miércoles, 17 de agosto de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 - DE AGOSTO – VIERNES – 20 – SEMANA DEL T. O. – C – San Juan Eudes

 

 

 


19 - DE AGOSTO – VIERNES –

20 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Juan Eudes

 

Lectura de la profecía de Ezequiel (37,1-14):

 

En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mi y, con su Espíritu, el Señor me sacó y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran innumerables sobre la superficie del valle y estaban completamente secos.

Me preguntó:

«Hijo de Adán, ¿podrán revivir estos huesos?»

Yo respondí:

«Señor, tú lo sabes.»

Él me dijo:

«Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: "¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu, y viviréis. Y sabréis que yo soy el Señor."»

Y profeticé como me había ordenado y, a la voz de mi oráculo, hubo un estrépito, y los huesos se juntaron hueso con hueso. Me fijé en ellos: tenían encima tendones, la carne había crecido, y la piel los recubría; pero no tenían espíritu.

Entonces me dijo:

«Conjura al espíritu, conjura, hijo de Adán, y di al espíritu:

"Así lo dice el Señor: De los cuatro vientos ven, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan."»

Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu, y revivieron y se pusieron en pie.

Era una multitud innumerable.

Y me dijo:

«Hijo de Adán, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice:

"Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza ha perecido, estamos destrozados." Por eso, profetiza y diles:

"Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago."»

Oráculo del Señor.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 106,2-3.4-5.6-7.8-9

 

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

 

Que lo confiesen los redimidos por el Señor,

los que él rescató de la mano del enemigo,

los que reunió de todos los países:

norte y sur, oriente y occidente. R/.

 

Erraban por un desierto solitario,

no encontraban el camino de ciudad habitada;

pasaban hambre y sed,

se les iba agotando la vida. R/.

 

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

Los guió por un camino derecho,

para que llegaran a ciudad habitada. R/.

 

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres.

Calmó el ansia de los sedientos,

y a los hambrientos los colmó de bienes. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):

 

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»

Él le dijo:

«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser."

Este mandamiento es el principal y primero.

El segundo es semejante a él:

"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

 

Palabra del Señor

 

1.  A propósito de este evangelio, se suelen plantear tres preguntas, de enorme interés para quienes tienen creencias religiosas:

 

1) - ¿Qué hay que entender por "amor a Dios"?

    - ¿Cómo se puede "amar" a alguien al que no es posible comprender ni ver?

 

2)  - ¿Quién es el "prójimo" y qué significa "amor" al prójimo?

 

3)   - ¿Qué relación guardan los dos preceptos supremos de amor a Dios y de amor al prójimo?

       - ¿Se trata de dos géneros de amor o son idénticos? (U. Luz).

 

Es verdad que mucha gente, aunque sea gente religiosa, ni se plantea estas preguntas.  Porque a muchos, todo este lenguaje le suena a palabrería clerical, sin relación con la realidad palpable. Hasta ese punto, la misma religión ha degradado estas cuestiones, tan fundamentales.

 

2.  A Jesús le preguntaron solo por el "primer" mandamiento.  Pero Jesús respondió uniendo el primero y el segundo. Lo cual quiere decir, sin duda, que el primero es inseparable del segundo.

Es decir, no podemos ni entender, ni practicar, lo que es el "amor a Dios", si lo separamos del "amor al prójimo".

El mismo evangelio de Mateo pone esto en evidencia cuando relata el llamado juicio final o juicio de las naciones (Mt 25, 31-46).

Si algo hay claro en ese texto famoso, es que el principio determinante de nuestra correcta relación con Dios, o sea de nuestro amor a Dios, no es la relación y el amor que cada cual piensa (o se imagina) que le tiene a Dios en sí, sino únicamente la relación que cada cual ha mantenido en su vida con el prójimo.

Lo cual queda más patente cuando se trata precisamente del prójimo que sufre, del que se ve más   desamparado, del que no puede pagar con nada el servicio que se le presta.

 

3.  La tesis central del cristianismo, en este asunto capital, la deja muy clara la primera carta de Juan:  "quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve".

El respeto, la estima y la bondad que derrochamos con los demás, esa es la medida del amor que le tenemos a Dios.

En esto no hay, ni puede haber, engaño. Porque el Dios de Jesús se identifica con el ser humano (Mt 25, 31-46). De forma que quien acoge y escucha o rechaza a un ser humano, a quien acoge, escucha o rechaza es a Dios (Mt 10, 40; Mc 9, 37; Mc 18, 5; Lc 10, 16; 9, 48; Jn 13, 20).

Es un hecho central de nuestra fe, que a los "creyentes" nos cuesta lo indecible aceptar e integrar en nuestra vida y en nuestra forma de tratar a los demás, como si fuera con Dios mismo con quien nos relacionamos en los demás.

 

San Juan Eudes

 


 

San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas.

Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que, en Caen, de la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor.

 

 

VIDA DE SAN JUAN EUDES

 

Este santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así: "Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias".

Nació en un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus padres no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.

Ya desde pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la escuela lo golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le presentó la otra mejilla.

Estudio en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.

Al descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar misiones populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan Eudes".

Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".

San Juan Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio. En Francia, su patria, fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al resurgimiento religioso de la nación.

Con los mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la Congregación de Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso bien en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la predicación.

En sus misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a varias de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión: "Usted se vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se volverán a su vida de pecado; es necesario que les consiga casas donde se puedan refugiar y librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El santo aceptó este consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio para encargarse de las jóvenes en peligro. De esta asociación saldrá mucho después la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que tienen ahora en el mundo 585 casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a las jóvenes en peligro y rehabilitar a las que ya han caído.

Este santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de María, y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado Corazón.

Otro de sus Libros se titula: "La devoción al Corazón de Jesús". Por eso el Papa San Pío X llamaba a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones".

Redactó también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen Confesor", y "El predicador apostólico".

Murió el 19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su comportamiento se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre celestial me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".

Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.

 

 

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