parábola produce una
impresión de extrañeza, de sorpresa y de estupor. Hay en este relato
un "corte" con la realidad de la vida cotidiana. Ni el retraso
inexplicable del novio, ni la negativa de las muchachas que no quisieron dar el
aceite, ni eso de mandar a la tienda a alguien a las tantas de la noche, ni lo
de dar con la puerta en las narices a unas chicas que piden entrar a la fiesta,
ni siquiera el cerrar la puerta en una boda que, en aquellos pueblos, era una
fiesta para toda la gente, todo eso, sencillamente no tiene ni pies ni
cabeza. Ni Jesús pudo poner eso como ejemplo para nadie.
2. El "corte" y la "extravagancia del relato" (Paul Ricoeur) son la mejor garantía de una parábola evangélica auténtica. El "novio" (nymphíos), en los evangelios, es Jesús (Mc 2, 19; Mt 9, 15; Lc 5, 34; Jn 3, 29). Y viene a celebrar un banquete de boda, la gran metáfora del Reino (Mt 22, 2 par).
Ahora bien, de acuerdo con lo que dicen
estos textos evangélicos, estar con el novio es cortar con los ayunos y
privaciones que imponía la religión de los fariseos. Y es también cortar con los intereses y conveniencias de los que no entraron
al banquete de boda del Reino, al banquete en el que entraron los pobres y
vagabundos de los caminos.
3. La parábola no es una amenaza para estar preparados para el juicio de Dios (no se celebra un juicio, sino un banquete). Ni es una exhortación ética para ser generoso con quien pide un poco de aceite. La parábola viene a recordar que, al banquete de boda, que es la presencia de Jesús en esta vida, entran los que viven preparados para eso: los que no centran su vida en cumplir observancias y privaciones religiosas, los pobres, sencillos, humildes y gentes que no son los que se ven como los importantes y los selectos de este mundo. Las jóvenes invitadas, que finalmente no entraron en la boda, tuvieron una equivocación fatal: ellas se vieron como las preferidas y escogidas. Y por eso se sintieron seguras. No les importó la falta de aceite. El hecho de sentirse las "elegidas selectas" fue su perdición. ¡Qué peligroso es sentirse superior a los demás!
Santa Teresa de Jesús Jornet Ibars
En Liria, en España, santa Teresa de
Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a los ancianos, fundó el Instituto
de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1897).
Fecha de beatificación: 27 de abril de 1958 por el Papa Pío XII
Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.
Breve Biografía
Los mayores, esos a los que se les ha dado en
llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el
crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a
Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados
porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que
quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de
los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías
y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas
personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de su existencia una
ofrenda de caridad efectiva.
Logran hacer de sus casas un lugar agradable,
tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se
proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las
dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están
alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que
levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en
pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con
ellas a todo el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy
rezadoras... de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el
afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a
raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o
cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.
Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo
en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de
salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo
agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios,
saber darse.
Nació en Ayltona (Lérida) el 9 de enero de
1843. Sus padres, Francisco José Jornet y Antonia Ibars eran sencillos
labradores, educando a su familia en la religión: Su hermana Josefa, Hija de la
Caridad en el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con María a
la nueva aventura religiosa; su hermano Juan, casado dio tres hijas a la
congregación de su hermana Teresa; su tía Rosa, hermana de su madre, muerta en
olor a santidad; su tío el Beato Francisco Palau, fraile carmelita
exclaustrado, apóstol, orador, escritor, penitente, un huracán enardecido,
acabará también en los altares.
Teresa creció en un clima doméstico de
trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola
(Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.
El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está
en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento;
pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y
oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en
Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad
del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de
votos.
Se hace entonces Terciaria Franciscana y
recupera algo de la actividad docente.
Cerca de su patria chica, en Huesca y
Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza
piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos
abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su
hermana María y a otra paisana, comienza en "Pueyo" con una docena de
mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el
gobierno.
Desde Barbastro cambia a Valencia donde está
la casa madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la
patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán
por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la
madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y
pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan
a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta
siempre, porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán
desamparados.
No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y
escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo
Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la
subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento
de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización
se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales
que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Artículo de: Archidiócesis de Madrid
El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba cada comida el mantel porque
derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron una cuchara de madera, pero
incluso con la madera seguía ensuciando el mantel. No puede comer con la
familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que comer solo en la compañía
de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado se entretenía jugando con
un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le preguntó su mamá: Y el niño,
“estoy haciendo una cuchara de madera para cuando papá y tú seáis mayores”.
En la provincia y Diócesis de Lérida y en
Aytona, España, de Francisco Jornet y de Antonieta Ibars, agricultores, nace el
9 de enero de 1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada y Patrona de la ancianidad
Su caridad activa hacia los pobres, le movía a llevarlos a casa de su tía en
Lérida, a donde se había trasladado para poder asistir a la escuela de la
ciudad.
Estudia magisterio en Argensola, provincia de
Barcelona. Solicitó ser admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos,
pero no pudo profesar por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó
a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció
después de la muerte de su padre, la obligó a permanecer en su casa por algún
tiempo.
Don Saturnino López Novoa, canónigo de
Huesca, su director, a quién confió la dirección de su alma, la encauzó hacia
la fundación de una obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin
medios de subsistencia. Teresa, que hasta el momento había tenido la impresión
desagradable de no haber hecho nada en su vida, se orientó decididamente hacia
este ideal. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la ayuda de
algunas jóvenes, y de su hermana, María.
Teresa se adelantó a su tiempo, porque
entonces, hace más de un siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque
con cuchara de madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman
líos entre las familias para zafarse del engorro de los viejos, según el
refrán: “Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente africano
carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches de la modernidad;
pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan su humanísima
tradición de respetar al anciano y considerarle como una bendición. Les
minusvaloramos en esta cultura de la juventud, la belleza y el cultivo de los
cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo va por delante con nota al mundo que
se cree supercivilizado.
El 27 de enero de 1873, los miembros de la
nueva congregación, recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida
superiora. Un grupo de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de
la pequeña comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia,
constituye Patrona a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado para
los ancianos Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue aumentando y
creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró el antiguo convento de los
Agustinos. Esta casa se convirtió en la casa madre de la Congregación de las
Hermanas de los Ancianos Desamparados. Se desarrolló tan de prisa la Obra, que
en 1887, cuando fue aprobada por la Santa Sede, contaba ya con 58 casas.
María Teresa de Jesús formó muy sólidamente a
sus hijas en el cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta exponerse
a la soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo y un verdadero
cariño. Aprendió de las terciarias carmelitas la devoción a la Virgen, y de las
clarisas el amor a los pobres, y en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente
deseo de identificar sus sentimientos con la voluntad divina. Desarrolló una
actividad incansable y una inalterable confianza en Dios. A los que le
reprochaban que se ocupara de los más humildes oficios, respondía: "No hay
nada pequeño cuando se trata de la Gloria de Dios". Cuando le decían que
emprendía obras con un atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo:
"Mientras más pobres haya, habrá más bienhechores".
Tenía el secreto de su paz interior
inalterable en medio del tráfago continuo, en sus palabras: "Dios en el corazón,
la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".
Su organismo no pudo resistir al régimen que
se impuso. A las fatigas físicas se juntaban los dolores mortales, como el de
la epidemia del cólera, que acabó con veinticuatro hermanas y setenta ancianos.
Cuando la enfermedad la obligó a detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la
esperanza de que el buen aire le devolviera la salud.
Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de
abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
Autor: P. Jesús Martí Ballester.
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